El sabor del estornudo

Puedo sentirlo. Se viene un estornudo. Me está trepando, pronto se expulsará a sí mismo, como un torrente, como un géiser. Sólo puedo saber que está ahí, en algún lugar de mi cuerpo. No tengo forma de conocer el momento exacto de la explosión hasta justo antes. Tampoco sé qué clase de estornudo será.
Tal vez sea un achís, un poco infantil, un poco vergonzoso para un adulto como yo. O peor, un achí apocopado.
Espero que sea un atchús. Es el más completo, el que más ejercicio da a los músculos, el más duradero y el que mejor dirige las sustancias expulsadas. El problema es que me coloco la mano sobre la boca para evitar desparramos, y la mano tiene un efecto castrador sobre lo que está por ocurrir. Entonces aparece un achú, la forma anglosajona abreviada.
Por suerte no hay nadie, y por eso no tengo que disimularlo haciéndolo silencioso. Así se cumple todo lo que en teoría debe ocurrir, pero no tiene sabor, no se disfruta tanto como un estornudo estruendoso. Es como un matrimonio a distancia, por poder, que legalmente es válido pero no tiene nada de emocionante.
Tampoco sé si el estornudo terminará por concretarse. Puede ser una falsa alarma, o un aborto frustrante. Un estornudo que quedará alojado en algún hueco hasta que logre escapar sin advertencia, tal vez hoy, tal vez el año que viene. Si eso ocurre, persistirá la frustración de no haberlo podido sacar. Y eso no me gusta. Así que, ahora que lo veo venir y me doy cuenta de que está al alcance, voy a quedarme bien quieto, esperándolo, para no perderme ningún detalle.

Teoría de la lengua

Los teóricos lingüísticos están abocados a las tareas de análisis de los diferentes lenguajes que se hablan en la Tierra. Estudian sus relaciones, sus difrencias, sus similitudes, tratan de establecer cómo era la lengua madre, si existió, de la que descienden todos los idiomas actuales. Es una tarea monumental, que no será completada en mucho tiempo.
Por otro lado, ése es un estudio menor, comparado con lo que se puede saber sobre la estructura de los lenguajes en sí misma. Al estudiar los pensamientos que se traducen a lenguajes, se observa un proceso de transformación. Todo lenguaje es metáfora, se dé cuenta o no quien lo ejecuta.
La metáfora es la esencia del lenguaje. Sin ella no hay habla, sólo una rudimentaria abstracción. El hombre lo ha estado haciendo durante milenios. Es muy difícil encontrar los puntos de partida.
Lo que se busca es la metáfora madre. Aquella de la que parten todas las otras metáforas, las que permiten entender el mundo todo. Hay dos corrientes principales. Una sostiene que no existe, la otra que sí. Y esta última está empeñada en encontrarla. Una vez hallada, afirman, no habrá necesidad de otra. La metáfora madre acabará con todos los lenguajes.