Del lector al autor

Cuando un texto llega del autor al lector, el lector se apropia de él. Mira las palabras que están escritas y las interpreta. Lo hace por sí mismo, de acuerdo a su formación y capacidad. Es decir que el lector hace su propio texto.
Podría llegar a ocurrir que el texto que recibe el lector es exactamente el que el autor escribió. Pero la probabilidad de algo así es ínfima. Ni siquiera el mismo autor, pasado un tiempo, es un lector fiel de sí mismo. Cada texto es tantos textos como sus lectores. La comunicación es imposible.
Somos todos islas de comprensión, que a veces erigimos débiles puentes entre algunas. Nos rodea un vacío inllenable, una desconexión definitiva con las personas. Sabemos que los otros nos están diciendo algo, pero nunca sabemos qué es lo que nos dicen. Sólo lo que entendemos de eso.
Los autores que se reconocen como buenos son los que logran que sus lectores escriban textos que los satisfacen. Y a pesar de que los hicieron ellos, se los atribuyen al autor que leyeron. Es un plagio inverso.
No es que es inútil escribir. Ni es inútil leer. Son ejercicios de movimiento de las neuronas, pero cada persona los hace individualmente, sin que los demás puedan influir de manera directa. El texto original es una utopía, una montaña que no se puede escalar, una caja fuerte de la que nadie tiene la combinación.
Sólo queda recrearlo, a ver qué nos dice, y decidir que eso es lo que dice.

Recuerdos de recuerdos

Añoro los recuerdos que solía tener.
Extraño las imágenes que solía ver.
Echo de menos la memoria que alguna vez poseí.
Recuerdo la nostalgia que yo solía sentir.
Conmemoro la reminiscencia de mi pasado.
Me falta la añoranza que siempre valoré.
Rememoro la impresión que tuve al ver un texto que nunca leí.
Me acuerdo de la melancolía que sentí cuando recordé la pena de saber la pesadumbre que me causó la tristeza de haber recordado mi pesar.
Tengo en mi mente los resabios olfativos de aquella ocasión en la que sentí esos aromas que ya no puedo recordar.
Revivo por primera vez la sensación de hacer algo por primera vez.
Recuerdo los sueños que soñaba despierto.
Extraño los recuerdos de los sueños que olvidé.
He perdido la memoria de las visiones que tuve en el pasado.
He perdido la nostalgia por aquello que olvidé.
He olvidado la añoranza de aquella nostalgia.
Y añoro la añoranza, la nostalgia y la memoria que han quedado en el olvido.

Texto de varios párrafos

Este es un párrafo. En él debería haber una introducción a lo que va a pasar en los otros. Por eso es el primero. Tiene el privilegio de ser el de lectura más probable, y la responsabilidad de enganchar al lector para que se quede a leer lo que sigue. Sin embargo, en este caso, el primer párrafo se niega a hacer de introducción. Aunque, visto de otra forma, son los párrafos siguientes los que determinan si el primero es una buena introducción o no.
El primer párrafo es independiente de los otros, hasta cierto punto. Muchas veces ocurre que los otros hablan de cualquier otra cosa. Es un recurso muy usado en el cine, en esas películas que arrancan con una escena situada en un tiempo o espacio distintos del resto.
Como es notorio, el segundo párrafo amagó con hacer del primero una introducción pero después se puso a hablar de cine. Este tercer párrafo, en cambio, primero habló de lo que ocurría en el segundo y después de sí mismo.
El cuarto párrafo es muy corto.
El quinto, seguramente, resultará más largo. No está establecido qué es lo que va a decir, aunque puede verse que, hasta ahora, lo que está diciendo es exactamente eso. Y es posible afirmar que, salvo lo que hay en esta oración, no dirá nada más.
Existe también un sexto párrafo. Dicho conjunto de signos se limita a expresar su propia existencia. La realidad es que los otros párrafos nunca se refieren a él y por eso se siente algo excluido, pero no es menos cierto que el sexto párrafo no hace nada para ser rememorado o anticipado por los otros.
El séptimo párrafo ha recibido la misión de terminar el texto de una manera más o menos memorable, para que el lector se sienta satisfecho de haber llegado hasta allí. Y a pesar de que no sabe cómo hacerlo, lo intentará. Es bueno que los textos, además de reconocer sus limitaciones, tengan la valentía de tratar de superarlas.