La unión hace la fuerrza

La R no es una letra más. Es la única letra que necesita potenciarse a sí misma. Algunas letras requieren de otra para poder usarse, como la Q necesita a la U. La H adquiere sonido al combinarse con la C. La R no necesita otra letra. Pero se necesita a sí misma para poder llegar a su máximo esplendor.

Una R sola no tiene un gran impacto. Ni siquiera es digna de su nombre. Es una “ere”. Hasta la pronunciación de “ere” muestra timidez. La “ere” es algo pusilánime. Sólo cuando comienza una palabra cobra vida por sí misma. En todos los otros casos queda débil, sin mayor influencia sobre el ritmo de una oración. Queda cerca de ser prescindible.

Pero cuando una R es acompañada por otra R, es otra cosa. Ambas se potencian. Se dan fuerza una a otra, y el conjunto resuena, repiquetea como el corte de un serrucho. R con R forman “erre”. Las palabras con erre tienen otro sabor. Adquieren un trémolo que las hace vibrar de otra manera. La R rompe la monotonía del habla, pero sólo cuando está junto a otra R.

Dos R juntas hacen que la R llegue a su máxima expresión.

Leés lo que leés

Cuando leés, no leés lo que leés sino lo que querés leer. Lo que leés está ahí, para que lo leas, sin embargo no lo leés. Lo que hacés es leerlo. Lo dotás de sentido. Leés lo que está escrito y lo que leés no es lo que está escrito, sino lo que no está escrito. Leés lo que ya leíste, lo que siempre leés, y todo lo que leés te parece igual, porque siempre leés lo mismo aunque leas cosas distintas.
Leés de nuevo y no leés lo mismo. Lo que leés cambia, pero siempre es lo que leés, no lo que estás leyendo. Porque vos cambiás, entonces leés distinto. Podrías leer algo en otro idioma, y leerías igual. Porque sabés leer, pero en realidad no sabés leer. Lo único que sabés es leer, y entonces siempre leés.
Si leés y otra vez leés y te parece que ya lo leíste, en una de ésas lo que leés no es lo que leés sino lo que habías leído cuando leías no lo que habías leído sino lo que estabas leyendo, y recién ahora lo que leés se adapta a tu lectura.

Cuestión de marketing

El público en general no está interesado en la poesía. Puede haber muchas razones por las que eso pasa. Pero el fenómeno existe: cuando se publicita poesía, concurre un público pequeño y estable, que muchas veces consiste en poetas. Son muy pocas las personas que consumen poesía sin intentar hacerla.
Sin embargo, mucha gente acepta la poesía cuando está mezclada con otras formas. Por ejemplo, con música. Cuando una poesía recibe música y se convierte en letra de canción, tiene mucha más llegada. Y ni siquiera es exclusivamente por la música. El público escucha la canción y presta atención a la letra. Muchos la memorizan, la analizan, la modifican. La poesía produce en ellos los efectos deseados, sin que la música necesariamente esté involucrada en esos efectos.
Lo que ocurre es que la poesía tiene fama de difícil. Como la matemática. Mucha gente, cuando se le dice que algo es poesía, piensa que está ante algo inalcanzable, algo que sólo personas con mucha capacidad logra apreciar. Y la verdad es que eso es mentira. Los que tengan mucha capacidad apreciarán más que los que no. No hace falta ser sobrehumano para disfrutar la poesía.
Y tampoco se puede olvidar de que no toda la poesía es buena. Sin embargo, al cargarse con el peso de ser “poesía”, muchas personas no se animan a cuestionarla. Piensan que debe tener algo que ellos no ven, a pesar de que es perfectamente factible que el texto en cuestión sea una porquería.
Es necesario terminar con esos prejuicios. Hace falta acercar la poesía al gran público. Lo que se necesita es una acción de marketing. Será de gran beneficio para los poetas, al menos aquellos que no disfrutan de la pobreza y la indiferencia. Lo que hay que hacer es cambiarle el nombre. Hacerla conocida como otra cosa.
Ya hay quienes usan esa táctica. Lo que hacen es insertar la poesía en toda clase de formas que el público consume. Y el público no rechaza la poesía. En muchos casos es bienvenida. El público recibe la poesía, y el poeta tiene un público. Sólo que no se lo llama poeta.
“Poeta” y “poesía” son sólo palabras. La poesía está acostumbrada a darle nuevos nombres a todo. Es su dominio, lo que mejor hace. La iluminación poética consiste, entre otras cosas, en encontrar relaciones no sospechadas entre palabras y conceptos distintos y distantes. En algunos aspectos es como la matemática. Y el marketing también lo hace: el marketing es una forma de poesía.
Entonces, ¿por qué no puede el marketing, como forma de poesía, aplicarse a la poesía en general. Está claro que a muchos poetas no les gustará. Ven al marketing como una irrupción molesta del mercado, y piensan que todos estaríamos mejor sin él. Pero se equivocan. El marketing es una manera de comunicarse, de persuadir a los demás de que vengan hacia uno y presten atención a lo que uno hace. Si se usa para el mal, no es porque el marketing en sí mismo sea malo.
El marketing tiene toda clase de técnicas lingüísticas que permiten construir puentes y símbolos en una dirección específica controlada por quien lo hace. Sólo que tiene un fin específico fuera del lenguaje. Podemos pensar que el marketing no sólo es una forma de poesía, sino que es la forma original de la poesía. Después de su invención, hubo quienes se entusiasmaron con las formas y aplicaron los distintos métodos a objetivos distintos, no mercantiles, de exploración.
Puede ser que el marketing sea el origen de la poesía. Es necesario que ambas disciplinas, que todavía se nutren una a otra, reconozcan su afinidad y trabajen juntas para el bien de la poesía. O como sea que se llame de ahora en más.

Batallas de palabras

Las palabras tienen una existencia incorpórea. Están ahí, sin que se las pueda ver. Sólo se las puede representar en forma visual o sonora (o táctil, pero es una variante de la visual). Lo que les da vida son los significados que las personas les atribuyen. Pero es muy difícil ponerse de acuerdo en esos significados. Es posible que no haya dos personas que estén del todo de acuerdo en lo que significa ninguna palabra.
Cada persona impregna a las palabras de sus propios conocimientos o vivencias, y los aplica de distintas maneras. Una misma palabra evoca en cada persona imágenes distintas, que tienen su origen en las primeras veces que le aplicó un sentido, y las modificaciones que hizo en las siguientes. Es difícil usar una palabra sin modificar su sentido al hacerlo, porque cada uso se acumula en la experiencia correspondiente a ella.
La comunicación depende de la existencia de bases comunes en estos significados. El hecho de que no existan la hace imposible. Lo que se logra es una aproximación, a veces muy completa. Es un crédito para nuestra especie que se pueda hacer. Dos personas que ven en las palabras significados parecidos, o compatibles, lograrán simular comunicarse, y se sentirán bien. Con los demás habrá la sensación de puentes no tendidos.
Todo el tiempo hay conflictos en relación a las palabras. Distintas facciones tratan de que los demás acepten su propio significado, como si fuera el verdadero. Nadie puede ver que una palabra se interprete como si fuera otra. Existen instituciones con buenas intenciones, que intentan terciar en los conflictos proveyendo definiciones estables, como las academias y los diccionarios. Pero son una solución parcial, porque al fin y al cabo nadie les dio autoridad para regir las palabras. Basta con que alguien no lo acepte para que el conflicto renazca.
Las batallas sobre palabras se parecen a las batallas sobre dioses, en las que cada uno necesita que los demás acepten el suyo, porque no pueden concebir un mundo en el que las palabras, o los dioses, sean distintos. Como resultado, se generaron lenguajes distintos, hablados por grupos que más o menos cumplen algunas reglas básicas que les permite entenderse. Por esa razón, estos grupos muy frecuentemente también comparten los mismos dioses, o mejor dicho las mismas ideas sobre lo que es un dios.
Pero inevitablemente se producen los conflictos, dentro del mismo grupo o entre grupos ya afianzados. Los que no saben que están en guerra son los que pierden. Los vencedores tomarán la palabra y le aplicarán su significado con gran pompa. Serán ellos quienes la usen para escribir la Historia.

Hipótesis

Mi hipótesis es que todos tienen una hipótesis, y a partir de esa hipótesis se van a formar nuevas hipótesis. Las hipótesis serán todo lo compatibles entre sí que puedan ser, aunque hay elementos que hacen superar cualquier hipótesis. Mi hipótesis será una de ellas, basada también en mis hipótesis previas, por supuesto, y no menos válida en principio que ninguna otra hipótesis.
Está bien aclarar que no hay que descartar ninguna hipótesis, aunque esto no es tan cierto. Hay hipótesis que pueden ser descartadas muy rápidamente. Eso no impide que sigan vivas. Las hipótesis son sostenidas por todas las personas mientras tengan alguna manera de sostenerlas.
Quiere decir que una de las hipótesis de muchas personas es que sus hipótesis no son hipótesis, sino hechos. No se dan cuenta de que el mundo está hecho de hipótesis, y que es casi imposible confirmarlas en un 100%. Sólo se puede ir más allá de la duda, o de la duda razonable, pero eso no es una confirmación de cada hipótesis. Es más bien una nueva hipótesis, de que la hipótesis al ser verdadera ya no es hipótesis.

Sin palabras

En este momento de tanta emoción, las palabras no alcanzan para describir lo que estoy viviendo. Es como si mi capacidad de descripción quedara paralizada por la capacidad de emocionarme. Y estoy tan ocupado emocionándome que no me queda tiempo para abstraer. Entonces, mi parte racional protesta, pide input que no recibe. Sólo le llega que no alcanzan las palabras.
Pero no puede ser, piensa. ¿Qué hay aparte de palabras? Claramente nada. Entonces trata de arreglárselas para describir en palabras algo de lo que no tiene información. Porque quiere participar, y el lenguaje es la única manera que tiene para hacerlo.
El momento emocionante deja afuera a la razón. La experiencia, entonces, no es completa. Porque las palabras están de más. Y por eso, faltan las palabras.

Tilde

El tilde estaba casado con la n, y juntos formaron la ñ. La n era amiga de todas las letras, excepto de la b, con la que no se podía juntar. Le gustaba juntarse, en cambio, con la v. Pero el tilde no tenía amigos. Había coqueteado con el apóstrofe, pero fue traicionado cuando el apóstrofe desertó para unirse a la c y formar la cedilla.
Pero luego de formar cáñamo el tilde encontró a un amigo. También se llamaba tilde, pero se lo apodaba acento y solía frecuentar las vocales. El acento empezó a saludar al tilde cuando se veían de lejos, como en ñandú, y la n, cuando estaba acompañada por el tilde, se acostumbró a estar acompañada de vocales para mejorar las posibilidades de que su cónyuge pudiera encontrarse con su amigo el acento.
El matrimonio entre el tilde y la n no se soportaba con el punto ni con la coma, y evitaban terminar una palabra para no encontrarse con ellos. Tampoco soportaban mucho a los signos de admiración y pregunta, pero podían tolerar a los invertidos, dado que eran también objeto de discriminación al igual que la ñ. Igual no se veían mucho.
De la misma forma, la ñ toleraba a la barra pero tenía gran odio por la contrabarra. Pero esto no es por alguna maldad de la contrabarra sino porque no se conocían bien, no se solían frecuentar dado que la contrabarra estaba en ambientes en los que la ñ no se metía por tener un código ASCII mayor que 127.
En esos ámbitos sí se metía la n, lo que causaba celos al tilde, dado que la n muchas veces ocupaba su lugar sin reemplazo alguno. A veces lo hacía la n mayúscula, como para ocupar más lugar y mostrar que extrañaba al tilde. Pero el tilde se sentía excluido, sobre todo porque la n empezó a hacer ahí adentro amigos nuevos, como la @ y el #. El tilde no entendía por qué esos símbolos tan extraños eran aceptados y él no podía entrar con su esposa. Cuando se enteró de que podía entrar solo no quiso hacerlo por pudor, no le gustaba mostrarse sin la n, y lo hacía muy de vez en cuando.
Hasta que ese ámbito se fue abriendo, fue ganando la tolerancia y parejas que antes eran excluidas ahora eran aceptadas. La ñ fue una de las primeras junto con la cedilla y unas cuantas parejas del francés que usaban acento agudo (que se parecía mucho al tilde amigo suyo), acento grave (que era invertido) y acento circunflejo, que era como una pequeña corona.
El tilde quedó particularmente maravillado con el acento grave, que se aplicaba sobre las vocales igual que el del español pero tenía otros usos. Tanto que se separó de la n y se fue a vivir con él. Y ahí se encuentran todavía, a la izquierda del 1, siempre listos para entrar en acción.

El flerzo verlederino

Cuando mi flerzo salió por la sertena, corrí joltiendo a ñapar la serta. Pero, a pesar de mis quiñones, el flerzo terminó gortando todo el lapot, desde el hudón hasta el rófolo. Tuve, entonces, que quinitizar. Pero no necía el sortozo en ese fultancio. Fue intálajo conseguir huntoros para el clorto. Hasta que, por zozozo, flarcilipé la sertónica. Y entonces bística, la giracité.
No obstoncio, turultenca continuaba sintacticando. Musca el flerzo, musca los huntoros. El rocorío humbaba al yulco. Toda la noche. Cuando queradía, yusté la sinca hasta que la fera jitaba el íboro.
Pensé que galto era sufortonde, como si retero fuera tan voliz. Unta punté al faltón, hasta que trofé la cofta y, sortó, fortata. Pero momentos después sirtupetó Horacio. Me dijo que la jurta debía ser giracitada sin rófolo, que todo el sócolo sabía eso, y que antes de hacer tenía que preguntarle, cartajo. Pedí sintorpas, no sin flarme de gonor y besadumbre. Horacio comprantió mi colgosidad, pero me abfortó que no podía hertintear de esa latera.
Decidí entonces artifar mi comprosaco, para que todos huciéramos las gosas y no rubiésemos fartonos en el retanco. Desde ahora rendé más goldado. Espero que todo salga bien.

Diccionario de dudas

abad: el que manda en un monasterio, convento o alguna de esas comunidades religiosas.
abdomen: una parte del cuerpo, cerca de la panza. Casi seguro está en el torso.
apogeo: cuando la luna está en el punto más lejano de su órbita, o el más alto, o tal vez cuando tapa al sol.
bellota: como si fuera una almendra, pero no es.
billón: puede ser mil millones o un millón de millones.
bronquio: conducto de respiración de los peces, pero por alguna razón los animales terrestres también tienen.
caimán: casi un cocodrilo.
calabaza: viene a ser una especie de zapallo.
celtas: antepasados de los franceses, que vivían en lo que hoy es España.
cigüeñal: parte del motor de un auto, como los pistones.
cuadrilátero: cuadrado que no necesariamente es cuadrado.
cuclillas: cuando el cuerpo está agachado sobre las piernas flexionadas o algo así.
derrotero: cuando uno sigue un camino y en el transcurso es derrotado varias veces, posiblemente.
dotación: como un regimiento, pero de bomberos.
edén: donde vivía determinada pareja hace bastante.
efervescente: persona a la que le salen burbujas por su entusiasmo.
entraña: la parte de adentro de algo.
eritrocito: glóbulo blanco, o tal vez rojo. Por ahí plaqueta. Es algo que está en la sangre.
exabrupto: cuando uno es insultado, pero mucho.
fantasma: algo que no existe, pero existe.
formidable: grosso.
forraje: lo que comen los caballos, o material que se lleva en el carro para disimular lo que hay adentro.
fuelle: puente de la guitarra.
gacela: viene a ser como un ciervo, suele ser comido por los leones.
Gardel: cantor argentino, de nacionalidad uruguaya y nacido en Francia.
garza: ave acuática que muchas veces levanta una pata.
gonorrea: enfermedad parecida a la sífilis.
hexágono: figura que tiene seis lados, salvo que tenga más.
hibernar: lo que hacen los osos cuando duermen.
huraño: tipo raro, que no se sabe muy bien qué es.
imagen: lo que se forma cuando alguien ve.
indio: nativo de la India, o de América.
infusión: té, pero no siempre es té.
isla: masa de tierra rodeada de agua, como los continentes.
jabalí: cerdo que no es chancho.
Jesucristo: hijo de Dios, el Mesías, un profeta, un hombre como cualquier otro o un personaje de ficción.
káiser: algo así como el presidente de Alemania.
karma: lo que va a pasarle a uno, o lo que queda cuando se porta mal.
lagarto: casi un cocodrilo.
láudano: como una droga, se usaba en el siglo XIX.
lepidóptero: algo parecido a una mariposa.
lúpulo: planta o parte de una planta.
maniqueísmo: doctrina filosófica según la cual, probablemente, todo se divide en dos posibilidades.
mastodonte: dinosaurio o mamífero extinguido. Se ve que era muy grande.
melodía: parte de la música que se puede tararear.
monoplano: avión con una sola ala, o con un solo piso, o muy antiguo, o algo.
néctar: sustancia que las abejas recogían para llevar a los dioses.
notorio: debe ser algo que se nota.
nucleótido: lo que está adentro del ADN.
ofrenda: regalo con la idea de recibir un favor a cambio.
ozono: heroico compuesto químico que protege a la Tierra de alguna cosa.
oscilar: ir de un lado a otro y volver.
paleta: igual al jamón pero no es jamón.
parmesano: queso rallado, o de rallar.
pardo: debe ser un color, probablemente parecido al violeta.
pilote: palo que hay en las casas, debe sostenerlas.
proteína: como la vitamina, pero no.
pterodáctilo: dinosaurio volador del que no descienden los pájaros.
quena: digamos que es una flauta.
rata: es al ratón lo que la rana es al sapo.
repostería: torta o baño de chocolate.
ron: como si fuera vodka.
rústico: más o menos.
salomónico: que se divide en dos. Ver también maniqueísmo.
superfluosidad: algo que está de más, o algo que tiene mucha pompa.
sustantivo: nombre propio, cualidad, calificación, separador o algo así.
testosterona: hormona del hombre, o tal vez de la mujer. Hormona humana.
tótem: objeto que hacían los indios, o los nativos de algún lado.
troglodita: inadaptado, o poco educado.
universo: lugar donde está todo, salvo lo que pueda estar afuera.
usanza: cualquier cosa que pueda ser, es vieja.
variopinto: medio loco, trastornado o diverso.
Washington: nombre que le ponen los uruguayos a sus hijos por ser la capital de Estados Unidos, o al revés.
xilófono: instrumento al mismo tiempo de percusión y teclado, que no suena como el piano.
yacaré: casi un cocodrilo.
zueco: calzado, probablemente proveniente de Suecia.