El paraguas compañero

El paraguas recorre el mundo conmigo. No lo llevo siempre, sólo cuando veo el peligro de que llueva. Es mi guardaespaldas. Viene conmigo a todas partes, y normalmente lo único que hace es acompañarme. A menos que se manifieste la razón de su presencia, sólo está ahí, y pasea conmigo.

No necesariamente quiero llevarlo. Pero con el tiempo le he tomado cariño. Es un paraguas de mujer. Lo llevo colgado en la espalda, y he decidido que mi hombría no se ve amenazada por eso. Al contrario: libera mis manos para poder hacer otras cosas. Es un arma que llevo oculta, a veces olvidada, en la espalda, como las flechas de Guillermo Tell.

Cuando es necesario, me protege. Para eso está. Lucha contra la lluvia y el viento para que yo permanezca ileso. No siempre es posible. Yo tengo que cooperar, tratarlo bien, y él se abre para que mi vida sea mejor.

Siempre está listo para actuar ante el menor acecho. Cuando lo necesito actúa, y su presencia es bienvenida. Tanto que a veces lo mantengo abierto cuando paró de llover. Nos complementamos tanto que no me doy cuenta, y ando por ahí con el paraguas abierto, sin percatarme de los murmullos de los transeúntes. No me importa lo que digan. Siento gratitud de que el paraguas esté ahí para mí, y no me molesta darle el gusto, cada tanto, de ver el sol.

El país donde se usa la luz de giro

El país donde se usa la luz de giro es un país algo predecible, sí, pero qué lindo. Los parpadeos permiten ver el futuro, y adecuarse a él. Todos marcan el camino, no para que los sigan, sino para que los otros elijan qué hacen. Es porque es un país en el que la gente piensa en los demás. Todos se acuerdan de que existen los otros, y lo tienen en cuenta. No dejan de hacer lo que pensaban hacer. Sólo avisan cuando es adecuado. Así deja de ser necesario adivinar. Uno se puede manejar mejor en la sociedad. Y al no tener que ocuparse de saber qué van a hacer los otros, queda el cerebro libre para dedicarlo a actividades que le permiten florecer.

Fútbol robótico

Llegará el momento en el que la tecnología permitirá una evolución trascendente en el deporte más popular del mundo. Ese día se podrá prescindir de los jugadores y reemplazarlos por máquinas, en lo que resultará un espectáculo mucho más atractivo que el actual.

Las posibilidades son casi infinitas. Dos equipos de robots humanoides, 11 contra 11, pueden jugar sin temor al cansancio, a las lesiones, a los problemas del campo de juego, a los cambios de hora o a la falta de oxígeno en algunos lugares de la Tierra. Sólo bastará con cargar las pilas de cada jugador y programar la táctica.

Los entrenadores tendrán un rol mucho más decisivo que el actual, porque los robots obedecerán a la perfección todas las instrucciones. Estarán capacitados para detectar a los robots del mismo equipo y a los rivales, analizar las posiciones y calcular en tiempos sobrehumanos la precisión y fuerza necesarias para cada pase.

Los robots no quedarán nunca en offside gracias a la presencia de un chip exclusivo para ese propósito. Siempre se mantendrán atrás de la pelota o atrás de dos defensores contrarios, pero buscarán sorprender a los rivales. Las defensas, en tanto, serán casi inexpugnables por perfección táctica y técnica, pero siempre quedará un agujero que los atacantes deberán descubrir. Igual que en el fútbol humano.

La adopción de robots permitirá abolir los árbitros y jueces de líneas, y reemplazarlos por computadoras que darán fallos inapelables al instante, y siempre justos. Las mismas computadoras podrán oficiar de tribunal de disciplina, si fuera necesario sancionar a algún robot.

No hará falta cambiar jugadores. Los técnicos podrán tener varios perfiles programados y cargarlos en cada jugador robótico con sólo presionar un botón. ¿Me expulsaron al arquero? Ningún problema, un jugador de campo es programado como arquero y el partido sigue. Mientras tanto, el mainframe del club calculará las mejores posiciones para cubrir los espacios de ese partido con un jugador menos y se las transmitirá a los jugadores, que las adoptarán de inmediato al menos que el entrenador disponga otra cosa.

La labor del director técnico será muy distinta a la actual. No será necesario entrenar a los jugadores durante la semana. En su lugar, el DT y su equipo de analistas de sistemas proveerán la creatividad del equipo al probar variantes. Claro, los equipos grandes correrán con la ventaja de tener computadoras más potentes que analizarán más datos en menos tiempo, y eso puede verse como una injusticia. Pero siempre decide la creatividad, y las máquinas nunca serán creativas.

Los mejores entrenadores serán los más estudiosos, los que estén todos los días investigando formas nuevas de ubicar a los jugadores, catalogando todas las maneras posibles de pasar la pelota, calculando jugadas básicas irreductibles y sus variantes aplicadas. Quienes tengan esa capacidad serán los más exitosos y, por lo tanto, los más cotizados. Y serán bien cotizados, porque de su capacidad dependerá exclusivamente la suerte de cada equipo.

Los equipos robóticos serán inmunes a los proyectiles que puedan ser tirados desde las tribunas. En caso de que un jugador se averíe, no se reemplazará a todo el robot sino sólo la parte averiada. Cada club contará con un taller donde se repararán futbolistapartes.

El problema de los jugadores enviados a las selecciones se solucionará haciendo una copia exacta del jugador convocado. De esta manera, podrá actuar en la selección y seguir en su club al mismo tiempo.

Las tribunas verán inútil el aliento, porque los robots estarán programados para dar todo siempre, aunque no transpirarán las camisetas. Por lo tanto el público se quedará tranquilo. Para generar ambiente se instalarán robots en las tribunas que responderán de forma preprogramada ante cada acción del juego, de modo de enganchar a los espectadores reales. Para los partidos televisados, se reemplazará a los relatores y comentaristas por robots que también invitarán en cada momento a la emoción apropiada.

A medida que la tecnología vaya evolucionando, aparecerán máquinas que permitirán predecir los resultados de los partidos sin necesidad de jugarlos. Tendrán en cuenta las tácticas empleadas, las características de hardware y software de los jugadores y las condiciones del clima para determinar cada una de las incidencias del encuentro. Luego producirá una síntesis que pasará a engrosar las estadísticas. Claro que este método no será muy popular, porque no tiene mucho sentido simular un partido, así que los robots van a seguir saliendo a la cancha por más que no sea estrictamente necesario, aunque es posible que se recurra a las simulaciones cuando el calendario esté apretado.

El fútbol con robots mostrará unos cuantos contrastes con los partidos jugados por humanos. Se destacará la precisión táctica y disciplina del fútbol moderno en oposición a las limitaciones físicas que podían quitarle dinamismo al antiguo. Se producirán debates sobre si los mejores futbolistas de carne y hueso podrían jugar contra los robots, y quién ganaría entre un equipo robótico y uno humano. Al principio no habrá una respuesta clara para todo el mundo, pero la tecnología se seguirá desarrollando hasta que no quede la menor duda de la superioridad del fútbol robótico.

Mientras tanto, el fútbol jugado por seres vivos se convertirá en una añoranza de tiempos dorados. Quienes quieran despuntar el vicio podrán hacerlo de manera amateur, e incluso podrán imitar a los robots en sus partidos. Se completará de esta manera el círculo que empezó cuando a un programador se le ocurrió simular en una computadora las acciones de los futbolistas.