Asuntos privados

Yo sé, querido lector, que esperás que te cuente las cosas que me vienen pasando. En algún momento consideré hacerlo. Pero después resultó que no tenía ganas. Lo que ocurre en mi vida es algo privado, y no tengo por qué ventilarlo en mi literatura. De hecho, en general no lo hago, y las veces que alguna verdad se cuela, deja de importar que sea verdad. Se convierte sin chistar en ficción.
La intención es escribir textos que estén buenos para que vos los leas, no informarte acerca de las vicisitudes con las que me choco. Está claro que los hechos que ocurren en mi vida tienen algún tipo de influencia sobre lo que escribo. Las cosas que pasan por mi cabeza de alguna manera quedan dando vueltas, y pueden terminar escritas, aunque se vuelvan irreconocibles. No es un problema, ni tampoco una virtud. Lo que uno emite está relacionado con lo que recibe, y no hay mucho que hacer al respecto.
Pero eso no significa que tenga que hacer crónicas de la vida, como si mi misión fuera informarte, o como si esto fuera una especie de diario íntimo privado. No, señor. Si querés esas cosas, leé Radiolandia. Si vas a leer lo que escribo, como lo estás haciendo, evitá la expectativa de que el texto sea sobre algo distinto del texto mismo.
Las cosas que me pasan no te tendrían que importar, ni te incumben, ni tendrías que saberlas para entender lo que estás leyendo. Este texto, sin ir más lejos, podría tener orígenes en cosas que me pasaron o me están pasando, o quiero que me pasen, pero eso no es lo importante. La idea es que el texto se sostenga por sí mismo, sin necesidad de que la biografía del autor le dé algún marco de comprensión.
Las obras no son mejores por estar basadas en hechos reales. Sé que muchas películas se promueven con esa idea, y nunca le vi el sentido. Lo que quiero es ver una película buena, y si lo que me informan que pasó no se presta a eso, la película deja de valer la pena. Sería preferible que mejoraran lo que ocurrió, incluso si lo que queda no tiene nada que ver con lo que era. La realidad no tiene por qué ser más que un punto de partida.
Si tenés ganas de saber lo que me pasa, preguntame, llamame, mandame un mail. Eso si me conocés. Si no me conocés, menos tendría que importarte. Fijate si disfrutás el texto y te dejás de demandar autobiografías innecesarias. Y si pensás que en otros textos aprendiste algo sobre mi vida, aprovecho para, por esta vez, pasarte una información: no ocurre así. Si algo que escribí guarda relación con algo que pasó, es sólo porque creí que lo que pasó era buena literatura. Y eso no es más que pura coincidencia.