Teoría de la lengua

Los teóricos lingüísticos están abocados a las tareas de análisis de los diferentes lenguajes que se hablan en la Tierra. Estudian sus relaciones, sus difrencias, sus similitudes, tratan de establecer cómo era la lengua madre, si existió, de la que descienden todos los idiomas actuales. Es una tarea monumental, que no será completada en mucho tiempo.
Por otro lado, ése es un estudio menor, comparado con lo que se puede saber sobre la estructura de los lenguajes en sí misma. Al estudiar los pensamientos que se traducen a lenguajes, se observa un proceso de transformación. Todo lenguaje es metáfora, se dé cuenta o no quien lo ejecuta.
La metáfora es la esencia del lenguaje. Sin ella no hay habla, sólo una rudimentaria abstracción. El hombre lo ha estado haciendo durante milenios. Es muy difícil encontrar los puntos de partida.
Lo que se busca es la metáfora madre. Aquella de la que parten todas las otras metáforas, las que permiten entender el mundo todo. Hay dos corrientes principales. Una sostiene que no existe, la otra que sí. Y esta última está empeñada en encontrarla. Una vez hallada, afirman, no habrá necesidad de otra. La metáfora madre acabará con todos los lenguajes.

Avión a reacción

Avión a reacción
avión a reacción
avión a reacción.
Casi puedo recordar tus caras extrañas
esa vez que me dijiste
que te ibas a casar pronto
y avión a reacción, pensé que el único
lugar solitario era la luna.
Avión a reacción (uu uu uuu uu)
avión a reacción (uu uu uuu uu).
Avión a reacción
¿fue tu padre tan estricto como un sargento mayor?
¿cómo es que te dijo que
casi no tenías la suficiente edad?
y avión a reacción, pensé que el mayor
era una dama activista por el voto femenino.
Avión a reacción (uu uu uuu uu)
avión a reacción (uu uu uuu uu).
Ah, madre, ¿quieres que el avión a reacción me ame siempre?
Ah, madre, ¿quieres que el avión a reacción me ame siempre?
Ah, madre, mucho más tarde.
Avión a reacción
con el viento en tu pelo de mil cordones
súbete atrás e iremos
a pasear en el cielo
y avión a reacción, pensé que el mayor
era una dama
activista por el voto femenino.

La historia de tu vida

—¿Por qué, Facebook, me botoneás que estoy en el teléfono?
—Porque estás en el teléfono.
—¿Pero por qué tenés que anunciarlo al mundo entero?
—¿No te gusta?
—Yo decido quién se entera, no vos.
—Es que es una alegría por fin tenerte en móvil. Ahora te voy a ver más seguido. Estaba muy contento, tenía que compartirlo con todo el mundo.
—¿Pero tenés que decirle también a los que tengo bloqueados? ¿Para qué tenés los seteos de privacidad?
—Esos seteos son para lo que publicás vos, no para lo que anuncio yo.
—¿Sabés qué pasa? Yo también quería tenerte en el teléfono. Está bueno. Pero nadie tiene por qué enterarse si estoy en el teléfono o en la computadora. ¿Cuál es la diferencia?
—Hay una diferencia. En el teléfono lo lógico es que tengas menos tiempo, entonces aviso que estás ahí.
—Ése es el asunto. Vos no tenés por qué avisar nada. Aviso yo, en todo caso. Te pasaste.
—Bueno, perdón, no sabía que te ibas a poner así.
—Y encima ni siquiera me das la opción de borrar ese aviso. Como que nunca se te ocurrió la posibilidad de que alguien pudiera no querer decirlo. ¿Cómo puede ser?
—Bueno, disculpame, en el futuro voy a tener en cuenta tus sugerencias.
—El problema es que ahora no confío en vos. Si se me ocurre comprarme una tablet, por ejemplo, voy a debatir si ponerte ahí o no.
—Capaz que para ese momento las cosas son distintas.
—Sí, y yo voy a tener que averiguar, en tu sistema de ayuda que seguramente habrá sido rediseñado varias veces, cómo es en ese momento. Y voy a tener que tener cuidado de que la información que encuentre esté actualizada.
—Usá mi buscador, es muy bueno, tiene tecnología Bing.
—No, gracias. Se ve que no entendés nada.
—Bueh, hacé lo que quieras. Yo sólo intento facilitarte la vida.
—Entonces no hagas lo que no te pido. Sos un servicio para facilitarme el contacto con mis amigos. No sos un amigo.
—Ay, no seas así. ¿No te sentís mi amigo?
—No si imponés tu criterio sobre el mío así nomás. Mis amigos me respetan.
—Está bien. Pero no olvides que estoy trabajando para ser cada día mejor. Vos ni siquiera probaste el Timeline. No sabés lo bueno que está.
—Lo probaría si me dejaras volver al anterior si no me gusta.
—No, el anterior es una porquería.
—Pero antes decías que era fenómeno.
—Eso fue antes. Ese perfil es re 2009.
—Pero sirve para mis propósitos. Y sé que tarde o temprano me vas a pasar al otro de prepo. Entonces lo mantengo mientras puedo.
—A veces un amigo tiene que hacer cosas que no te gustan, por tu bien. Vas a ver, va a llegar el día en el que no te vas a acordar cómo hacías sin el timeline.
—Y, otra no me queda, ¿no?
—No.

Mi casa por la ventana

Yo también quise tirar la casa por la ventana. Pero fue más difícil, porque vivía en un departamento. Y no vivía en el último piso, sino en el sexto, en un edificio de diez. Sabía que si tiraba mi casa por la ventana, los pisos de arriba se podían venir abajo. Y eso no le convenía a nadie.
Entonces decidí que no podía tirar el departamento entero. Tenía que dejar las columnas que sostenían el edificio. Después de todo, esas columnas no eran parte integral de mi casa, sino que lo que podía llamar mío estaba construido a partir de ellas.
Elegir la ventana fue fácil, porque había sólo una panorámica que tenía una gran vista a la calle. Podía ver si los escombros le iban a caer a alguien. Me pareció que lo mejor era hacerlo un día de poco tráfico.
La decisión fue tirar la casa en enero. Pensé que no lo iba a poder hacer, pero dio la casualidad de que los cuatro pisos de arriba quedaron vacíos, porque todos se fueron de vacaciones. Entonces era la oportunidad para concretar mi sueño.
Agarré un pico y me puse a destruir las paredes internas. Cada cascote iba al suelo, a la vereda o a la calle. Cada tanto me asomaba para ver cómo se acumulaba mi casa en la vía pública. Me daba placer ver crecer la pila de escombros. La sentía como algo mío. Efectivamente, eran escombros de mi propiedad, pero había algo más. Al contrario que la casa, que era comprada, esa pila de escombros, aunque fuera producto de una destrucción sistemática, era algo que había construido yo, con mis propias manos. No hay nada como eso.
Del mismo modo, me llenaba de alegría ver el espacio que había ocupado mi departamento, cada vez más vacío. Porque además del departamento, era dueño del piso, y eso no lo pensaba destruir, era el techo del quinto. Podía conservar mi antigua vivienda, y construir una nueva, mejor.
Pero no pudo ser. De pronto, el sueño se derrumbó. Más exactamente, el edificio se derrumbó. Cuando terminé de tirar una pared, vi que el techo que estaba sobre ella empezaba a crujir. Y me di cuenta de que había metido la pata. Estaba claro que debía escaparme de ahí. No me había dado cuenta de tener a mano un paracaídas. Pero la pila de escombros ya llegaba casi hasta la altura donde estaba. Corrí hacia ella, salté justo a tiempo. Desde ese costado, mientras bajaba, vi cómo los pisos de arriba caían sobre los de abajo, hasta que el edificio formó otra pila de escombros, mucho más grande, que nadie diferenció de la mía.

El atraso no es nuestro

Sí, es cierto. Ustedes, gente del futuro, tal vez no se dan cuenta. O lo consideran algo tremendamente atrasado. Pero no, les voy a explicar, nosotros tenemos una herencia cultural que nos hace ser como somos. Por eso todavía usamos QWERTY.
Ustedes, allá lejos en el futuro, seguramente no pueden creer cómo usamos esa disposición de letras. Algunos de ustedes, más avanzados, tal vez tengan dificultades para aceptar que usemos teclados, o incluso letras. Pero si fueran a usar uno, elegirían los que están bien hechos, no los que, como el nuestro, están armados expresamente para dificultar la escritura.
¿Qué somos, estúpidos? No, lo que pasa es que aprendimos así. Estamos acostumbrados a esos teclados, a apretar con los dedos más débiles las letras que más usamos. Es casi una forma de explotación. Lo sabemos. Pero para cuando nos dimos cuenta, ya era tarde. Nuestros padres, nuestros abuelos tipeaban así desde que en el siglo XIX alguien decidió que la máquina no se le iba a trabar tanto si ponía un teclado para escribir lento. Después se desarrollaron técnicas de velocidad que serían aún mejores si se aplicaran a teclados buenos, pero nadie los usa.
Claro, alguien en el medio entre nosotros y ustedes tomó la iniciativa y tuvo éxito. Se hizo la reconversión. De repente una generación empezó a tipear con teclados eficientes. Tal vez ayudaron esos teclados virtuales que se pueden convertir fácilmente en otro. Y ahora (el ahora de ustedes) a nadie se le ocurre que alguien pueda usar el QWERTY más que para molestar. Pero no, durante mucho tiempo se usó, muchas grandes obras fueron escritas con él. No se rían, es así. Qué quieren que haga.
En realidad, estoy asumiendo que ustedes resolvieron ese asunto. Pero tal vez no. Tal vez siguen con el QWERTY, por la misma razón que nosotros. En ese caso, ustedes están mucho más atrasados, así que no nos pueden decir nada. Culpen a los del siglo XIX. Pero fíjense, ésos inventaron la máquina de escribir, algún mérito tenían.
¿Y si lo que asumo está mal? En una de ésas no modificaron el teclado, pero sí el lenguaje. Tal vez ahora las letras que más se usan son DFGHJK. Así, el teclado que a ustedes les parece calculado para ser lo más eficiente posible, en realidad es producto de una especie de selección natural lingüística, que fue lentamente modificando lo que se escribía hasta que cambió la manera de hablar.
Podría ser. En ese caso, nuestras culturas actuales serán responsables de esos cambios. Espero que sean para bien.

La conversación

Estábamos conversando. Mejor dicho, yo estaba ahí, pero ellos estaban conversando. Yo seguía la conversación. Iban saltando de un tema a otro. Primero hablaron de cómo hizo cada uno para llegar. Se intercambiaron consejos para llegar más rápido. Después pasaron al clima, porque justo ese día se había dado un fenómeno climático que algunos habían visto en el camino. Otros lo habían visto en el noticiero, y eso provocó que la charla pasara a ser sobre otra cosa que habían visto en el noticiero: las novedades sobre un hecho policial del que se venía hablando hacía tiempo, y justo esa semana se había producido un acontecimiento decisivo. En eso, uno de los que estaban ahí comentó que se había visto envuelto en otro hecho policial, de envergadura menor. Contó cómo consiguió que no pasara a mayores. Rápidamente todos intercambiaron relatos de las últimas veces que sufrieron robos, vieron el riesgo de ser asesinados o vieron cómo a algún tercero le pasaba lo mismo.
En el medio de lo que se decía, volaban chistes, que eran recibidos con distintos grados de risa. Cuando terminaron las anécdotas policiales, alguien asoció la palabra “ladrón” con un futbolista en particular, que había protagonizado una jugada curiosa en un partido jugado pocos días atrás. La charla viró hacia lo acontecido en ese partido y en los otros que se habían jugado en esos días. Pronto la perspectiva se concentró en los que se jugarían en las jornadas siguientes. Se produjo un intercambio de opiniones firmes sobre lo que pasaría. Algunos de los participantes tenían razón, y en pocos días se sabría quiénes. Las mujeres participaban de esta parte de la conversación, aunque su parecer no era tenido en cuenta como especialmente válido por los hombres.
Pronto las mujeres llevaron la conversación hacia temas de farándula. El puente fue una modelo que estaba saliendo con un futbolista, que justo esa semana había protagonizado una pelea pública con otra modelo, de la que se había hablado bastante en la televisión, en los momentos en los que no se hablaba del hecho policial. Todos estaban al tanto de lo que había ocurrido, pero no duró mucho ese segmento. En su lugar, pasó a hablarse de un comercial que protagonizaba la otra modelo, la que se había peleado con la novia del futbolista.
Comenzó en ese momento el segmento de comerciales, que duró unos cuantos minutos, muchos más que un corte comercial típico. Comentaron los avisos que más les habían llamado la atención en los últimos meses. Pero algunos no los habían visto todos, entonces los que los habían visto se los contaron y explicaron que, en realidad, era mejor verlos que escucharlos contados. Luego alguien cantó un pedazo de un jingle de algunas décadas atrás, pero equivocó la marca que promovía. Se produjo entonces una polémica. Algunos decían que era de una marca de detergente, otros que eran de su competencia. Unos pocos pensaban que se trataba de un yogur. Es posible que alguno tuviera razón, aunque la cuestión no se llegó a aclarar porque alguien se acordó de una película que había visto el fin de semana anterior, y preguntó si alguien más la había visto. Los dos que compartían la experiencia empezaron a comentar el film, y a recomendar a los demás que fueran. Entonces los otros, que no habían visto esa película pero habían visto otras, mencionaron cuáles habían visto, y también adónde habían comido después, y el precio del estacionamiento. Esto derivó en una charla sobre los precios en general, que desembocó en comentarios de la actualidad política. En ese momento la conversación adoptó un tono más fuerte. Se produjo un debate caluroso, en el que dos bandos rápidamente diferenciados se acusaban mutuamente de no entender cómo funciona el mundo. Encontraron un poco más de consenso cuando se pasó a la actualidad internacional, ámbito en el que justo esa semana se había producido un conflicto entre dos países, que amenazaba con escalarse. Todos acordaron que era preciso asegurarse de que hubiera paz, aunque no a cualquier precio, pero no hubo acuerdo sobre qué precio era aceptable. En ese momento uno de los participantes me vio, notó que hacía mucho que no hablaba y me preguntó mi opinión.
Le dije que no sabía. Yo era sólo el narrador.

Progreso y Armonía

El 15 de noviembre de 1889, Brasil dejó de ser imperio y pasó a ser una república. Sé muy bien la fecha porque vivo a media cuadra de la calle que tiene como nombre justamente esa fecha, con año y todo. Una rápida búsqueda me permite saber que fue viernes. Esta información que no figura en el nombre oficial de la calle, a pesar de que es tan completo que, durante muchos años, en la señalética figuraba con letra más chica que las otras calles.
No tengo nada contra Brasil. Estoy a dos cuadras de la avenida con su nombre. Tampoco tengo nada contra su forma de gobierno. Me parece muy bien. Pero no sé si me gusta tanto tener como entrecalle a la conmemoración de la fecha en la que se estableció esa forma de gobierno, en lugar de conmemorar a la forma en sí. No está la calle Repúblicas Limítrofes, ni la calle Abolición de Imperios. Sólo esa fecha, que hay que buscar meticulosamente para saber a qué corresponde. Sólo me enteré porque en una visita a Brasil (el país) encontré una calle llamada como la misma fecha. Los lugareños me supieron decir.
No sé si está bien celebrar con una calle la forma de gobierno de un país. Está la calle Chile, que sigue siendo así independientemente de las circunstancias políticas de la vecina nación. Homenajea a ese territorio, sus habitantes y su hermandad con nuestro pueblo, o algo. Por otro lado, la calle República de la India no parece homenajear a la India, sino a la república fundada en 1948. En el mismo año fue establecido el Estado de Israel, que tiene también su calle, sólo llamada así una vez que ese estado fue reconocido internacionalmente, a pesar de que el territorio ya existía.
No hay ninguna calle llamada 1948, a pesar de que dos países de larga data establecieron sus repúblicas en ese año. Posiblemente se decidió hacer un doble homenaje al país y a su forma de gobierno en el mismo acto. Las calles sin nombre no abundan.
Pero eso no impide cambiar los nombres de las calles que ya están. Por ejemplo, mi otra entrecalle se llama Cátulo Castillo, en homenaje al poeta y autor de tangos. No sé mucho sobre él, ni tengo nada en su contra. Puedo suponer que ese homenaje es merecido. Pero pronunciar ese nombre siempre me hace un poco de ruido, porque me acuerdo cuando la calle se llamaba Pedro Echagüe. Con ese nombre la conocí, y para mí es su nombre “verdadero”. Muchos todavía la llaman de esa manera, y a veces yo también, por más que el cambio fue hace más de veinte años.
Pero hace poco me enteré que no ése no fue primer nombre. Antes de ser Pedro Echagüe, esa calle se llamaba Progreso. Y resulta que 15 de noviembre de 1889, antes de llamarse así era Armonía. O sea que, de no haber sido por esos cambios, yo en este momento viviría entre Progreso y Armonía. No puedo evitar sentir que me sacaron un poco de magia.

La isla de la tentación

Roy Cervezo fue el afortunado ganador del concurso para pasar una semana en la Isla de la Tentación, la isla donde todos cumplen sus fantasías más deseadas. El premio incluye actividades de cualquier índole en la semana de estadía en la isla, sin cargo alguno.
La isla cuenta con las siguientes instalaciones que estarán a disposición de Roy:

  • Cantidad ilimitada de plástico de burbujas, para ser explotadas cuando el visitante así lo desee.
  • Frascos de cola vinílica en cuyas paredes laterales hay cola solidificada chorreando, que permite ser arrancada.
  • Charcos permanentes para saltar encima, llueva o no.
  • Ventanas desde las cuales escupir.
  • Campana de hotel y bocinas de bicicleta para hacer sonar en cualquier momento, del día o la noche.
  • Amplio surtido de comidas crudas, como ñoquis o bizcochuelo, aptas para el consumo tal como están.
  • Plomo para fundir.
  • Recepcionistas que se dejan reventar los granos.
  • Lupas para encender fósforos.
  • Globos de chicle listos para ser destruidos con el dedo del visitante.
  • Pintura y paredes adecuadas para hacer graffitis.
  • Tapas de botellas de Gatorade.
  • Hielo seco y agua para sumergirlo.
  • Paquetes de papas fritas con la obligación de ser consumidos enteros.

Demanda del público

A pesar de que cuando anunciamos que la siguiente era nuestra última canción hubo protestas, cuando la terminamos el público no pidió bis. Nos figuramos que era porque todos sabían que en realidad el bis es parte del programa, y siempre los hacemos. Por lo que hubo aplausos cuando volvimos al escenario, pero no sorpresa.
Tocamos un par de temas y nuevamente saludamos. Era la despedida definitiva. Pero el público no estaba conforme, quería que el recital continuara. “Una más, y no jodemos más” gritaba el público.
Los pedidos tan efusivos nos persuadieron de hacer otro tema. Nuestro segundo regreso al escenario fue más festejado que el primero, porque confirmaba un triunfo de la demanda popular.
Hicimos el tema, uno de nuestra primera época que todavía nos sabemos pero no solemos hacer más en vivo, y cuando terminamos volvimos a saludar para irnos. Pero el público seguía exigiendo más. “Una más, y no jodemos más” gritaba otra vez el público.
Nuestro cantante se acercó al micrófono, generando expectativa. Sin embargo, lo que quería era protestar. “Ya habían dicho lo mismo antes, hicimos una más, ¿dónde está su parte del trato?”
El público no hacía caso. “Una más, y no jodemos más” seguía gritando. Pero ya no teníamos más temas ensayados. Habíamos dado todo en el recital más los bises. Entonces saludamos nuevamente, ignoramos los pedidos del público y nos fuimos. Se apagaron las luces del escenario y se encendieron las de la sala, para no dejar dudas de que el adiós esta vez era final.
Luego de esperar un tiempo prudencial por si queríamos sorprenderlos con un tercer bis, el público captó la idea y se retiró de la sala lentamente, entre protestas. Se sentían traicionados por nuestra falta de voluntad de obedecerlos. El hecho arruinó la percepción de un recital que habíamos disfrutado todos.
Es una lástima, pero está claro que con el público entusiasmado no se puede razonar.

Dicotomías

¿Realidad o ficción?
¿Tarde o temprano?
¿Lennon o McCartney?
¿Ortega o Gasset?
¿Local o visitante?
¿Marido o mujer?
¿Diéresis o crema?
¿Venado o tuerto?
¿Navarro o Montoya?
¿Paseo o Colón?
¿Conan o Brien?
¿Alfa o mega?
¿Ipso o facto?
¿Barack o bama?
¿Paño o lency?
¿Juegos o límpicos?
¿Eme ene o pe cu?
¿Pityrosporum o vale?
¿Vamos a la playa o oó-oó?
¿Daguerre o tipo?