Nombres descriptivos

Cuando se inventó el automóvil, no se usó demasiada creatividad para ponerle un nombre. Sólo era una descripción de lo que la máquina hacía: moverse sola. Resultó un nombre exitoso porque precisamente ésa era la novedad. Aunque lo que fue exitoso no fue necesariamente el nombre sino el invento. Seguramente hubiera vendido la misma cantidad si se hubiera llamado “sinequino”, “terteo” o “Rodolfo”.
La costumbre de ese nombre siguió siendo adoptada en muchos artefactos de uso cotidiano, como el lavarropas o el quitaesmalte. Aunque no sea creativo, es innegablemente un recurso muy práctico.
Otra consecuencia de la invención del auto fue que la velocidad alcanzada generaba una corriente de aire molesta para el conductor y los acompañantes. Entonces se incorporó al invento un vidrio transparente, que permitía ver adelante y, además, paraba esa inconveniente brisa. Se le puso, entonces, el nombre “parabrisas”.
El parabrisas, sin embargo, pronto tuvo sus propios inconvenientes. Se ensuciaba, sobre todo los días de lluvia. Fue necesario inventar un dispositivo para limpiarlo. Y así como el lavarropas lava la ropa, para limpiar el parabrisas se usa el “limpiaparabrisas”.
Todos estos inventos fueron muy exitosos, porque eran necesarios. Nadie quiere comprar un limpiaparabrisas, pero para tener un auto se necesita parar la brisa y ver a través del dispositivo que lo hace. Entonces el limpiaparabrisas se volvió estándar en todos los autos.
Pero no se terminaron con él los problemas. El limpiaparabrisas también se ensucia. Entonces los autos empezaron a venir con un dispositivo para lavarlo. Se denomina “lavalimpiaparabrisas”, pero se lo conoce informalmente como “sapito”.

Charlando con el verde

Estaba acá sentado, sin molestar a nadie, cuando se hizo presente una criatura verde, con una antena roja y una amarilla.
“Hola”, me dijo.
No tenía muchas ganas de hacerle caso, entonces lo ignoré. Pero él insistió.
“Hola, soy Segismundo”, me dijo y ya que estaba agregó una pregunta: “¿y vos?”
“Puta, me parece que voy a tener que darle charla”, pensé. Entonces decidí hacer caso y le contesté. “Soy Roberto”.
Pero Segismundo no recibió la respuesta con el entusiasmo que esperaba. “No te sientas obligado a darme charla”, me dijo.
Me llamó la atención su comentario. Era muy parecido a lo que había pensado. ¿Podía leerme el pensamiento?
“Exacto, puedo leerte el pensamiento”, contestó Segismundo sin que se lo preguntara.
“La puta, la puta”, pensé, pero me calmó. “No te preocupes, entiendo perfectamente lo que sentís, en general a los terrícolas les molesta que lea su pensamiento. Lo que pasa es que es la mejor forma de comunicarme, porque la gente miente cuando habla”.
Eso era cierto, y lo acababa de hacer. Sin embargo, hay muchas cosas que no quiero que se entere nadie y por eso no las digo.
“Es lógico que todo eso que estás pensando no quieras que los demás se enteren, pero no tenés por qué alarmarte. Olvido rápido la información irrelevante”.
Pensé entonces qué podía ser relevante para una criatura así, y qué no. También me pregunté qué hacía acá conmigo. Pero no tuvo una respuesta para eso.
“La verdad, estoy acá de casualidad, estaba explorando un poco tu planeta y vine a dar a tu casa. Sos el primero que contacto. ¿Sos un ejemplar típico de tu especie?”
Lo pensé un momento y le contesté “no sé”.
“¿Por qué? ¿Cómo son los ejemplares típicos?” Tampoco sabía eso. Si lo hubiera sabido habría podido enterarme de si yo era uno.
Segismundo entendió. Le pareció razonable, incluso. Me preguntó entonces dónde podía encontrar a alguien típico. Le contesté que fuera a las provincias a buscar algún gaucho, que son los personajes típicos de este país aunque yo nunca me haya topado con uno. Pero antes de eso pensé “en el zoológico”, porque yo a veces tiendo a pensar idioteces antes de contestar algo en serio.
Segismundo se alegró. “Sí, los zoológicos están llenos de gente típica en todo el Universo. Lo único que hay que hacer es mirar fuera de las jaulas”.
Me ofreció acompañarlo, y pensé que podía ser interesante. Sin embargo, antes de contestarle me encontré en un vehículo con él. No era una nave espacial, sino el 118, que iba para el lado de Plaza Italia. Claramente se había metido en mi mente y había pensado cómo ir al zoológico.
“No fue así, sólo consulté la guía de la Tierra que traje acá”. “OK”, pensé, mejor que hiciera eso. Le pregunté si tenía plata para pagar la entrada, pero me dijo que no iba a hacer falta. Así como habíamos entrado en el 118, podíamos entrar al zoológico. Total, no íbamos a ver animales, íbamos a ver humanos.
“Para eso nos podemos parar en la puerta”, pensé y dije a coro. Y me contestó que sí, que podía ser, y de paso veíamos a la gente que no entraba al zoológico. Todavía no lo había decidido. Ya me enteraría.
En ese momento llegamos a Plaza Once y el colectivo se vació para luego llenarse. Segismundo se fascinó, porque entró un montón de gente que le causaba curiosidad. Entonces salió de su asiento y se trepó a las paredes usando sus dedos con ventosa. De inmediato alguien se sentó en su lugar, sin darse cuenta de que estaba lleno de una sustancia verde pegajosa. Por eso yo no me había movido ahí, habitualmente cuando estoy del lado del pasillo y el de la ventanilla se va, yo me corro para dejar pasar más fácilmente a otra persona y también para mirar al exterior. Pero esta vez no lo había hecho precisamente por esa razón, y la persona que se sentó me miró mal primero por haber tenido que esquivarme, y después por no haberle avisado de lo que pasaba. Yo le había avisado con el pensamiento, sin darme cuenta de que no lo iba a poder escuchar. Entonces le puse cara de pedirle disculpas.
Segismundo, en tanto, se me perdió de vista. Cuando llegamos a Plaza Italia no lo vi más, entonces seguí viaje, por las dudas que volviera. Pero en Puente Pacífico llegó un inspector, que comprobó que no tenía boleto y me tuve que bajar.
Así fue que perdí a Segismundo, y también fue así como no pude entrar a casa, porque no se dio cuenta de traer conmigo la llave. Pero cuando me abra, señor cerrajero, podré pagarle. La plata la tengo en casa.

Vintage Coke

El World of Coca-Cola de Atlanta no es sólo una atracción turística. Es un museo con todas las letras, donde estudiosos de todo el mundo concurren para obtener una sabiduría más completa sobre la Coca-Cola y otros productos de la misma compañía. La biblioteca del museo alberga toda clase de documentos históricos que pueden ser consultados por cualquier persona que posea las credenciales adecuadas.
La exhibición de envases y avisos de Coca-Cola que está disponible para el público en general es sólo una porción del material con el que cuenta el museo. Los salones de investigación tienen muchos elementos que aún no han sido inspeccionados por expertos. A cada paso aparece un descubrimiento nuevo. Un logo rechazado de la época del origen de la gaseosa. Un aviso olvidado por su contenido racista. Experimentos de envases. Fórmulas alternativas.
No es raro encontrar alguna novedad. Lo que sí es raro es que se abra una puerta escondida y aparezca una bodega con botellas envasadas en 1912, aún llenas, tapadas y con gas. Esto ocurrió el año pasado y el movimiento del museo se revolucionó gracias al hallazgo de Coca-Cola original de un siglo de antigüedad.
Las autoridades de la Coca-Cola Company, al enterarse del descubrimiento, tomaron cartas en el asunto. Muchos investigadores querían abrir las botellas para hacer experimentos químicos, o incluso probar el contenido. Las autoridades bloquearon el acceso a la bodega, pero se filtró la información de que algunas botellas fueron retiradas subrepticiamente por investigadores, que las sirvieron en funciones privadas. Corrió el rumor de que el sabor de la Coca centenaria era extraordinario. Que el paso del tiempo, siempre que no se perdiera el gas, mejoraba la gaseosa como ningún químico podía.
Los rumores fueron desmentidos, pero siguieron propagándose. Cobraron tanta fuerza que las autoridades se vieron obligadas a hacer algo. Se decidió organizar un concurso para que unos pocos privilegiados tuvieran el placer de probar la bebida añeja. Sólo una porción mínima de la bodega fue destinada a los gandaores del concurso. Varias botellas quedaron en el museo. Resultó la parte de más demanda del complejo, y el miedo al vandalismo hizo que fueran exhibidas detrás de un vidrio reforzado, como la Gioconda.
También se convocó a un panel de cocacólogos de renombre para que dieran su veredicto respecto del sabor. Ellos confirmaron los rumores: “nunca probé algo semejante”, afirmó el presidente del panel. El Laboratorio de la compañía fue encargado de replicar químicamente el sabor para el lanzamiento de la Vintage Coke, versión de lujo de la Coca-Cola destinada a mercados de alta gama. Pero se determinó que el sabor estaba dado por el decaimiento de las partículas que formaban la bebida original, que era prácticamente la misma que se vendía actualmente. Para replicar el sabor, hacía falta confeccionar la bebida nueva con partículas ya decaídas, que eran difíciles de conseguir y ensamblar, porque no necesariamente tenían las mismas propiedades que las originales.
Se debió abandonar el proyecto, pero fue reemplazado por otro más ambicioso a largo plazo. A partir de ahora, cada año se guardará una parte de la producción de Coca-Cola en una bodega especialmente ambientada. La bebida no se guardará en botellas, como antes, sino en barriles de vidrio herméticos, porque el consenso entre los cocacólogos es que el envase de vidrio es el que mejor conserva el sabor de la bebida. Cuando pase suficiente tiempo, se lanzará al mercado la Vintage Coke. Cada botella (o el envase que se use en ese momento) estará marcada con el año de origen de la bebida que contenga, lo que permitirá disfrutar a las futuras generaciones de la Coca-Cola añeja, a la que hoy tienen acceso sólo unso pocos privilegiados.

Bola de sangre

Ya me había acostado. Estaba por dormirme cuando cerca de mis ojos sentí el zumbido negro de un mosquito. La visión me despertó un poco, pero no lo suficiente como para despabilarme. Intenté, sin embargo, matarlo, sin conseguirlo. Como estaba casi dormido, decidí correr el riesgo de que se hiciera un festín.
Amanecí lleno de ronchas. Me picaba todo el cuerpo, incluso las partes que estaban tapadas. Evidentemente el mosquito se había metido entre las sábanas. Al levantarme, aún confundido por la somnolencia y los arañazos que me hice al rascarme, divisé en un rincón un punto rojo. Creí que era mi visión deformada, pero el punto se movía. Era el mosquito, que se había hecho tal banquete que había engordado hasta llegar a como diez veces su tamaño normal.
Se movía con dificultad, sin poder levantar mucho vuelo. Claramente, sus alas no estaban preparadas para sostener tanto peso. En un rápido despabilamiento, supe que tenía que matarlo. Aunque se había alimentado suficiente, se veía que no iba a dejar de comer cuando estuviera satisfecho. Podía seguir picándome, aunque sólo los pies y las pantorrillas. Se trataba de un mosquito glotón.
Entonces me acerqué más o menos sigilosamente. No era necesaria mucha sutileza, porque no tenía agilidad para escaparse. Además, requería muy poca precisión. Por eso lo pude aplastar sin dificultades. Pero debí haberlo pensado mejor, porque ahora en toda la pared hay un enorme manchón rojo.

El loco

Jerónimo era distinto. No se comportaba como el resto de la sociedad. La sociedad, entonces, lo miraba con extrañeza. No adaptarse a las prioridades y los gustos del resto de la gente era algo que Jerónimo pagaba caro. Pero no lo hacía a propósito. Él no se daba cuenta de que su manera de ser era distinta de la de los demás. Se limitaba a ser él.
Sin embargo, la sociedad le reclamaba que fuera más parecido al resto. No se lo reclamaba directamente, sino que se le enviaba un mensaje que Jerónimo nunca captaba, porque no le importaba lo que pensaran los demás. No tenía ninguna intención de hacerles daño, pero sólo le interesaba lo que pensaba Jerónimo. Y como él pensaba distinto que la mayoría, terminaba comportándose de manera excéntrica.
Pero la sociedad no lo veía como excéntrico, sino como peligroso. Entonces lo confinaron a un manicomio. Ahí estaría bien, pensaron. Estaría contenido, y tendría todas las chances de hacer todo lo que le gustaba hacer sin molestar a los demás con sus prioridades desviadas de la corriente.
Jerónimo no quería ir al manicomio. No paraba de decir que era sólo diferente. Y una vez adentro, lo comprobó. También era diferente entre los internados. De haber estado loco, sería igual que los demás, pensó. Sin embargo, los otros tenían prioridades que a él no le interesaban. Dentro del manicomio funcionaba una pequeña sociedad, de la que tampoco tenía ganas de formar parte.
Entonces Jerónimo volvió a salirse de la media. Seguía siendo el distinto. La situación forzó a las autoridades del manicomio a hacer un análisis, para ver si la determinación de internarlo había sido correcta. Y encontraron que sí, que todo indicaba que Jerónimo estaba loco.
Pero, ¿cómo se explicaba la marcada diferencia con los demás? Las autoridades decidieron hacer una evaluación general. Y encontraron que se habían equivocado. Los demás no estaban locos. Tal vez lo habían estado, pero ya eran personas normales.
Entonces los demás fueron liberados. En el manicomio sólo quedó Jerónimo, el único loco.

Cómo gritar un gol

  1. Hágase hincha de un equipo de algún deporte con arcos, preferentemente fútbol.
  2. Determine el día y la hora de un partido de ese equipo.
  3. Concurra al estadio o mire el acontecimiento por televisión.
  4. Siga con interés las circunstancias del partido. Cuando ve que es posible que la pelota entre en el arco del equipo contrario, llénese de anticipación.
  5. Si la pelota no entra, exhale su entusiasmo mientras grita “uh”. Ojo: no es un suspiro, hágalo con fuerza.
  6. Cuando el tanto es marcado, grite “gol” con todas sus fuerzas. Puede acompañar el grito con un movimiento de sus brazos, incluso puede saltar de su asiento, si es que se mantenía sentado.
  7. El grito debe salirle de la garganta, porque debe ser una reacción instintiva. No tendrá tiempo para colocar el aire de la manera más apropiada. Si ve que su garganta no hace esfuerzos, quiere decir que está pensando antes de gritar el gol. Si tiene que pensar antes de gritar el gol, lo está haciendo mal. Espere hasta el siguiente gol y vuelva a intentarlo.

Combo grande

En el bar de la estación de servicio ofrecían un combo. Por 8 pesos, se podía obtener un sándwich de milanesa y una Coca de 237 m3. Me pareció extremadamente barato, así que lo pedí.
En seguida me entregaron la milanesa, y me dijeron que la Coca me la daban afuera. Comí todo el sándwich antes de salir. Cuando terminé, necesitaba beber algo para bajarlo. Así que tomé el sorbete que me habían entregado junto con la servilleta y salí a buscar la Coca.
Me indicaron que fuera hacia el camión que estaba al fondo de la estación de servicio. Al entrar había creído que era un proveedor de nafta, pero allí se transportaban los 237 metros cúbicos de Coca. Resultó que el combo era una especie de estafa. Me daban la bebida pero no el recipiente, porque por 8 pesos no me iban a entregar también el camión. Sin embargo, si me tomaba toda la Coca no iban a poder objetar nada.
Subí entonces la escalerilla del camión y se reveló una cantidad enorme de Coca-Cola, que incluso oleaba. No llegaba a la superficie del recipiente, sino que sobraba bastante pared en el interior del camión. Seguramente era para que no se cayera el líquido cuando era transportado. Acerqué entonces el sorbete a la superficie y me dispuse a beber, pero calculé mal la posición sobre la escalera y me caí a la Coca.
No necesité nadar. Las burbujas me mantenían a flote, y mientras más bebiera más podía sostenerme. Calmé mi sed en pocos segundos, entonces empecé a buscar una manera de salir de ahí. Era difícil, porque del lado de adentro no había escalerilla.
La Coca en la que me había sumergido estaba bien helada, con lo cual cada minuto que me mantenía en su interior me daba más frío. No tenía nada de qué agarrarme para salir. Los grandes cubos de hielo que mantenían la temperatura de la Coca podían sostenerme si me cansaba, pero no me servían de escape. Pedí ayuda a los gritos, pero nadie pareció escucharme.
Se me ocurrió nadar a lo largo del camión para tomar carrera, tal vez de esa forma podía saltar lo suficiente como para llegar al borde del recipiente. Hice dos o tres largos que formaron una importante cantidad de espuma, pero no me impulsaron. Sin embargo, vi en esa espuma la respuesta.
Empecé a agitar los brazos y las piernas de modo que se produjera la mayor cantidad posible. Mi idea era que la espuma rebalsara, como cuando uno sirve la Coca con demasiada velocidad en un vaso. No podría nadar en ella, pero seguramente llamaría la atención del personal, que me podría venir a rescatar. Era una apuesta arriesgada, porque me exponía a perder todo el gas y no sólo tendría que nadar para sostenerme a flote, sino que la Coca quedaría intomable.
Sin embargo, nada de eso llegó a ocurrir. Cuando estaba empezando a generar espuma, sentí que el camión se movía. Noté que salía de la estación de servicio, quién sabe hacia dónde. También noté que, una vez en la calle, desarrollaba una gran velocidad. Lo que me fue útil, porque en un momento tuvo que pegar un frenazo, la Coca formó una ola enorme y salí disparado hacia adelante.
Y, aunque quedé todo mojado y marrón en el medio de la calle, por fin me vi liberado.

Célula quiere

En algún momento del Precámbrico, dos células se unieron. Y en lugar de una engullir a la otra, formaron el primer ser pluricelular. Hasta ese momento, toda la vida era unicelular. A ninguna célula se le había ocurrido pensarse como una unidad de un todo más grande que ella misma.
Las células unidas vagaron por el mar primordial mientras eran admiradas por las demás células. Algunas las despreciaban con cierto prejuicio, pero otras se maravillaban ante las posibilidades que veían en la nueva manera de vivir.
De inmediato, las otras células las imitaron. Algunas se unieron con otra célula solitaria. Otras intentaron unirse a la dupla inicial, o a alguna otra. Así, se produjo una escalada pluricelular, que derivó en plantas y animales cada vez más grandes y complejos.
La idea prendió, y se produjo una explosión inmediata de diversidad. Pronto el mundo se cubrió de organismos pluricelulares de cualquier cantidad de formas y tamaños, que competían por los recursos disponibles.
Todos los animales actuales son descendientes de algunos de esos grupos de células que imitaron a las que fortuitamente se habían unido. Todos están compuestos por células que coexisten en más o menos armonía.
Todavía pueden verse las consecuencias de aquella actitud de imitación. Las tendencias heredadas son muy fuertes. Aún hoy, las personas tienden a querer lo que el otro tiene, y a hacer lo que el otro hace. Es un resabio de lo que hizo que todos pudiéramos existir como organismos complejos. Resabio que es explotado, sin conocer el origen, por aquellos que se dan cuenta de su existencia.

Diccionario de dudas

abad: el que manda en un monasterio, convento o alguna de esas comunidades religiosas.
abdomen: una parte del cuerpo, cerca de la panza. Casi seguro está en el torso.
apogeo: cuando la luna está en el punto más lejano de su órbita, o el más alto, o tal vez cuando tapa al sol.
bellota: como si fuera una almendra, pero no es.
billón: puede ser mil millones o un millón de millones.
bronquio: conducto de respiración de los peces, pero por alguna razón los animales terrestres también tienen.
caimán: casi un cocodrilo.
calabaza: viene a ser una especie de zapallo.
celtas: antepasados de los franceses, que vivían en lo que hoy es España.
cigüeñal: parte del motor de un auto, como los pistones.
cuadrilátero: cuadrado que no necesariamente es cuadrado.
cuclillas: cuando el cuerpo está agachado sobre las piernas flexionadas o algo así.
derrotero: cuando uno sigue un camino y en el transcurso es derrotado varias veces, posiblemente.
dotación: como un regimiento, pero de bomberos.
edén: donde vivía determinada pareja hace bastante.
efervescente: persona a la que le salen burbujas por su entusiasmo.
entraña: la parte de adentro de algo.
eritrocito: glóbulo blanco, o tal vez rojo. Por ahí plaqueta. Es algo que está en la sangre.
exabrupto: cuando uno es insultado, pero mucho.
fantasma: algo que no existe, pero existe.
formidable: grosso.
forraje: lo que comen los caballos, o material que se lleva en el carro para disimular lo que hay adentro.
fuelle: puente de la guitarra.
gacela: viene a ser como un ciervo, suele ser comido por los leones.
Gardel: cantor argentino, de nacionalidad uruguaya y nacido en Francia.
garza: ave acuática que muchas veces levanta una pata.
gonorrea: enfermedad parecida a la sífilis.
hexágono: figura que tiene seis lados, salvo que tenga más.
hibernar: lo que hacen los osos cuando duermen.
huraño: tipo raro, que no se sabe muy bien qué es.
imagen: lo que se forma cuando alguien ve.
indio: nativo de la India, o de América.
infusión: té, pero no siempre es té.
isla: masa de tierra rodeada de agua, como los continentes.
jabalí: cerdo que no es chancho.
Jesucristo: hijo de Dios, el Mesías, un profeta, un hombre como cualquier otro o un personaje de ficción.
káiser: algo así como el presidente de Alemania.
karma: lo que va a pasarle a uno, o lo que queda cuando se porta mal.
lagarto: casi un cocodrilo.
láudano: como una droga, se usaba en el siglo XIX.
lepidóptero: algo parecido a una mariposa.
lúpulo: planta o parte de una planta.
maniqueísmo: doctrina filosófica según la cual, probablemente, todo se divide en dos posibilidades.
mastodonte: dinosaurio o mamífero extinguido. Se ve que era muy grande.
melodía: parte de la música que se puede tararear.
monoplano: avión con una sola ala, o con un solo piso, o muy antiguo, o algo.
néctar: sustancia que las abejas recogían para llevar a los dioses.
notorio: debe ser algo que se nota.
nucleótido: lo que está adentro del ADN.
ofrenda: regalo con la idea de recibir un favor a cambio.
ozono: heroico compuesto químico que protege a la Tierra de alguna cosa.
oscilar: ir de un lado a otro y volver.
paleta: igual al jamón pero no es jamón.
parmesano: queso rallado, o de rallar.
pardo: debe ser un color, probablemente parecido al violeta.
pilote: palo que hay en las casas, debe sostenerlas.
proteína: como la vitamina, pero no.
pterodáctilo: dinosaurio volador del que no descienden los pájaros.
quena: digamos que es una flauta.
rata: es al ratón lo que la rana es al sapo.
repostería: torta o baño de chocolate.
ron: como si fuera vodka.
rústico: más o menos.
salomónico: que se divide en dos. Ver también maniqueísmo.
superfluosidad: algo que está de más, o algo que tiene mucha pompa.
sustantivo: nombre propio, cualidad, calificación, separador o algo así.
testosterona: hormona del hombre, o tal vez de la mujer. Hormona humana.
tótem: objeto que hacían los indios, o los nativos de algún lado.
troglodita: inadaptado, o poco educado.
universo: lugar donde está todo, salvo lo que pueda estar afuera.
usanza: cualquier cosa que pueda ser, es vieja.
variopinto: medio loco, trastornado o diverso.
Washington: nombre que le ponen los uruguayos a sus hijos por ser la capital de Estados Unidos, o al revés.
xilófono: instrumento al mismo tiempo de percusión y teclado, que no suena como el piano.
yacaré: casi un cocodrilo.
zueco: calzado, probablemente proveniente de Suecia.

Después de todo

¡Aaaaaaarrrgggggghhhh! ¡Me dieron! ¿Dónde me dieron? No sé, pero claramente me dieron en algún lado porque no puede dolerme más. ¡Ay! Tengo todo el torso ensangrentado. Voy a morir. Qué lástima. Este va a ser el último lugar que vea, no voy a poder volver a ver a mi familia, a mis amigos, todo termina acá. Por otro lado, es un momento trascendente. ¡Ay, qué dolor! Pronto sabré qué hay del otro lado, y si hay algo. Espero que haya, porque si no estoy en problemas.
¡Qué manera de perder sangre! No sabía que tenía tanta. Me parece que así no voy a durar mucho. Si tan sólo me hubiera inclinado hacia el otro lado, no estaría así. Podría haber escapado. Pero no tiene sentido lamentarme, ya me dispararon, no hay vuelta atrás.
Qué raro, no me está pasando toda la vida frente a mis ojos. ¿Querrá decir que no moriré? No creo, es difícil sobrevivir a esta herida. Pero lo cierto es que todavía no morí. Tal vez si sigo consciente de eso, pueda alargar mi existencia. ¿Funcionará la muerte como el insomnio? No creo que sea tan fácil, pero vale la pena el intento.
¿Cómo me daré cuenta de que morí? ¿Cuál será mi último pensamiento? ¿Será éste? Evidentemente no. Espero que tampoco sea éste.
¿Cuánto falta para que me muera? ¿Cómo será la muerte? ¿Veré todo negro? ¿Cómo era antes de que naciera? ¿Será igual?
Me parece que a esta altura ya tendría que estar muerto. Ya pasaron varios minutos y cada vez me duele más. La sangre no para de salir, ¿cuánta me quedará? ¿Llegaré a ver a alguna persona más en lo que me queda de vida?
A ver, si me relajo un poco tal vez me duela menos. Pero no tengo fuerza para relajarme. Se ve que ya perdí mucha sangre. Voy a dejar de mirarme la herida, a ver si psicológicamente me duele un poco menos. No, nada. Qué lástima terminar así, muerto de un tiro. Qué lástima no poder conocer a mis nietos. Espero, por lo menos, no dejar pensamientos inconc
 

FIN