Cuatro ojos

Los compañeros de escuela de Franco eran amigos de llamar a la gente por sus características más salientes y por eso lo apodaban “cuatro ojos”. Franco no daba bola pero eso no impedía que continuara la aplicación del apodo, cuyos proponentes consideraban muy ingenioso.
Un día el oculista le recetó anteojos, y cuando Franco apareció en la escuela usándolos sus compañeros se rieron y empezaron a apodarlo “seis ojos”.
Cuando Franco empezó a usar lentes de contacto en los ojos que no llevaban anteojos supuso que le iban a empezar a decir “ocho ojos”, pero sus compañeros no se dieron cuenta (los compañeros de Franco no eran muy brillantes) y continuaron diciéndole “seis ojos”. Hasta que en una oportunidad Franco perdió una de las lentes en la clase de gimnasia. Eso hizo que le dijeran “siete ojos”, y cuando la encontró el apodo pasó a ser el esperado “ocho ojos”.
Esto continuó hasta que el problema de su vista se agudizó y el oftalmólogo le recetó bifocales, provocando una nueva actualización del apodo, que quedó en “diez ojos”. Y fue “doce ojos” cuando Franco abandonó las lentes de contacto y empezó a usar anteojos en su segundo par. Fue cuando se inventó un dispositivo que hacía que la nariz pudiera sostener dos pares de anteojos al mismo tiempo. Pero esto era incorrecto, porque el par de anteojos había reemplazado a las lentes sin que se dejaran de contar estas últimas para el apodo. Él explicó este hecho y sus compañeros volvieron el apodo a “diez ojos”.
Esto duró hasta que el deterioro de su visión fue tal que necesitó bifocales también en el otro par de ojos, por lo que volvió su par a “doce ojos”, esta vez más cercano a la realidad.
Llegó un momento en el que la cantidad de correcciones para su vista se le hizo insoportable y decidió hacerse cirugía láser. Había esperado hasta ese momento porque la obra social sólo le cubría dos de sus ojos, y había tenido que ahorrar dinero para poder hacerse la operación de una sola vez. Pero valió la pena porque cuando volvió a la escuela sus compañeros, decepcionados, tuvieron que volver a decirle “cuatro ojos”.
Durante el resto de sus años escolares Franco siguió recibiendo el apodo e ignorándolo. Incluso sus compañeros creían adivinar una mueca sonriente cuando se lo decían, pero su visión estereoscópica no les permitía percibir los gestos de Franco con la precisión requerida. Y efectivamente Franco sonreía. Sonreía porque el apodo que le ponían revelaba que sus compañeros nunca se habían dado cuenta de la existencia de los dos pares de ojos que Franco tenía en la nuca.

El plagio final

La carrera musical de Albino Cucarach estaba en pleno ascenso cuando fue demandado por plagio. Esto lo sorprendió, porque Albino sabía que no había plagiado a nadie cuando había escrito la canción en cuestión. Pero nada impedía que hubiera hecho una canción igual a otra preexistente que no conociera. Y como la demanda podía dañar su reputación eligió pagarle al demandante una suma de dinero para que la retirara de los tribunales sin hacer ruido.
Luego de sortear ese obstáculo la carrera de Cucarach continuó su ascenso, y cada vez se hacía más famoso, más rico y, él creía, más talentoso.
Pero de repente le llegó otra demanda por plagio. Y pocos días más tarde otra más. Y horas después otra. De repente empezaron a lloverle demandas por plagio, sin que él supiera cómo era posible que las canciones que escribía fueran todas plagiadas. Le pidió entonces a su abogado que negociara con los que lo demandaban, y también que se fijara qué estaba pasando.
Por consejo de su abogado tuvo que pagar grandes sumas de dinero a los que lo demandaban por plagio, debido a que las canciones originales efectivamente se parecían a las suyas. Pero no le alcanzaba su fortuna para pagar todo eso, y debió endeudarse para lograrlo.
Albino no entendía nada de la situación en la que se encontraba, y quería evitar que le siguiera pasando eso. Pensó que tenía que verificar con un experto todas las canciones que escribiera desde ese momento, porque no podía permitirse gastar tanta plata en evitarse juicios. Fue a hablar al sindicato de músicos y pidió que le consiguieran a alguien. Le entregaron una carpeta con varios nombres.
Examinando la carpeta vio que había muchos musicólogos y un ingeniero informático. Y ahí se le ocurrió que se podía desarrollar un software que verificara cualquier canción que se le ingresara con la totalidad de las registradas. Y contactó al ingeniero, quien puso a trabajar a su equipo y en unos meses le tuvo el software y le consiguió los datos que necesitaba.
Grande fue su sorpresa cuando vio que todas las canciones que había estado componiendo en ese tiempo le daban como ya registradas en el software. Y no cabía duda de que la situación era así y no había un error de programación, dado que se notaba que la pieza que él ingresaba y la que el software le reproducía no eran iguales pero eran reconocibles como la misma.
Empezó a pasar el tiempo y no lograba escribir nada que no hubiera sido escrito previamente. Albino se empezó a desilusionar y pensó en convertirse en cantante de covers. Hasta que vio un artículo en una revista de la industria musical que hablaba de la cantidad anormal de demandas por plagio que había habido en los últimos tiempos.
Ahí se le ocurrió algo, y llamó al ingeniero para ver si le podía modificar el software para verificar una corazonada que tenía. El ingeniero le dijo que era posible y algunas semanas después la nueva versión estuvo lista. Albino al usarla demostró que ya no quedaban combinaciones de notas y duraciones de ellas sin registrar. Se había terminado la música nueva.
Albino preparó meticulosamente su demostración e hizo el anuncio al público, que, como era de esperar, se decepcionó con la noticia. A partir de ese momento todo lo que la imaginación de un músico podía aportar eran versiones nuevas e híbridos de canciones previamente separadas, además de letras. Pero no habría más canciones nuevas.
Albino quedó deprimido por este descubrimiento, y por pasar a la Historia como quien había llevado luz a esa cuestión tan triste. Pensó que era muy feo que se hubiera acabado la música antes que el petróleo.
Lo que no esperaba era recibir, meses después, la medalla Fields, llamada “el premio Nobel de la matemática”, por haber hecho ese aporte a la sabiduría humana. Eso le trajo orgullo pero no le sacó la tristeza de lo que implicaba su descubrimiento. Pero, por lo menos, con el dinero del premio pudo cancelar las deudas en las que había incurrido para pagar las demandas por plagio.

Tilde

El tilde estaba casado con la n, y juntos formaron la ñ. La n era amiga de todas las letras, excepto de la b, con la que no se podía juntar. Le gustaba juntarse, en cambio, con la v. Pero el tilde no tenía amigos. Había coqueteado con el apóstrofe, pero fue traicionado cuando el apóstrofe desertó para unirse a la c y formar la cedilla.
Pero luego de formar cáñamo el tilde encontró a un amigo. También se llamaba tilde, pero se lo apodaba acento y solía frecuentar las vocales. El acento empezó a saludar al tilde cuando se veían de lejos, como en ñandú, y la n, cuando estaba acompañada por el tilde, se acostumbró a estar acompañada de vocales para mejorar las posibilidades de que su cónyuge pudiera encontrarse con su amigo el acento.
El matrimonio entre el tilde y la n no se soportaba con el punto ni con la coma, y evitaban terminar una palabra para no encontrarse con ellos. Tampoco soportaban mucho a los signos de admiración y pregunta, pero podían tolerar a los invertidos, dado que eran también objeto de discriminación al igual que la ñ. Igual no se veían mucho.
De la misma forma, la ñ toleraba a la barra pero tenía gran odio por la contrabarra. Pero esto no es por alguna maldad de la contrabarra sino porque no se conocían bien, no se solían frecuentar dado que la contrabarra estaba en ambientes en los que la ñ no se metía por tener un código ASCII mayor que 127.
En esos ámbitos sí se metía la n, lo que causaba celos al tilde, dado que la n muchas veces ocupaba su lugar sin reemplazo alguno. A veces lo hacía la n mayúscula, como para ocupar más lugar y mostrar que extrañaba al tilde. Pero el tilde se sentía excluido, sobre todo porque la n empezó a hacer ahí adentro amigos nuevos, como la @ y el #. El tilde no entendía por qué esos símbolos tan extraños eran aceptados y él no podía entrar con su esposa. Cuando se enteró de que podía entrar solo no quiso hacerlo por pudor, no le gustaba mostrarse sin la n, y lo hacía muy de vez en cuando.
Hasta que ese ámbito se fue abriendo, fue ganando la tolerancia y parejas que antes eran excluidas ahora eran aceptadas. La ñ fue una de las primeras junto con la cedilla y unas cuantas parejas del francés que usaban acento agudo (que se parecía mucho al tilde amigo suyo), acento grave (que era invertido) y acento circunflejo, que era como una pequeña corona.
El tilde quedó particularmente maravillado con el acento grave, que se aplicaba sobre las vocales igual que el del español pero tenía otros usos. Tanto que se separó de la n y se fue a vivir con él. Y ahí se encuentran todavía, a la izquierda del 1, siempre listos para entrar en acción.

Fuga de cerebros

Un día los cerebros se fueron del país. Nadie supo adónde, y nadie tenía las herramientas para averiguarlo. Como no se sabía qué hacer ante la ausencia de los cerebros, la gente quiso continuar su vida como era hasta entonces, haciendo de cuenta que los cerebros todavía estaban.
Entonces la gente siguió haciendo lo mismo de antes, pero sin pensar. Olvidaron las razones por las que hacían sus actividades, sólo tenían conductas mecanizadas que seguían sin analizar. La vida se asemejaba bastante a como era antes de la fuga de los cerebros.
Ocasionalmente algunas personas extrañaban a sus cerebros y pensaban que su presencia podría sacarlos de algún aprieto. Y al no tenerlos debían actuar como lo hacían los demás, sin saber por qué y sin preguntárselo.
A mucha gente le vino bien la fuga de los cerebros para poner como excusa de cómo no podían hacer algo, o por qué no se acordaban de algún evento. La industria editorial se vio beneficiada, dado que la gente ya no recordaba los libros que había leído y volvía a comprarlos todos para empaparse, aunque fuera sólo mientras los leían, de su sabiduría. Además se editaba toda clase de libros para descerebrados, que la gente consumía sin saber por qué.
Un par de semanas después de la fuga de los cerebros se jugó el mundial de fútbol en un país extranjero, y alguna gente a la que le quedaba un poco de masa encefálica pensó que tal vez los cerebros se habían ido a ver los partidos y que volverían al finalizar el evento.
Pero no fue así. Poco después de empezado el campeonato los cerebros volvieron. La gente los recibió con entusiasmo, y algunos se avergonzaron de su conducta cuando sus cerebros se les reincorporaron. Los cerebros de los cronistas deportivos que estaban cubriendo el mundial, por su parte, no encontraron a las personas correspondientes y se perdieron por los recovecos de la nación. Algunos cada tanto dicen toparse con alguno de ellos, pero nunca se ha comprobado.
¿Qué habían ido a hacer los cerebros? Estaban como espectadores en un simposio en Suecia, en el que se reunían las mentes más brillantes del mundo.

El país de los dos puntos

En un continente muy lejano existió un país que tenía sólo dos puntos cardinales. Su geografía lo limitaba a extenderse de norte a sur o de sur a norte, mientras que hacia el este y el oeste no era posible.
El país estaba rodeado, de un lado, por una extensa y casi impenetrable cordillera, del otro lado de la cual existía otro país. La cordillera terminaba en la costa de un enorme océano, y el país debía limitarse a existir entre ambos accidentes geográficos.
La condición de bidimensional del país le imprimía al paisaje algunas curiosidades, como la ausencia de semáforos. Esto no era por falta de tecnología, dado que la sociedad era muy avanzada y económicamente era el país más desarrollado de su región, sino que era por la ausencia de calles que se cruzaran con la avenida principal que atravesaba todo el territorio y corría, naturalmente, norte-sur. Toda la población vivía en la misma calle, unos del lado de la cordillera y otros del lado de la costa.
Los aviones que llegaban tenían que hacer complicadas maniobras para aterrizar después de sortear la cordillera. Debían quedar con una orientación que les permitiera aterrizar en las pistas sur-norte y hacerlo antes de que se acabara el país y quedaran sobre el mar. Los pilotos que volaban hacia ahí, que estaban acostumbrados a volar entre altas montañas, no solían tener problemas en hacerlo.
La población tenía una cantidad limitada de deportes para practicar. Su fútbol no estaba muy desarrollado por las dificultades de construcción de los campos de juego. Hacerlo requería alisar una superficie de montaña de 100 metros por 60, y era muy costoso. El golf tampoco era muy apetecible, dado que había que tener excelente puntería para que la pelota no terminara en el mar o perdida entre las montañas. Este hecho tal vez explica que hayan salido de ese país algunos excelentes golfistas, dado que los que podían practicarlo tenían que ser necesariamente buenos.
En los países tridimensionales de la región solían reírse de la geografía de este país, mucha gente exageraba los hechos para buscar un efecto cómico. Para tratar de contrarrestar esto las autoridades del país consiguieron obtener la soberanía de una isla que quedaba a varios miles de kilómetros, en el océano. Con lo cual técnicamente podían decir que el país tenía oeste, y por lo tanto también este. Pero nadie contaba con la presencia de esa isla y los chistes seguían igual.
Entonces en el país respondieron con un cierto resentimiento hacia sus vecinos, y una actitud aislada. Esto les causó perjuicios económicos debido a que se dedicaban a exportar.
Luego de sufrir los males de la disminución de sus exportaciones en ese lejano país resolvieron rendirse ante la evidencia y aceptar como propios los comentarios sobre sus dos puntos cardinales. Y pronto floreció la industria del turismo, sustentada en la posibilidad de ir de vacaciones al mar y a la montaña al mismo tiempo.

Amor en crisis

Cuando la crisis nacional se encontró con la crisis internacional resultaron tan compatibles que decidieron no separarse más. Ambas crisis iban de la mano a todos lados y expresaban sin timidez su unión al mundo.
Cada una de las crisis estimulaba a la otra, y así ambas se potenciaban. Una crisis se agrandaba para impresionar a la otra, y eso hacía que la otra quisiera estar a la misma altura, en una actitud muy sana para la relación entre ambas crisis. Se producía así una realimentación que hacía que las crisis fueran muy eficaces y vivieran el mejor momento desde sus inicios.
Tanto fue el entusiasmo que no pasó mucho tiempo hasta que las dos crisis engendraron varias crisis pequeñas, que luego alimentaron para favorecer su crecimiento. Las crisis estaban muy contentas porque las crisis nuevas tenían buena salud y veían con orgullo cómo cada vez su capacidad iba creciendo.
Cuando aún parecía que recién habían sido engendradas, las crisis pequeñas habían crecido y conocieron a otras crisis regionales que atrajeron su interés. La crisis nacional y la crisis internacional veían esto con alegría y nostalgia. Pronto sus pequeñas crisis iban a independizarse y unirse a otras crisis en forma definitiva.
Este hecho reavivó el amor entre las dos crisis, que con los años y la costumbre había menguado un poco. Pero la pasión fue renovada y rápidamente ambas crisis se sentían como en sus mejores años. Fue un hecho inolvidable que duró poco, porque pronto la pasión renovada se fue convirtiendo en rechazo, y las crisis se separaron. Ambas necesitaban explorar su identidad.
La separación, de todos modos, era bastante amigable y no impedía que las crisis se encontraran de vez en cuando, sobre todo para asistir a los eventos definitorios de las crisis pequeñas y ayudarlas en lo que pudieran.
En un momento las crisis pequeñas decidieron juntarse para hacer que sus progenitoras volvieran a unirse, y urdieron un plan para que, a través de ellas, la unión fuera inevitable. Para esto necesitaban acumular poder, lo cual no les fue problema porque habían aprendido muy bien esa lección.
Luego de un par de intentos fallidos el plan resultó, y como consecuencia la familia de las crisis quedó más unida que nunca. Las dos crisis mayores, junto con las pequeñas y las que se habían unido a las pequeñas, se dedicaron a disfrutar de un próspero futuro.

Historia de Juan y Pinchame

A pesar de ser amigos desde la infancia, Juan y Pinchame tenían personalidades muy distintas. La diferencia más notoria era que Juan era más aventurero, más lanzado. Pinchame, en cambio, era más conservador. Prefería evitar los riesgos, porque pensaba que no valía la pena jugarse en forma irracional.
Muchas veces Juan tenía ganas de realizar alguna actividad alocada y Pinchame le hacía ver que no era conveniente. Podríamos decir que le pinchaba las ilusiones. Pero no era ésa la intención de Pinchame. Por el contrario, tenía intención de divertirse. Sólo que su estándar de seguridad era más alto que el de Juan.
De cualquier modo, muchas veces Juan lo convencía de hacer ciertas cosas. Pinchame, por ejemplo, durante un tiempo se negaba a ir a una montaña rusa. Le parecía inútilmente riesgoso, decía que no valía la pena, pero en realidad tenía miedo. Juan insistió mucho, hasta que logró que fuera. Y no se sorprenderán al enterarse de que Pinchame disfrutó la experiencia. Sin embargo, no quiso repetirla. Una vez era suficiente para él.
Juan se frustraba, aunque respetaba las opiniones de Pinchame. Muchas veces iban juntos a algún sitio, y Pinchame se quedaba mirando a Juan mientras corría algún riesgo. Habitualmente Juan salía ileso, y reprochaba a Pinchame la actitud que él veía como amarga. Pero Pinchame no estaba de acuerdo. Decía que tarde o temprano Juan iba a tener un accidente, y él iba a tener que lamentar la muerte de su amigo.
Desgraciadamente, Pinchame tuvo razón. Aquel día de crecida, Juan quiso ir a nadar. Estaba verdaderamente insistente, entonces Juan y Pinchame se fueron al río. Pinchame se quedó en la costa, Juan se tiró a nadar. Pronto lo agarró una fuerte corriente que no pudo dominar. En poco tiempo, Juan se ahogó. ¿Quién quedó? El que había tomado la precaución de no correr riesgos.

Islas

En la reunión anual de la Confederación Internacional de Islas y Archipiélagos cada porción de tierra aportó algo para el banquete final. Había:

  • Sardinas de Cerdeña
  • Palmeritas de La Palma
  • Brandy de Brändö
  • Cubanitos de Cuba
  • Tofu de Tofua
  • Salmón de las Islas Salomón
  • Sal de la Isla Sal
  • Goma de mascar de Madagascar
  • Comino de Camano
  • Uvas de Uvea
  • Camarones de Kamaran
  • Mal vino de las Malvinas
  • Ajo de Marajó
  • Mayonesa de Maio
  • Melón de Milo
  • Salamín de Salamina
  • Té de Tilos
  • Pizza de Margarita
  • Frutas de Madura
  • Fideos de San Vicente
  • Chocolate de Barra
  • Pescado de Tiburón
  • Café de Java
  • Niños envueltos de la Isla Padre
  • Palmitos de Cayo Coco
  • Choclo de Barbados
  • Pan de Bacan[1]
  • Emparedados de las Sandwich
  • Salchichas de Wiener Neustadt
  • Tortillas de La Española
  • Jamón de la Île Aux Cochons
  • Tortas Negras de Negros
  • Sopa de la Isla Campbell
  • Alcauciles de Flores
  • Cerveza de Malta

Una vez conseguidas las vituallas el banquete fue preparado, usando carbón de Tierra del Fuego, por cocineros de las islas Cook.

[1] El encargado de relaciones exteriores de la isla decía orgullosamente que el pan que había aportado era de excelente calidad. Según sus palabras: “yo, Carlos Bacan, lo garantizo”.

El gato Perro y el perro Gato

Tengo un perro que se llama Gato, y un gato que se llama Perro. Uno puede pensar que esto causa confusiones, pero es mucho menos grave que lo que parece porque ni el perro, Gato, ni el gato, Perro, saben que son perro y gato. Sólo fueron adiestrados para reconocer sus nombres, Gato y Perro.
Los animales no tienen consciencia de la especie a la que pertenecen. Ni siquiera saben que pertenecen al reino animal. Es posible que se den cuenta de la diferencia entre ellos y las plantas, pero es difícil que se separen mentalmente de otros objetos animados como los autos.
De manera que, cuando yo exclamo “vení, Gato”, muy obediente viene el perro. De la misma forma, el gato a veces se acerca cuando llamo a Perro. Esto no ocurre tan seguido porque los gatos tienden a ser más reservados en su comportamiento.
Los que sí se confunden son los vendedores de alimento para mascotas. Ocasionalmente voy a la veterinaria con mi gato. Varias veces me pasó pedir alimento para Perro y que me trajeran alimento para perro. Esa gente no funciona bien cuando uno la saca de su esquema.
Más grave fue cuando a Perro le dieron las vacunas que correspondían a Gato y viceversa. Pero eso se solucionó, ya pertenece al pasado.
Gato es muy peleador con los otros perros. Cree que la calle es su territorio. A veces al pasearlo encontramos otros perros y Gato se pone a ladrar como loco. Yo trato de apaciguarlo, lo acaricio detrás de las orejas y le digo “tranquilo, Gato”. Pero suelo tener que arrastrarlo con la correa hasta que se pierde de vista, o de olfato, el perro que Gato considera invasor.
Al que tampoco puedo enseñar bien la diferencia entre nombre común y nombre propio es a mi loro, Sultán. Si alguien visita con su perro, Sultán cree reconocerlo y exclama “Gato, Gato”.
Hoy estoy tratando de que disfruten sus últimos momentos juntos. Voy a tener que separarlos y quedarme sólo con Gato porque mi novia se viene a vivir conmigo y ella es alérgica a los pelos de Perro.

Confianza

A la mañana Pablo, como todos los días, se tomó el subte. La línea estaba funcionando con demoras y cuando vino el tren estaba muy lleno. Por los altoparlantes avisaban que se estaba haciendo todo lo posible para solucionar el problema en poco tiempo, por lo que Pablo viajó tranquilo.
Al llegar a su trabajo vio que le faltaban algunos de los elementos necesarios para realizar sus tareas habituales. Habló con el encargado de obtenerlo, quien le aseguró que estaban pedidos e iban a llegar ese mismo día.
Antes de la llegada de estos elementos se comunicó que a partir del mes siguiente se otorgaba un aumento del 15% a todos los empleados de la empresa. Pablo se alegró, pero su alegría fue mayor cuando su jefe lo llamó aparte y le dijo que sería ascendido a un puesto de mayor responsabilidad y que, por lo tanto, se vería recompensado con un aumento del 15 por ciento respecto de lo que venía ganando hasta el momento.
Al mediodía fue a comer. Pidió una tortilla de papas y le costó el doble de lo que venía pagando. Pablo no se preocupó porque había visto que el índice de inflación presentaba una suba mucho más leve, por lo que estaba claro que numerosos productos habían bajado su precio y compensaban el aumento de la tortilla.
Al llegar a su casa quiso conectarse a Internet y vio que su conexión no funcionaba. Llamó entonces a su proveedor y lo atendió una grabación que le aseguraba que la llamada que él estaba haciendo era de gran importancia para la empresa, independientemente del ínfimo porcentaje que representaba su cuenta en la facturación total. Pablo se alegró de que lo tuvieran en cuenta. Un rato después lo atendió un operador, quien le hizo saber muy amablemente que su problema estaría resuelto en apenas 24 a 72 horas. No sólo eso, una vez solucionado podía llamar a la parte administrativa y pedir la devolución proporcional del abono pagado por el servicio no provisto. Pablo se alegró de haber elegido a una empresa tan considerada para sus necesidades de comunicación.
Mientras cenaba miró por televisión un programa que contenía un concurso. Había una serie de participantes y el público podía llamar a un teléfono con un pequeño cargo extra para votar al que le parecía que había hecho más méritos para ganar. Pablo llamó, contento de que lo dejaran ser parte de la magia de la televisión.
Al día siguiente se levantó sintiéndose muy mal. Tenía un fuerte dolor en el abdomen. Llamó a su trabajo para avisar que no podría asistir, le dijeron que no se preocupara y le desearon suerte. Luego llamó a su obra social para pedir un médico. Inmediatamente lo atendieron, le tomaron los datos y le informaron que estaban enviando un doctor que tocaría timbre en su casa dentro de las siguientes tres horas.
Cuando llegó el médico lo revisó y comprobó que el mal que aquejaba a Pablo necesitaba atención quirúrgica inmediata, y así se lo hizo saber. Pablo estuvo aliviado de la chance que tenía de curarse y no puso reparos. Un par de horas después llegó una ambulancia para llevarlo al hospital.
Cuando esperaba para someterse a la cirugía lo fue a visitar el anestesista, quien le dijo que podía estar tranquilo, que los médicos de ese lugar sabían lo que hacían, y que estaría saltando en una pata en pocos días. Pablo agradeció el gesto.
Pero una operación siempre tiene riesgos. Pablo sabía que existía la posibilidad de que no sobreviviera a la intervención, pero estaba tranquilo. Había sido bautizado, estaba libre de pecados y en el peor de los casos le esperaba una eternidad de contemplación de la divinidad.