Antes del show

El recital generaba tanta expectativa que el público hizo cola desde varios días antes en la puerta del estadio para poder conseguir un buen lugar. Había mucho entusiasmo en la multitud. Muchos llevaban banderas o remeras alusivas al cantante que se presentaba. Para pasar el tiempo, se armaban coros que cantaban las canciones que todos esperaban que el artista cantara. Todos las sabían, y todos tenían la intención de cantarlas junto al intérprete de su predilección. No era la idea escucharlo, sino tener la experiencia del recital, participar, conectarse, pasarla bien. Para escucharlo cantar ya tenían los discos.
Como se difundió la noticia de que ya había una multitud, otra gente que también tenía entrada comprendió que era necesario ir temprano para obtener una buena ubicación. Así que una semana antes del recital ya había decenas de miles de personas en fila en las calles aledañas al estadio.
El recital era un miércoles. El domingo anterior, se abrieron las puertas. Los que estaban más adelante no sabían si era atinado pasar, porque faltaba bastante tiempo. Pero razonaron que probablemente la organización les estaba haciendo el favor de hacerlos esperar adentro. Y, además, la presión de los de atrás estaba por hacer que fueran aplastados, así que los de adelante pasaron y se ubicaron en los mejores lugares de la platea. Hubieran querido ir a campo, pero el acceso estaba cerrado, lo que provocó protestas airadas de los que ya a esa altura llevaban varios días con el objetivo de estar cerca del escenario.
Pero fueron desoídos. Cuando las tribunas del estadio se llenaron, y mientras el público cantaba canciones del artista que estaban esperando, salieron al campo veintidós jugadores de fútbol y tres árbitros. Estaban dispuestos a jugar un partido correspondiente al campeonato local.
El público no entendía mucho de qué se trataba el espectáculo que estaba presenciando. No habían ido a ver eso, un partido de fútbol como telonero de un recital era algo atípico. Pero después de un rato la multitud se fue entusiasmando con el show.
Empezaron a seguir el partido con interés. Pronto, todo el público estaba haciendo lo que había ido a hacer: imitar a los protagonistas, desempeñarse al mismo tiempo que ellos. Y así como en el recital no iban a tener micrófono, durante el partido no tenían pelota. Pero eso no les impidió hacer como los jugadores y patear o cabecear todo lo que tuvieran cerca.
Todos disfrutaban muchísimo menos la policía, que confundió el episodio con una gresca monumental y procedió a desalojar el estadio, dejando fuera a todos los que habían esperado tanto tiempo para entrar.