Atrapados en la Luna

Aldrin: Now I want to back up and partially
close the hatch. Making sure not to lock it.
Armstrong: A particularly good idea.

Por un descuido casi insignificante, seguramente causado por el entusiasmo de estar en la Luna y las ganas de explorarla, Aldrin cerró la escotilla y sin chequear si la había destrabado desde adentro. A pesar de que el chequeo estaba en la lista de actividades que había practicado cientos de veces, no se dio cuenta hasta justo después de haber cometido el error. “Oops”, pensó Aldrin, y luego meditó los pasos a seguir. Decidió que no iba a decir nada por el momento, porque podían cancelar la exploración y usar todo el tiempo de actividad extravehicular para intentar abrir la escotilla. Prefirió esperar a que fuera el momento de volver, y ahí en todo caso extender un rato la estadía para efectuar las operaciones necesarias.
Así que Armstrong y Aldrin estuvieron las dos horas caminando por la superficie lunar, explorando, colocando instrumentos científicos. El tiempo se pasó volando, y pronto llegó el momento de volver.
Aldrin era el primero en subir al módulo lunar. Trepó la escalera y al llegar se encontró con la escotilla cerrada. Intentó disimular lo que había pasado. Quiso abrirla con algunas de las herramientas que tenía para las actividades científicas, pero estaba bien cerrada. Así que decidió pedirle ayuda a Armstrong por señas. No quería hablar, porque si lo mencionaban en la radio iban a enterarse en Houston, y eso iba a traer problemas al regreso.
Así que Armstrong y Aldrin debatieron en silencio. Resolvieron romper una de las ventanas del módulo lunar. Total, ellos tenían sus trajes espaciales, no importaba mucho que la cabina se despresurizara. ¿Cómo podían hacerlo? Armstrong creyó encontrar una solución: la Luna estaba llena de piedras. Con un certero golpe, el vidrio cedería y podrían abrir la escotilla insertando la mano en el agujero.
Pero no contaron con un detalle. La gravedad lunar hizo que no pudieran arrojar las piedras con suficiente fuerza. Casi flotaban hacia el vidrio, y no hacían ningún estrago antes de caer. Debían recurrir a otro método. Para entonces ya todos los instrumentos que iban a devolver a la Tierra estaban en uso, y no les parecía razonable arruinar alguno de los experimentos que tanto dinero habían costado a los contribuyentes americanos. Pero, pensaron, algunos elementos quedaban en la superficie.
En ese momento, ambos tuvieron la misma idea. Fueron hacia donde estaba emplazada la bandera y la arrancaron de la superficie. El mástil tenía una punta para facilitar su erección en el polvo selenita. La llevaron hasta el vidrio y, con un movimiento preciso, Aldrin rompió el vidrio con la punta.
Rápidamente abrió la escotilla y ambos pudieron entrar. Arreglaron el vidrio improvisadamente con cinta de ducto, y pocos minutos después despegaron hacia el Columbia, donde Collins los esperaba para emprender el regreso a casa.