Boda clandestina

El lugar soñado por la pareja para casarse, pocos días antes de la ceremonia, aumentó el precio pactado basándose en que la letra chica del contrato se lo permitía. El nuevo valor era prohibitivo. La pareja no sospechaba que podía ocurrir y no existía un plan alternativo. Por eso tuvieron que suspender tentativamente el casamiento por falta de lugar, lo cual resultaba un grave inconveniente para muchos invitados que habían llegado de otras ciudades.
Durante unos días se buscó un nuevo lugar para poder realizar la ceremonia el mismo día, pero todos estaban contratados. Era la carta que tenía el dueño del lugar original para que volvieran y pagaran el precio que exigía. Pero la pareja no estaba dispuesta a dejarse estafar así. Preferían casarse en la calle, aunque resultara incómodo.
Hasta que alguien reparó en el detalle de que el lugar original no tenía vigilancia nocturna. Entonces se urdió un plan. Se postergó el horario del casamiento para esa misma noche a la madrugada. Se pidió estricta puntualidad y confidencia a los invitados, y estar a la hora señalada no en el lugar sino en un punto fijo a la vuelta.
Cuando estuvieron todos, se dio la orden de avanzar. El novio, la novia, el juez de paz y los cien invitados corrieron hasta el lugar original y rompieron la cerradura. De inmediato todos ocuparon sus lugares y se realizó toda la ceremonia en cinco minutos. Una vez que terminó, todos salieron corriendo hasta la puerta, donde cinco micros los esperaban para llevarlos rápidamente a la fiesta.