Carrera a la escalera

La idea del subte es llegar rápido. Muchas veces, sin embargo, al salir de la estación se producen nudos. La cantidad de gente hace que las escaleras mecánicas queden trabadas y ocurran demoras innecesarias. Pero se puede evitar. Hay que saber cómo hacer.
Primero es necesario elegir bien la puerta por la que uno va a entrar al tren. Hay que elegirla en base a dónde está ubicada la escalera mecánica en la estación de destino. Para eso es necesario tomar nota en viajes anteriores.
No sirve para nada elegir la puerta si uno no llega primero a ella. Si se atrasa, no sólo los que están adelante llegarán antes, sino que los de las otras puertas también se harán presentes en la escalera y uno se verá atrapado en el gentío. Entonces hace falta maniobrar para quedar primero.
Al salir de la estación anterior al destino, hay que levantarse sigilosamente. En los momentos anteriores hay que mirar a los demás. Puede haber alguien que esté haciendo lo mismo. Hay que ganarle. Conviene sentarse cerca de la puerta para minimizar esa trayectoria.
Una vez contra la puerta, lo mejor es ubicarse en el medio. Pero si hay mucha gente esto no será posible. Quedarán dos personas contra la puerta. Hay que ponerse en posición de carrera. Cuando la puerta se abra, es la largada. Acá son importantes los hombros. De los dos que quedan juntos, el propio y el ajeno, hay que hacer que el propio quede adelante. Ésa es la clave. Quien tenga el hombro más cercano a la puerta será el primero.
Las mochilas y otros implementos deberán ser llevados en la mano, bajo control. Así no se trabarán con nada ni nadie. En la llegada hay que prestar atención. En general la puerta no quedará exactamente sobre la escalera. Habrá que caminar en una dirección, que uno debería conocer. Pero el ángulo exacto puede variar. A medida que el tren se va deteniendo, hay que calcular la trayectoria.
El tren se detendrá y en un momento, junto con un soplido, la puerta se abrirá. Todos querrán bajar inmediatamente, incluso los que están atrás. Por eso no hay que demorarse. La apertura de la puerta tiene que ser un estímulo pavloviano para empezar a caminar. Es necesario caminar rápido, sin correr. Así, uno será el primero en llegar a la escalera mecánica y podrá caminarla, vacía, con la satisfacción de saber lo que hace y la gloria del triunfo.