Comunicación facial

Cuando terminamos de comer, ella me miró con cara de cansada. Yo puse cara de estar entusiasmado, y di a entender así que me quería quedar un rato más. Ella puso cara de fastidio y después asintió con su cabeza.
Más tarde me puso una cara extraña. Yo puse cara de no entender su rostro, y ella puso cara de que yo sabía exactamente lo que estaba pasando por su cabeza. Yo puse cara de confusión y ella se llevó la mano a su rostro. Luego puso cara de enojada.
Yo le contesté poniendo cara de nada. Ella puso cara de que si la seguía ignorando íbamos a tener problemas, entonces yo puse cara de que cedía a sus requisitos.
Levanté la mano para llamar al mozo y puse cara de pedir la cuenta. El mozo me la trajo y yo puse cara de que era muy caro, pero pagué igual. En el auto, de vuelta a casa, tuvimos una plácida conversación mientras yo miraba la calle.
Cuando llegamos a casa puse cara de no tener ganas de ir a acostarme todavía. Como ella tenía cara de dolor de cabeza, yo le traje una aspirina y al rato su rostro estaba más aliviado. Luego transmitió alivio y disposición para cualquier propuesta.
Yo puse cara de querer ver una película, pero ella puso cara de que se iba a hacer muy tarde. Ella puso cara de jugar a las cartas y yo puse cara de aceptar, y luego puse cara de escoba de 15. Ella puso cara de pararme en seco, y también de que si no íbamos a jugar al truco ella no se iba a molestar en ir a buscar el mazo. Yo puse cara de resignación.
Ella fue a buscar las cartas, barajó y repartió. Cuando empezamos a jugar notamos que, cada vez que mirábamos nuestras cartas, ambos poníamos la cara correspondiente al naipe que acabábamos de recibir. Eso hizo que nos aburriéramos muy rápido del juego. Ella guardó el mazo y, sin decir nada, nos fuimos a dormir.