Concierto a beneficio

Se anunció un concierto a beneficio. Varios artistas de gran renombre formarían parte de una velada cuyo objetivo sería recaudar fondos para una causa que lo ameritaba. Las entradas se vendieron a una velocidad inaudita. Se auguraba un estadio lleno a rabiar. Todos los músicos estaban entusiasmados por formar parte de la iniciativa.
El día del concierto, los músicos se reunieron a almorzar para desearse suerte mutuamente. Durante la comida se habló sobre la causa que los congregaba. Todos estaban orgullosos de hacer un aporte, y cada uno se enorgullecía de que, además de participar en el concierto, también hacía donaciones de su bolsillo.
La idea flotaba en el ambiente y era cuestión de tiempo hasta que alguien mencionara lo aprovechador que era el público. Todos, evidentemente, estaban en condiciones de donar el valor de la entrada a la causa benéfica. Sin embargo, parecían necesitar que varios artistas de gran renombre formaran parte para hacer efectivo el movimiento de fondos.
Los músicos se dieron cuenta de que al público no le importaba la causa, sino verlos en escena. Esto último era razonablemente halagüeño, pero mostraba el egoísmo de los que iban a estar presentes esa noche en el estadio. Quién sabe cuánta gente no pudo comprar entradas por haber gastado su dinero en donar a la causa.
Todos se enojaron muchísimo, tanto que se les fueron las ganas de tocar para esa gente. Pero a esa altura no se podía cancelar el concierto. Además, existía la chance de que los miserables que iban a componer la audiencia demandaran la devolución del importe de las entradas, como si no se tratara de un aporte benéfico. Entonces se resolvió a regañadientes llevar a cabo el concierto.
Cuando fue la hora, los primeros músicos salieron a escena sin esperar que el estadio terminara de llenarse. Querían terminar cuanto antes. El público se sorprendió, pero aplaudió la puntualidad y, sobre todo, la llegada de los músicos. Luego de un frío saludo, se lanzaron a tocar el primer tema.
Pero no lo tocaron con entusiasmo. Más bien, fue una versión notoriamente pobre, a pesar de que era un tema que se tocaba seguido. La falta de ganas estaba afectando a la performance. El público notó las deficiencias, pero no importaba. Estaban viendo a los músicos en escena, entonces aplaudieron al final con gran entusiasmo.
Los músicos, al ver que el público no sólo estaba allí por razones egoístas sino que ni siquiera se dignaba a no aplaudir una versión mala de un tema conocido, o sea que tampoco iban a apreciar la música, se indignaron más. Salieron del escenario, debatieron unos minutos y decidieron suspender el show. Previamente volvieron a salir todos al escenario y explicaron la decisión. Lo hicieron sin guardarse nada. Llamaron miserable al público, y expresaron su desprecio con todas las de la ley. Indicaron también que, si en su miseria algunos querían que les devolvieran el dinero de las entradas, no iban a tener problemas, porque no tenían intención de recibir aportes de gente tan despreciable como la que poblaba el estadio esa noche.
El público, al principio, se quedó, esperando que el anuncio fuera un gag o algo. Pero pronto quedó claro que los músicos no iban a volver, entonces el público comenzó a retirarse. Pero nadie pidió la devolución del dinero. Tal vez por culpa, todos consideraron que, después de todo, valía la pena aportar para una buena causa.