Consumo de la gilada

La gilada está convencida de que las cosas que escucha no son creíbles. Son para que se las crea la gilada. A la gilada, en cambio, no la agarran. Sus miembros saben que son lo suficientemente sagaces como para darse cuenta de que existen las mentiras. Entonces no se creen lo que escuchan. Lo escuchan, sí, pero para saber qué es lo que va a creer la gilada. Y prepararse para creer algo distinto.
A partir de lo que la gilada escucha para consumo de la gilada, saca sus propias conclusiones. No siguen el camino que sugiere el discurso que llega a ellos. Siguen el otro. El que su análisis les indica que es la alternativa. Y lo entienden. Se dan cuenta de por qué la gilada debe creer lo que ellos escucharon. La gilada no está tan preparada como ellos para lidiar con las verdades que han sabido decodificar.
A veces se preguntan cómo es posible que haya tanta gente que se crea esas cosas claramente falsas. Pero ellos saben que están en una posición de privilegio. La gilada está convencida de que no pertenece a la gilada. Y de que es peligroso que la gilada acceda a cierta información, o tome decisiones. Porque la gilada, por definición, no es capaz de tomar decisiones bien pensadas. Por eso hay que guiarla. La gilada entiende muy bien este concepto. Lo aprueba, y está lista para participar. Ayuda a difundir lo que la gilada debe creer, porque sabe que hace falta ayuda. Es muy difícil llegar a toda la gilada. Es más grande de lo que parece.