Consumo humano

Theobald von Fehrenbach puso un aviso en el popular sitio web craigslist.de, en el que pedía un voluntario para ser asesinado y consumido por él. El aviso aclaraba que cada uno de los actos debía ser consensuado y el interesado debía ser mayor de edad.
Varias personas respondieron, la mayoría por curiosidad. Algunos tenían la intención de someterse al asesinato y consumición. Con la mayoría no llegó a ponerse de acuerdo y algunos se arrepintieron. Sin embargo, uno de ellos se llevó bien con Theobald y ambos hicieron una cita para llevar a cabo aquel acto. Acordaron encontrarse un domingo a las 20 en la casa de Theobald, que tenía las herramientas necesarias y un cuarto acondicionado para la ocasión.
Cuando llegó la hora pactada, Theobald estaba ansioso. Cada ruido que había en la calle le hacía pensar que se trataba del joven Heinrich. Pasaban los minutos y la víctima tardaba en llegar. En un momento sonó el timbre y Theobald saltó de alegría. Atendió el portero y resultó ser un mormón. Theobald le dijo que no estaba interesado, pero en seguida recapacitó y le preguntó si no quería ser comido por él. El mormón salió corriendo.
Cuando se hicieron las 11 de la noche quedó claro que Heinrich no iba a acudir a la cita. El plan de Theobald estaba arruinado. La salsa marinara que había preparado para disfrutar la carne de su amigo iba a tener que desperdiciarse en un vil pedazo de vaca, al igual que las papitas al horno.
Theobald se empezó a comer las uñas por la frustración que sentía. Y al notar que tenían buen sabor tuvo una idea. Pensó que, después de todo, no tendría que desperdiciar la salsa, tenía una cantidad de carne humana a su disposición, y la había tenido siempre.
Se convenció de que podía comerse a sí mismo. Le pareció una buena idea para no arruinar la noche. Tomó una cantidad importante de analgésicos para evitar el dolor y buscó su cuchillo de carnicero.
Arrancó por los pies, que no tenían mucha carne. Luego cortó su pierna izquierda y la cocinó con la salsa marinara. Agregó un poco de romero para darle mejor sabor. Cuando estuvo lista se sentó a la mesa y saboreó la pierna. Era mejor que lo que esperaba. Cuando terminó la pierna se comió el tendón de la rótula, usando a la rótula misma como utensilio. La encontró deliciosa y cuando terminó se alegró de tener otra rótula, la cual consumió inmediatamente. Luego comió la otra pierna.
Al terminar la otra pierna se cortó los muslos y genitales y los mandó a la heladera. Agarró las muletas que tenía preparadas para Heinrich y las usó para conducirse a la cama.
Cuando se despertó, el charco de sangre que adornaba sus sábanas lo hizo acordar de que todavía le quedaban partes propias para comer. Fue hasta la cocina, prendió el horno y saló los muslos. Cuando el horno tuvo una temperatura adecuada los puso y seteó el timer de la cocina para que le avisara a los 35 minutos. Mientras, se hizo sus genitales a la provenzal, pero se le quemaron y quedaron demasiado deteriorados como para consumir.
Cuando sonó la chicharra supo que era hora de ir a la mesa. Llevó un buen porrón de cerveza y la fuente con sus muslos. Los comió asados con salsa barbacoa.
A continuación tomó otra dosis de analgésicos y se sacó el bazo, que fue molido y espolvoreado como queso rallado en lo que le quedaba del último muslo (por una verruga notó que había sido el muslo derecho).
No quiso comer sus intestinos, le dio un poco de asquito. Aunque su debilidad por las mollejas no le impidió probar la suya. Le dio antojo de volver a probar tendón de rótula, y se lamentó de haberse terminado ambas la noche anterior. Pero, pensó, aún le quedaban dos codos. Entonces cortó el codo izquierdo usando su mano hábil (la derecha) y la preparó con salsa. Se preparó también el antebrazo, ya que estaba.
Cuando terminó el antebrazo y el codo agarró un cuchillo curvo y se practicó un agujero en el cráneo, con la ayuda de un espejo que tenía convenientemente colocado en la cocina. Una vez hecho el agujero sacó algunos trozos de cerebro con una cuchara, cuidando de no dañar su capacidad cognitiva.
Se dio cuenta de que no la había dañado cuando tuvo una idea que le pareció brillante. Podía comer su estómago y de esta manera comería dos veces algunas de sus partes. Entonces se extirpó el estómago y lo preparó a la plancha.
Al terminar de comerse el estómago notó que tenía problemas para digerirlo. Pensó que había comido demasiado y decidió tomarse una siesta. Fue hasta la cama con dificultad e hizo algo parecido a lo que, si hubiera estado completo, se habría llamado acostarse. Al rato se durmió profundamente y nunca más se despertó.