El camión de los centauros

Era un verdadero centauro. Estaba montado sobre un caballo, que a su vez era transportado en un camión junto con otros caballos que también portaban centauros. Excepto uno, que tenía en su montura un hipocampo.
No supe a qué se debía la escena. ¿Estarían los centauros tratando de procrear con los caballos? Es posible, porque se notaba que los centauros eran machos, cada uno de ellos tenía el torso de un hombre. Y probablemente era más fácil intentar procrear con un caballo que, por ejemplo, con una sirena.
Decidí seguir al camión. No sabía dónde iba, pero pensé que podía ser un lugar interesante. Tal vez algún lugar misterioso, descripto sólo en la mitología. Probablemente no me iban a dejar entrar, aunque no perdía nada con intentarlo.
Pensé que tal poner a los centauros sobre los caballos era sólo una manera de llevar más animales en el mismo camión, y así ahorrar en flete. Esta teoría se vio corroborada cuando, en un parador de la ruta, subieron al camión un montón de personas, todas con arcos y flechas, que treparon los caballos y posteriormente montaron los centauros.
Claramente algo interesante debía estar ocurriendo. El camión retomó la ruta. Continué la persecución, pero empecé a tener dificultades cuando los arqueros se dieron cuenta y me miraron mal. El hipocampo también me miraba mal.
Bajé un poco la velocidad. Dejé que me pasaran un par de autos, total el camión se veía de lejos. No quería exponerme a que me tiraran un flechazo. Cuando se hizo de noche, volví a acercarme al camión, que no se detuvo. Los caballos dormían plácidamente, de pie. Los arqueros se habían acostado en el suelo del camión, que hasta donde pude observar no estaba lleno de bosta de caballo ni de centauro. Estos últimos se encontraban acostados sobre sus espaldas, cada uno apoyado en dos mitades de caballo.
Cuando salió el sol, los centauros relincharon al unísono, para saludar al astro rey. Fue un relincho perfecto, a pesar de sus gargantas humanas. Con el ruido, los demás se despertaron y el camión tomó velocidad. Era probable que tuviera dos conductores, porque siguió sin detenerse.
Por suerte yo había cargado nafta. No sabía qué tan lejos podía ir el camión. Pensé que, como podía ir a un sitio desconocido y que tenían que ahorrar en flete, era probable que fuera muy lejos. Lo iba a seguir hasta donde pudiera, mientras tanto ya había memorizado la patente por las dudas que se me escapara.
Nos acercábamos a la costa. La ruta luego se desviaba hacia los distintos balnearios. ¿Tal vez los seres míticos estaban de vacaciones? Nunca lo supe, porque cuando el camión llegó a la playa siguió derecho, abandonó la ruta, pasó a rodar sobre el mar y se alejó hacia el sol a toda velocidad.