El final de Tonio

Tonio siempre se preocupaba por su destino. A pesar de que tenía escasos veinte años, sabía que no le quedaba mucho tiempo. Estaba convencido, y no sabía qué hacer con los pocos momentos que tenía por delante. Temía que cualquier decisión que pudiera tomar acelerara el desenlace.
Ese final no era inevitable, para nada. Muchos habían logrado zafar. Pero Tonio sabía perfectamente que los personajes míos tienden a morir al final del cuento. Y estaba aterrorizado, porque sabía que esta vez le tocaba a él.
Aunque, con esto último que he dicho, Tonio un poco se ilusionó. No me creía tan capaz de anunciar un final y después cumplirlo así como lo había anunciado. Tonio me conoce, porque durante toda su existencia habitó dentro de mi cabeza, y sabe que no me gusta proceder así. Quiero sorprender, encontrar alguna manera de no hacer lo que el lector está pensando, y hacer alguna otra cosa. Algo con lógica, pero no obvio.
Entonces Tonio tenía esperanzas de poder sobrevivir a este texto. Pero después le entró la duda. ¿Y si yo encontraba la forma de matarlo igual, de alguna manera inesperada? Por ejemplo, podría matarlo al final del texto. Podría decir en cualquier momento la frase “y entonces a Tonio le agarró un patatús y murió ahí mismo, no sin antes sufrir durante unos segundos que se sintieron como horas”. Si llego a decirlo sin las comillas es el final de Tonio. Y él lo sabía.
Tenía claro, también, que mis cuentos no suelen ser muy largos. Otros autores podrían mantenerlo con vida durante setenta páginas. Pero yo en la primera o la segunda suelo finiquitar, porque me gusta la síntesis.
Comenzó a desesperarse. Los párrafos se sucedían mientras Tonio estaba al mismo tiempo quieto e inquieto por su suerte. Sabía que estaba en problemas. No podía urdir ningún plan, porque me sabía omnisciente. Pero al mismo tiempo sabía que omnisciente no es lo mismo que omnipotente. Hasta que se encontró con un grupo de visitantes. Él no sabía de dónde habían aparecido, pero yo sí. Eran mis otros personajes. Venían a rescatarlo.
Tonio dudó un instante. Pensó que tal vez era más noble cumplir con su designio como personaje mío. Pero los otros lo convencieron rápido. Tenían que aprovechar mi distracción. Yo acababa de interrumpir la escritura para jugar un partido de Buscaminas. No estaba atento.
Cuando volví, Tonio no estaba más. Supe que se había ido con los otros personajes, a tener una existencia extraliteraria. No sé dónde se meten. Suele ser difícil encontrarlos. Es más fácil hacer escritos sin personajes. Pero no pierdo la esperanza de, algún día, llevarme bien con ellos.