El parlante de Troya

La reina, asombrada, saltó de la cama. “¿Qué es eso?” preguntó a su paje, que no le pudo contestar porque no estaba. Se había retirado al oír el enorme estruendo que originaba la pregunta de la reina. Sabía que su trabajo dependía de estar siempre disponible para ella, sin embargo el miedo era mayor.
Se tiró por el tobogán del castillo para escapar con rapidez, sin darse cuenta de que se dirigía al corazón del ruido: un parlante que alguien había dejado allí. El paje nunca había visto uno en su vida, y con razón. Los parlantes no se habían inventado. Aparentemente un viajero del futuro lo había dejado ahí, aunque el paje no pensó esa posibilidad, sino que montó su caballo y lo hizo salir corriendo.
Pero ojo: el paje no pensó en un viajero del futuro porque estaba concentrado en escapar. Recibir a esa clase de viajeros era frecuente en el castillo, que incluso tenía una oficina dedicada a tal efecto. Aunque a veces les resultaba un poco molesto tener que dar visitas guiadas y contestar preguntas poco comprensibles, el interés de los hombres del futuro les subía la autoestima. Les hacía pensar que vivían en tiempos decisivos.
Pero el parlante no venía acompañado por nadie. La reina, una vez que se pudo vestir, mandó a uno de los guardias a enfrentarlo con la espada. Cuando se electrocutó, mandó a otro. Cinco o seis guardias más tarde, la reina insistía en que alguien lo hiciera callar. Entonces se urdió otro plan.
Cuatro guardias de los que quedaban rodearon al parlante y lo empujaron hasta tirarlo a los cocodrilos que rodeaban el castillo. El artefacto cayó, y al entrar en contacto con el agua calló. Pero antes electrocutó a los cocodrilos, que murieron ante la incrédula mirada de los guardias, la reina y sus damas de compañía.
En ese momento se materializó un ejército que invadió el castillo, debilitado por su guardia reducida y la muerte de los cocodrilos. Fácilmente redujeron a la poca resistencia que encontraron, desterraron a la reina y establecieron dominio.
La reina, mientras se retiraba, razonó que todo había sido una trampa de los hombres del futuro y decidió no volver a confiar en ellos.