Escalera a la Luna

Cuando las dos potencias peleaban por ser la primera en enviar hombres a la Luna, el principal esfuerzo estaba enfocado en desarrollar vehículos que lograran la magna tarea. Pero no era seguro que se lograra en un tiempo apropiado. Por eso la NASA confeccionó un plan B.
El plan de relativamente baja tecnología no era otra cosa que construir una escalera que pudiera llevar a un astronauta a pie hasta la Luna. Era un viaje largo, pero los astronautas estaban entrenados para soportar la gran exigencia física que el ascenso suponía. El diseño de la escalera previó descansos a intervalos regulares, y además se sabía que a medida que el tripulante se alejara de la Tierra, la gravedad a vencer iba a ser menos.
El mayor problema era que no había en los Estados Unidos un lugar adecuado geográficamente para ubicar el pie de la escalera. Los responsables de la NASA estaban aliviados de que tampoco la Unión Soviética tenía bajo su jurisdicción un lugar de la latitud necesaria. Era preciso que la escalera estuviera cerca del ecuador, para reducir la cantidad total de kilómetros.
Por cualquier emergencia, se razonó que lo mejor era ubicar la escalera en una isla, para que, en caso de que se cayera, lo hiciera en el agua. Era el mismo razonamiento de ubicar las plataformas de lanzamiento de cohetes en penínsulas. Se buscó el lugar más apropiado y se eligió el asentamiento británico en la isla Ascensión, en el medio del Atlántico.
Casi en secreto comenzó la construcción de la escalera. El método era simple: cada tramo se ubicaba debajo del anterior, y así la escalera subía sola. La primera etapa era una escalera pedestre, pero formaban parte del equipo ingenieros de Otis que planeaban convertirla en mecánica una vez que se hicieran los primeros viajes.
En muy poco tiempo la escalera era una realidad. Los que pasaban por la isla Ascensión podían verla. No se veía dónde terminaba. El pie estaba fuertemente vigilado, para que ninguna persona se convirtiera subrepticiamente en el primer ser humano en pisar la Luna. Ese honor sería otorgado a un valiente astronauta luego de que las más altas esferas políticas decidieran quién era la persona más apropiada para subir los 1.815.520.000 escalones que llevaban a la superficie selenita.
Se propuso que tal vez no era necesario subir todos esos escalones. Si se colocaba al astronauta en el tope de la escalera, a medida que se fuera construyendo iba a estar más cerca. Pero era un riesgo demasiado grande. La cúpula de la NASA tenía dudas sobre la seguridad de la escalera. Temían que no se mantuviera en pie. Por eso, además de hacerla muy resistente, se colocó en su punto más alto un transmisor que, si todo salía bien, iba a enviar fotos cada vez más detalladas de la superficie lunar.
Una vez terminada la escalera, se la amuró muy firmemente al suelo de la isla Ascensión, y se la apuntaló desde varios ángulos, para mayor seguridad. Recién entonces fue el momento de enviar un astronauta. Había que cuidar el momento de la partida, porque la escalera no conducía siempre hacia la Luna. La escalera estaba fija y la rotación de la Tierra hacía que una vez por día el tope llegara a la Luna.
El astronauta elegido subió en el momento indicado, en medio de una fastuosa celebración. Durante el camino envió reportes por radio en los que describía los paisajes que encontraba. También se transmitían partes de salud. Los médicos de la NASA aconsejaban momentos de descanso cuando lo veían muy agitado. Pero a medida que se acercaba a la Luna, en efecto, la gravedad se sentía cada vez menos y el astronauta se salteó varios descansos. Llegó entonces al tope antes que la Luna, y debió esperarla ahí.
Algunas horas más tarde, la Luna acudió a la cita. Cuando le pareció apropiado, el astronauta saltó hacia la superficie y dio los primeros pasos de un humano en otro mundo.
Estaba previsto que diera una vuelta y volviera, porque no era una misión científica sino una prueba del método de ascenso. Se pensaba que ya habría tiempo para la ciencia una vez comprobada la eficacia de la escalera. Pero fue esa eficacia la que trajo el problema.
Al estar construida en forma tan firme, al entrar en contacto con la Luna, la escalera resistió su embate. La fuerza orbital era tanta que la escalera se dobló, pero no lo suficiente para quebrarse. Al pasar el punto de resistencia, la escalera volvió a su lugar, empujando de esta manera a la Luna, que fue enviada junto con el astronauta a los más lejanos confines del Sistema Solar.