Febrero de huelga

Cansado de verse en inferioridad respecto de los otros meses, febrero decidió declararse en huelga. Llamó a conferencia de prensa para explicar su decisión de no hacerse presente en el año que estaba por iniciarse, el cual pasaría directamente de enero a marzo. Fuentes cercanas al segundo mes del año afirmaban que la medida de fuerza sólo se levantaría cuando le fueran asignados 31 días, de modo de no ser menos que ningún otro mes.
Desde el calendario se anunció que no era posible complacer a febrero sin poner en peligro el delicado equilibrio astronómico que representaba el año entero. Los rebeldes de febrero respondían que un año de once meses era peor para el equilibrio que un año de tres días más.
Una solución posible era esperar que algunos de los otros meses donaran días a febrero, de modo que la cantidad de días en el año se mantuviera constante. Las autoridades, sin embargo, no querían que eso sucediera, porque podía llevar en el futuro a nuevas rebeliones de los meses que se vieran perjudicados.
Se propuso un sistema de rotación, según el cual, alternativamente todos los años, tres meses distintos donarían un día cada uno a febrero. Pero el segundo mes del año se mantenía intransigente y quería una suma fija. No tenía intención de transitar todos los años una negociación para determinar quién le prestaría las jornadas que consideraba que le correspondían.
Se acercaba el final de enero, y las gestiones estaban estancadas. Marzo se encontraba cerca, en alerta para el caso de tener que adelantar su llegada. Era necesario encontrar, al menos, una solución transitoria para que el calendario no se adelantara un mes al otoño. El calendario encontró una forma de mantener la cantidad de días a pesar de la ausencia de febrero. Se llamó de urgencia a brumario, que estaba retirado, para que reemplazara por ese año al mes rebelde. Brumario aceptó volver, aún cundo sabía que era sólo por ese año y con sólo 28 de sus 30 días.
Solucionada la urgencia, los meses restantes vieron que tenían casi un año para solucionar el problema de febrero. Varios meses pensaban que el reemplazo de febrero le había quitado poder de negociación, porque ya no podría presionar con causar una carencia de días a todo el año. Por eso, desde febrero surgían ataques contra brumario, que lo acusaban de no tener idoneidad para reemplazar a un mes como febrero.
Mientras tanto, iban surgiendo ideas. Algunos sectores proponían una reforma total del calendario, que incluyera meses parejos de 30 días cada uno. Los días que sobraran quedarían sin mes. De este modo, ningún mes se vería superado en días por otro. Sin embargo, hubo resistencia a esa idea, porque los meses de 31 días no querían perder sus privilegios.
Pronto, la reducción de capacidad de maniobra hizo que se produjeran divisiones en el mes rebelde. El 11 de febrero llamó a conferencia de prensa y anunció su disconformidad con la posición oficial del mes. Declaró su intención de volver a integrar el año. Afirmó también que había varios días que estaban evaluando una medida similar.
Así, el 5, el 14, el 12 y el 9 de febrero pronto se unieron a la rebeldía del 11. El poder de febrero se iba debilitando. Llegó un momento en el que toda la primera quincena se desafectó. Febrero quedó en una posición vulnerable, con sólo 13 días fieles.
En la Asamblea Anual, con sede en octubre, se decidió aceptar a los días escindidos para el siguiente año. Se consideraba probable un cambio de actitud del resto de febrero, pero por las dudas se decidió contratar a 13 días sueltos de un viejo mes lunar para cubrir las vacantes, llegado el caso.
Mientras tanto, el año continuaba con las presiones para que lo que quedaba de febrero se reincorporaba. Se anunció una moratoria para los días que quisieran volver al año. También se le ofreció a febrero un ultimátum: tenía hasta el 31 de diciembre para volver al año intacto. Si lo hacía después, se le quitaría un día por cada mes que demorara en reincorporarse.
Con esto, el 26, 27 y 28 de febrero, los días que veían más cercana la amenaza, empezaron a presionar al resto del mes para terminar la medida de fuerza. Argumentaban su evidente fracaso y la división que había causado en el mes. Pero el líder de la revuelta, el 20 de febrero, no quería saber nada con volver al año.
Pero el 20 iba perdiendo poder. Los días que aún se mantenían en febrero se sentían inútiles y no querían ser reemplazados nuevamente. Luego de muchos tironeos con los días del círculo inmediato del 20, el 19 y el 21, se llegó a un acuerdo. Los días restantes reclamaron al 20 que depusiera su actitud y concretara el regreso al año. Si no lo hacía, amenazaron con volver todos ellos y reemplazarlo. El 29 de febrero, que no era un miembro oficial pero participaba en las asambleas en calidad de invitado, estaba dispuesto a tomar su lugar si era necesario.
Al ver que su base de apoyo estaba acabada, el 20 de febrero renunció a su cargo de delegado del mes. Fue reemplazado en esa función por el 16, que tenía una postura anualista.
De este modo, poco tiempo después febrero volvió al calendario. Fue recibido con júbilo por el resto de los meses, que consideraban que el año no era lo mismo sin él.
Para evitar una acción similar por parte de otro mes, las autoridades del año decidieron sancionar al líder de la revuelta por su actitud. Establecieron que, por ese año, el cambio de hora de verano se haría el 20 de febrero. Así, el día sufrió la humillación adicional de perder una de sus horas.
Desde entonces, ningún mes volvió a amenazar con escindirse del año.