Fútbol rudimentario

Usted, joven alumno, quiere jugar al fútbol en el recreo. Pero no hay cancha, ni pelota. No se preocupe, es posible jugar igual siguiendo estos simples consejos.

1. La pelota

Se necesita algún elemento más o menos redondo, de un tamaño proporcioal al de los pies de los jugadores. Una pelota de tenis, de estar disponible, podría funcionar. Pero hay otras opciones. Se puede construir un balón flexible y versátil usando un par de medias (o más de un par si fueran demasiado finas). Simplemente hay que enrollarlas y envolverlas usando una de ellas, de modo que queden hechas un bollo. No será una pelota muy redonda, pero rodará, y eso es lo importante. Es menester tener cuidado, porque un mal movimiento puede hacer que la pelota se vaya al techo y el voluntario perderá sus medias.

También se pueden usar envases Tetra Brik, preferentemente de Cepita. La técnica correcta para convertirlos en balón es la siguiente:

a) Consumir el producto en su totalidad.
b) Utilizar el sorbete provisto para inflar el envase.
c) Explotarlo de un certero pisotón. Nota: la explosión es ruidosa, es preferible hacerla lejos de cualquier autoridad.
d) Rellenar el envase, que habrá sido abierto por la explosión. Se puede usar papeles, restos de comida, o incluso otros envases formando una simbiosis de Tetra.
e) Si se cuenta con cinta Scotch, conviene cerrar el balón para darle mayor movilidad.

Se puede también armar una pelota con hojas de papel envueltas en mucha cinta autoadhesiva. Bien construida, puede resultar una pelota relativamente duradera, pero hay que poseer el talento manual necesario.

Las botellas de agua o gaseosa no son muy prácticas, aunque con mucho esmero se pueden usar. Pero una lata, correctamente aplastada, puede funcionar muy bien. No rodará, sino que se desplazará como una bocha de hockey sobre hielo. Según la superficie, podrá ser usada satisfactoriamente.

Lista parcial de elementos con los que no conviene fabricar pelotas: frutas (duran poco sin estropearse), frascos de pegamento, teléfonos celulares, yo-yós, jabón, piedras, bolas de mouse, “el tomate loco”, picaportes, monedas, sacapuntas, trozos de hielo.

2. El campo de juego

Pocas escuelas proveen campos de juego apropiados, de modo que será necesario improvisar uno. El patio donde se desarrolla el recreo será la ubicación. Preferentemente deberá designarse una porción rectangular. Si no es posible, por lo menos habrá que dejar claros los límites.

No es necesario jugar sobre césped. El cemento o las baldosas pueden funcionar muy bien. La superficie a utilizar puede ser determinante para el buen funcionamiento del tipo de balón construido. Lo importante es que haya la menor cantidad posible de intrusos que deban ser esquivados. Las niñas que juegan al elástico son especialmente traicioneras, porque pueden hacer caer a un jugador en plena carrera hacia el gol. Además, tienden a ser poco solidarias con otros deportes, y suelen no correrse. Dada la naturaleza elástica del elástico, la distancia entre niñas puede variar, lo cual es particularmente irritante para el que tenía calculado el obstáculo. Conviene que el campo de juego no coincida con esa actividad. Las que saltan a la soga no son tanto problema, son más razonables y se corren cuando le es solicitado.

Conviene también elegir una superficie sin desniveles, y con la menor cantidad posible de pozos.

Si está lloviendo, los patios exteriores suelen ser cerrados, y los interiores reciben más gente de la normal. Esto puede ser problemático. Si se llegan a armar dos partidos en canchas superpuestas, es bueno conocer los límites de ambas, y hay que tener cuidado de no patear la pelota ajena. En caso de no ser posible mantener la compatibilidad de ambos partidos, los niños más grandes impondrán el suyo a la fuerza.

3. Los arcos

Cuando no hay arcos previstos, es necesario designarlos y/o construirlos. Lo mejor suele ser buscar alguna característica natural del campo de juego. Por ejemplo, en los patios exteriores se puede elegir dos árboles que estén a una distancia apropiada y declararlos palos. En general la configuración de los conjuntos de árboles determinará la forma y la ubicación del campo de juego todo. Si no hay árboles, o no hay pares apropiados, deberá buscarse otra manera de designar a los palos.

Como la designación conceptual puede traer problemas, es necesario marcar los palos de alguna manera objetiva. Los buzos o mochilas son muy útiles para delimitar los arcos. También se pueden usar botellas, pero se debe tener en cuenta que se desplazan con más facilidad, por eso es conveniente utilizar un elemento con cierto peso.

El travesaño es algo más difícil. Como no se puede armar una estructura en el escaso tiempo que dura el recreo, lo que se suele hacer es determinar una altura más o menos arbitraria: el límite es más o menos la capacidad de salto del arquero. Si la pelota va más alto, se juzga que la pelota se fue desviada. Son pocos, de todos modos, los casos de pelotas altas dudosas, sobre todo con los balones que se pueden improvisar según el primer capítulo.

En los patios interiores se aplican varios de los mismos principios, pero debe tenerse en cuenta que los huecos de escaleras muchas veces proveen un arco natural muy apropiado, según el tamaño de los jugadores.

4. El juego

Las reglas oficiales de la FIFA no se aplicarán en el fútbol escolar. Más bien se consensuarán las reglas absolutamente necesarias: duración del encuentro, elección de los jugadores, rotación de puestos, medidas en caso de intervención de autoridad externa, método para reintroducir una pelota que salió del campo de juego, si es recuperada.

Puede ocurrir que sólo sea posible construir un arco, debido a las condiciones o tamaño del campo de juego. En ese caso será necesario apelar a juegos alternativos, como el Mete Gol Entra. Este último consiste en designar un arquero y jugar a que quien convierte un tanto lo reemplazará en su puesto. Se puede jugar individualmente o por equipos. El Veinticinco es una variante de este juego, que básicamente declara perdedor a quien esté en el arco luego de veinticinco tantos. También se impide que un jugador toque la pelota dos veces seguidas, salvo que sea en el aire sin que toque el suelo.

Al no haber árbitro, las faltas se designarán por consenso. Es decir, según quién imponga su interpretación de una jugada discutida. Habitualmente los niños son razonables en cuanto a las faltas más notorias, pero el tema puede ser escabroso si un equipo discute nimiedades. En la práctica, se condenarán sólo las faltas necesarias, porque no es cuestión de interrumpir el juego por culpa de los llorones.

La cantidad de jugadores será la disponible. En caso de haber un número impar de jugadores, el sobrante será asignado al equipo de menos talento. Si el consenso es que el sobrante tiene escasas condiciones, irá al de más talento. De todos modos, en el curso de la niñez los alumnos aprenderán que es mejor tener equipos parejos y no acumular a todos los talentosos en uno. Para eso utilizarán el método de alternarse los capitanes en la elección de jugadores, y dejar que los equipos se formen naturalmente con lo mejor disponible en cada momento.

Siguiendo estos consejos, joven alumno, podrá complementar la educación que recibe con las bondades que ofrece el deporte. Pero no se deje llevar por el fútbol al punto de olvidar prestar atención en las clases. Si lo hace, corre el riesgo de repetir el grado y ser discriminado por sus actuales compañeros cuando estén en el siguiente. Los compañeros nuevos, por su parte, no querrán jugar con usted porque serán más chicos, y a su edad la diferencia de un año se nota. Entonces, encima de repetir el grado, se quedará sin fútbol.

Deja una respuesta