Grito gutural

El grito sale de mis entrañas. Grito por fuera y grito por dentro. Todo mi ser grita al unísono. Cada una de las partes de mi cuerpo se unen en este grito unánime y estremecedor. Nunca había sentido tanto consenso interno, ni tanta necesidad de expresarlo.
Es un grito de desesperación que viene del fondo de mí, y también de otras partes más cercanas a la superficie. Necesito que el mundo exterior se entere de lo que me pasa, y me cuesta comunicarlo con los métodos habituales. Y mi cuerpo, frustrado ante la incomunicación, decide retirarle a la boca el privilegio de ser el único vocero de sus inquietudes. La boca pasa a ser sólo un canal para el sonido.
Durante la vigencia del grito, mi cuerpo vibra. En el espejo me veo fuera de foco. No veo de dónde proviene el sonido, sólo una masa amorfa. Pero lo escucho muy claramente, no es posible ignorarlo.
El cuerpo vibra a una frecuencia tal que pierdo la noción de dónde estoy. También pierdo la noción de cuál es mi boca, porque las distintas partes del cuerpo están funcionando como bocas múltiples, que generan cada una un sonido igual al de las otras. Es un gran estruendo que se realimenta.
Los decibeles me empiezan a hacer mal. Trato de taparme los oídos, pero no los encuentro, están convertidos en bocas. Se aturden a sí mismos. Quiero cerrar la boca y lo logro, pero todas las demás quedan abiertas y sólo sé cerrar la regular. El ruido que sale de mí me envuelve y me atrapa. Termino preso de él. El grito me traga, me digiere y me desintegra. Sólo queda de mí el sonido, que sigue tronando cada vez más fuerte, ya independiente de su origen dentro de mi cuerpo.