La arveja negra

Como si fuera obligatorio, todas las latas de arvejas secas remojadas incluyen en la colección una arveja negra. Su visión genera un contraste inmediato con el verde circundante. Algunas personas la descartan en el acto, otras eligen no darse cuenta.
Tal vez sea una arveja mutante, que se creyó aceituna. Tal vez sea una regulación sanitaria. Tal vez sea una manera práctica de saber cuántas latas se usaron en la preparación de algún plato, número que se puede averiguar con sólo contar las arvejas negras presentes.
Al verla, se genera una incertidumbre. ¿Será comestible? ¿Estará podrida? ¿Hará mal? Ya no cabe duda de que no se trata de un error. Todas las marcas incluyen la arveja negra. No es un concurso “encuentre la arveja negra y gane”, porque ganarían todos. Es, posiblemente, una falla inevitable en todos los métodos de control de calidad.
Sin importar su origen, la arveja negra está siempre presente. Aún cuando el color de las arvejas circundantes varía en tonos de verde, entre el muy vivo y el casi amarillo, la arveja negra es la única que mantiene su color uniforme.
Semejante uniformidad es sospechosa. Podría ser un plan de la CIA para vigilar a los hogares de todo el mundo, a través de las arvejas. Un transmisor negro, pequeño y redondo. Sería menos conspicuo si tuviera el mismo color que las arvejas normales. Aunque, si el plan es que el público no la coma, el negro es un color práctico. Algunos la comerán, pero muchos por lo menos demorarán esa ingesta.
Independientemente de su origen, la arveja negra se mantiene en cada lata, sin dar pistas sobre su procedencia y razón de ser. Alguna vez, alguien se dará cuenta y lanzará una línea de latas de arvejas con garantía de no contener ninguna de otro color. Los detallistas estarán dispuestos a pagar el precio.