La gratitud de los conocidos

Cuando me preguntaron en el programa si quería mandar algún saludo, no supe qué decir. Como iba a quedar medio antipático decir que no quería saludar a nadie, opté por contestar “a todos los que me conocen”. Así logré salir del paso.
Al día siguiente, el teléfono me despertó a las 8 de la mañana. Era el portero del club que solía frecuentar de chico. Pocho, se llamaba. No habíamos tenido ningún contacto desde que dejé de ir al club, pero me contó que había visto el programa y estaba muy contento con que me hubiera acordado de él y lo hubiera saludado por televisión. El llamado fue para agradecerme.
Cuando corté, recibí otra llamada. Era la preceptora de cuarto año, también contenta porque nunca nadie la había saludado en un medio masivo, ni siquiera los que un año después de tenerla a ella iban a “Feliz domingo”. Me agradeció y cortó.
El teléfono sonó durante todo el día. Fueron todas llamadas de gente que me conocía con el objetivo de devolverme el saludo. Llamaron taxistas, compañeros de primaria, primos lejanos, comerciantes del barrio, personal de Migraciones, ex novias, profesores que me mandaron a examen y telemarketers que alguna vez hablaron conmigo. Aunque estos últimos sospecho que tenían la intención de venderme algo.
Las llamadas continuaron durante varios días. Aparentemente, la producción del programa no tenía problemas en dar mi número a todo el que lo pidiera. A la noche tenía que desconectar el teléfono para poder dormir. La verdad, era bueno tener la gratitud de tanta gente, y de paso recordar cuántas personas no sólo me conocían sino que se acordaban de mí, pero la cantidad de llamadas terminó siendo un poco molesta.
Así que la próxima vez que vaya a algún programa voy a tener los saludos preparados.