La primera persona

Todas las personas del mundo menos una tienen un elemento en común. Hay diferentes razas, nacionalidades, edades, religiones, formas de ver el mundo. Muchos coinciden entre sí y forman grupos en base a esas coincidencias. Otros no coinciden con algo y forman grupos en base a esos disensos. El mundo es muy diverso, pero hay algo que nadie, salvo yo, es: yo.
Todos las otras personas que existen, existieron y existirán no son yo. Pueden tener el mismo nombre, la misma combinación de ADN, un documento fraudulento que los acredite como mi persona, pero nadie es yo excepto yo.
Miro el mundo a través de mis ojos y veo a un montón de gente que realiza actividades diversas sin ser yo. A veces veo grabaciones de mí y me doy cuenta de que ése que aparece en la pantalla tampoco es yo, sino alguien que ya no soy.
¿Sabrán todos los demás que no son yo? Todos piensan que ellos son yo y se refieren a sí mismos con ese pronombre, pero en lo que a mí respecta están equivocados. El único que es yo soy yo.
Estoy seguro de que mucha gente hace el mismo razonamiento y llega a la misma conclusión que yo, pero poniéndose a ellos mismos en mi lugar. Es un razonamiento válido, con el lógico error de creerse yo sin serlo.
Por eso cuando camino por la calle lo hago con la frente levantada y pongo cara de “acá voy yo”, para que la gente sepa que se está cruzando con el único que es capaz de usar la primera persona en forma adecuada. Por cierto, quiero agradecer a la Real Academia por haber creado una persona sólo para mí. Como gente culta que son, reconocen que no son yo, sino que sólo yo lo soy, vieron la dificultad que ser yo me impondría para expresarme correctamente y decidieron hacer algo al respecto.
Seguramente algunas personas rechazarán esta verdad, y dirán cosas tales como que ellos son yo, o que cada uno se ve a sí mismo como yo. Entiendo su manera de pensar, pero lamento informarles que esa visión errada se basa en los celos que algunas personas tienen debido al hecho de que no son yo.