La reacción del guardaespaldas

El guardaespaldas se encontraba en plena labor, guardando una espalda, cuando divisó a una persona que estaba apuntando un arma hacia el cuerpo cuya espalda tenía la misión de proteger.
Al verlo, se tiró con lentitud para derribar a su cliente y reducir así las posibilidades de que fuera impactado. Al tirarse, gritó “Noooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
La situación causó un revuelo. El tirador arrojó su arma a la calle y trató de escaparse, pero ya había sido visto. Personal de seguridad y policías que estaban cerca lo persiguieron, lo detuvieron y lo llevaron a la seccional para interrogarlo.
Mientras, otras personas se dedicaron a atender a quien se había evitado que fuera la víctima de un disparo. Los otros guardaespaldas lo hicieron sentar en el cordón de la vereda para que respirara un poco y se relajara. A pesar de que se había salvado, era una situación muy estresante. Un asistente compró una botella de agua mineral, para que el patrón tomara mientras se tranquilizaba.
Los guardaespaldas que lo habían sentado estaban atentos, porque siempre podía haber otro ataque. No era cuestión de bajar la guardia, tal vez era una trampa, y no querían caer en ella. Y, sobre todo, no querían que cayera su cliente. Por eso no sólo guardaban la espalda, sino todos sus lados. No es que no confiaran en su capacidad de ver peligro. Es que él prefería dedicarse a mirar otras cosas y pagarle a alguien entrenado para que lidiara con los potenciales atentados. Tener guardaespaldas lo hacía vivir más tranquilo, y ellos lo sabían, por eso ponían tanto esmero en tranquilizarlo.
Cuando les pareció que la situación estaba bajo control, propusieron seguir el camino. El cliente dudó. Le gustaba la idea de continuar, pero se preocupaba un poco por sus guardaespaldas, y trataba de que todos estuvieran bien.
“¿Y él?” preguntó el cliente. “Él sabe lo que hace, tiene mucha experiencia”, contestaron los otros. Entonces marcharon siguiendo su ruta.
El guardaespaldas quedó en el lugar de los hechos, todavía cayendo y gritando oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo”. Hacia la nochecita impactó en el suelo y recuperó la velocidad normal. Al ver que todo había terminado y no quedaban manchas de sangre, volvió a su casa.