Maratón con vallas

La semana que viene se correrá la primera maratón con vallas de la historia. El circuito de 42 kilómetros se verá interrumpido por diferentes obstáculos que cada corredor deberá sortear. El primero en llegar se adjudircará automáticamente el récord mundial de la especialidad, al ser una disciplina nueva.
La organización estudió distintas maneras de armar la carrera. Una fue utilizar un estadio con pista de atletismo estándar de 400 metros, de forma que cada atleta debiera dar 105 vueltas. Las vallas estarían colocadas cada diez metros. Pero esta modalidad no habría permitido la cantidad de participantes que se requiere en una maratón. Y la maratón no es una prueba que propicie rondas preliminares. Es mejor disputar directamente la final entre todos.
Por eso se decidió usar un circuito callejero. Pero muy rápido se tornó evidente que era improductivo despejar 42 kilómetros de calles para luego ubicar vallas cada diez metros. Además, al no usarse el estadio, el costo de las vallas pasó a multiplicarse. Ya no eran cuarenta, sino cuatro mil. Y, además, la organización empezó a pensar que la carrera con vallas podía volverse monótona, aunque no más monótona que la maratón tradicional donde no hay obstáculos.
Pero, ¿por qué se cierran las calles? Para que el tránsito habitual no moleste a los corredores. Ahora, razonó la organización, si se quiere una maratón con obstáculos tal vez eso es exactamente lo que se necesita. Una maratón en calles sin cerrar aportará un grado de azar y vértigo que puede hacer que una carrera sea apasionante de principio a fin.
Se resolvió entonces hacer la maratón en el barrio de Once, un día de semana al mediodía. El punto de partida y largada estará en Bartolomé Mitre y Pueyrredón, y los corredores deberán hacer un circuito por las calles aledañas. Para poder ubicarse, se pintó en el suelo una línea amarilla.
Los corredores deberán esquivar peatones, autos, colectivos, camiones, puestos de venta ambulante, animales, contenedores de basura y todo lo que encuentren. En algunas partes, el espacio disponible se reduce, y los participantes tienen que lidiar también con eso.
Hasta el momento hay quinientas personas anotadas, pero la inscripción todavía no se cerró. Todos se incorporarán al bullicio habitual del barrio de Once, en una jornada que promete ser memorable.