Mi nube

Vivo en el último piso de un edificio alto. Además de tener una vista magnífica de toda la ciudad, la altura me da un panorama meteorológico amplio. Veo venir las tormentas con anticipación.
Ese día vi que se acercaba una tormenta, y noté que las nubes estaban inusualmente bajas. Algunas estaban muy cerca del edificio. Me preparé para una tormenta fuerte. Fui a cerrar las ventanas. Cuando llegué, encontré que una nube solitaria se dirigía hacia mi balcón. Era una pequeña nube, rodeada de densos nubarrones y con movilidad propia. Como me dio ternura, mantuve la persiana del balcón abierta para invitarla a pasar.
La nube entró a mi departamento. La quise agarrar pero no pude, mis manos la atravesaban. Hacía su camino por el departamento. Cambiaba de forma cuando encontraba algún obstáculo. Cuando se encontró con la biblioteca, se escabulló entre los libros convirtiéndose en decenas de nubecitas. Unos minutos más tarde, las nubecitas salieron de la biblioteca y se volvieron a unir.
Cuando volvió a integrarse la nube original (o, quién sabe, una nube nueva) estaba más oscura que antes. En ese momento me dio miedo de que lloviera adentro. O peor, de que lanzara alguna descarga eléctrica. Entonces decidí guardarla para devolverla al cielo en un día más agradable. Tomé una caja de galletitas y la puse en el camino de la nube. Cuando estuvo adentro, la cerré.
Al día siguiente, mis hijos vieron la caja de galletitas y pensaron que había comprado algo para la merienda. La abrieron con interés. La nube había recuperado su color blanco saludable. Mis hijos la vieron y no supieron que era una nube. Creyeron que era un copo de nieve. Entonces llevaron cucharas para comerla. Cuando entré a la cocina y los vi los quise parar, pero no hacía falta. Las cucharas atravesaban la nube y no podían sacar ningún trozo.
Comprendí entonces que una casa de familia no es el lugar más adecuado para una nube y decidí liberarla. Salí al balcón con la caja de galletitas y la lancé hacia el cielo, como un balde de agua.
La nube salió de la caja y se quedó unos minutos cerca de mí. Me la quedé mirando mientras derramaba algunas gotas de lluvia, como si llorara. Luego se levantó un viento que la llevó hacia nuevos horizontes.