Niños devueltos

—Buenas.
—¿En qué la puedo ayudar?
—Mire, tengo una situación que me parece que les corresponde a ustedes.
—Usted dirá.
—¿Ve este nene?
—Sí. ¿Es suyo?
—Más o menos. Lo tuve yo, pero no es mío.
—¿Alquiló su vientre?
—Más o menos. En realidad no lo tuve para otra persona, pero tampoco para mí.
—¿Para quién entonces?
—Eso es en lo que usted me puede ayudar. ¿Quién me puede haber mandado al nene?
—Espero que su marido.
—Mi marido no tiene nada que ver. Él no crea personas. Solamente conozco a alguien que crea gente.
—No sé a qué se refiere. ¿Usted dice que su marido no es el padre?
—Sí es el padre, pero no lo creó. ¿Sabe quién lo creó?
—¿Dios?
—Ahí está. Por eso vengo acá. Me figuré que esta es la sucursal más cercana.
—¿Sucursal de qué?
—Bueno, sucursal o representantes. Esta es la receptoría oficial de Dios, por lo menos cuando pide plata me la hace mandar acá. Así que asumo que este es el lugar donde devolver al nene.
—¿Cómo devolver?
—Sí, yo no lo pedí, y la verdad no tengo ganas de criar a un nene en este momento. Dígale a Dios que gracias pero por ahora no.
—No lo puede dejar acá.
—Mire cómo puedo. Ya es hora de que Dios se haga cargo de sus creaciones irresponsables.
—Nosotros no tenemos elementos para educarlo.
—¿Quién les pidió a ustedes? Lo único que tienen que hacer es usar sus conexiones con Dios para mandarle de vuelta este recado. Él va a saber qué hacer.
—Espere, no se vaya, ¿cómo se llama el nene?
—Dios sabe.