No hay lugar para los tibios

Cuando abro la canilla caliente, sale agua caliente. No importa si abro la fría también, sale bien caliente porque eso es lo que pedí. Hasta que se cruza un umbral. Si abro más la fría que la caliente, la situación cambia. De estar bien caliente pasa en pocos segundos a estar bien fría, tal como expresé mi deseo en el comando.
Mi ducha es bipartidista. Yo vengo a ser el pueblo. Yo elijo fría o caliente. Y la ducha se acomoda a mi decisión. Es muy democrática en ese sentido. Pero a veces no quiero agua completamente fría, o completamente caliente. Quiero mezclar ambas, y obtener así un chorro con las virtudes de las dos temperaturas. La ducha no lo acepta.
No se admite la negociación. No hay puntos medios. Es una alternativa, o es la otra. Los conjuntos no se tocan. Es cierto que tienen puntos en común, ambas son agua, salen por la misma flor, recorren la misma cañería. En eso se parecen. Pero no pueden convivir. No quieren estar cerca.
No se puede ser ambiguo. Es necesario elegir entre una temperatura o la otra. No se puede tener agua fría y al mismo tiempo agua caliente. Es contradictorio. Quien lo intenta pasa por blando, por débil, por tibio. Y en esta ducha no hay lugar para los tibios.