Periodismo Maldito: El Gurú Estadístico

Pretendido intermediario entre las ciencias duras y el inculto mundo del deporte, el gurú estadístico no necesita mucho para impresionar a los que lo rodean con su sabiduría.

La matemática es una de las materias menos populares de la escuela. Es aún menos popular entre los que se dedican luego al periodismo deportivo. Pero existe una excepción a la que le gustan ambas ramas de la sociedad. Desde pequeño buscó una forma de unirlas y con el tiempo se convirtió en el gurú estadístico.

El gurú estadístico tiene siempre a mano datos sobre lo que se está hablando. Su vida son los números. Sabe los historiales de los partidos, la cantidad de goles de los distintos jugadores, las campañas de los árbitros. Puede relacionar datos y con esas relaciones recibe la admiración de los que lo rodean, que lo consideran sabio.

Muchas veces logra revelaciones asombrosas gracias a su manejo de los números. Aunque se lo suele ver tirando cifras inútiles, muchas veces logra iluminar una discusión con algún dato preciso y certero. La estadística tiene un lugar en el mundo del fútbol y él está bien ubicado allí.

Sin embargo, el gurú estadístico sabe que no es sabio. Su mayor miedo es que los demás se den cuenta. Entonces recurre una y otra vez a sus números, a su memoria y a sus planillas de cálculo. Saca de allí datos que los demás no tienen, y así se gana el respeto de todos. Se siente importante. Los demás expresan admiración por su habilidad con los números, pero internamente le tienen el mismo respeto que tenían en la escuela para los que se destacaban en matemática.

El gurú estadístico intenta entonces sacar conclusiones a partir de sus números, las cuales resultan cada vez menos certeras. No quiere saber que la aplicación de la estadística tiene un límite. Y quiere ampliar el campo en el que se siente cómodo. Ocurre que saber manejar el Excel no implica conocer algo de fútbol, y tener en la memoria datos específicos como quién fue el subcampeón italiano de 1955/56 tampoco. El gurú estadístico no ignora esto último. Por el contrario, es la fuente de sus inseguridades.

Animal solitario y rencoroso, sólo hay lugar para un gurú estadístico en cada equipo periodístico. Reacciona con agresividad cuando un aspirante intenta hacerle sombra en su juego. Es capaz de respetar a los otros gurúes estadísticos que cumplen el mismo rol, muchas veces de manera redundante, en las lejanías. Incluso puede generar con ellos valiosos intercambios de datos. Pero si se acercan se ve amenazado y emite respuestas desde esa emoción. Quienes no pertenecen a la especie en general no se dan por enterados de las disputas entre gurúes estadísticos.

Su inseguridad lo convierte en un asiduo vendedor de espejismos. Coincidencias que bien analizadas no son tan impresionantes, extrapolaciones que no tienen por qué ser verdaderas, rachas que mantienen su vigencia por tiempo limitado, predicciones basadas en espejismos de patrones. El gurú estadístico vende conclusiones simples a consumidores aún más simples, que se enorgullecen de su compra. Aunque a veces él también se impresiona con sus descubrimientos, en el fondo sabe que su trabajo no es tan meritorio como le gustaría.

Al alimentar las confusiones sobre los límites de su campo de acción, el gurú estadístico se siente con autoridad para opinar sobre temas donde las estadísticas no tienen nada para decir. A veces intenta hacerle decir cosas a las estadísticas, como si fueran un muñeco de ventrílocuo. Y al igual que en el caso del muñeco, parece que hablara pero el que realmente lo hace es quien lo maneja.

La rigurosidad es su credo, aún cuando no valga la pena. No vacilará en usar su autoridad para corregir cualquier imprecisión, incluso cuando esa corrección se desvíe del nudo de lo que se está hablando. Con este método el gurú estadístico refuerza su status de autoridad, de sabio y de importante. Las endorfinas que libera al hacerlo lo hacen sentir pleno y orgulloso de sí mismo, a veces demasiado.

Amparado en el respeto que le genera su trabajo con los números, que no se equivocan, el gurú estadístico expone sobre numerosos temas sobre los que no tiene por qué tener competencia. Su condición de sabio comparativo hace que se lo escuche con cierta atención. El gurú estadístico aprovecha entonces para subirse a su propio aire de superioridad, así de paso se cree más importante que lo que realmente es.

Llega un momento en el que el gurú estadístico piensa que se graduó de gurú hecho y derecho, y se cree digno de ser consultado sobre cuestiones morales, éticas, institucionales y también sobre gustos personales. El gurú estadístico siempre apoyará sus preferencias subjetivas en la sabiduría que los demás creen que tiene, y siembra la idea de que aquellos que adhieran a sus posturas (aún sobre temas tales como “qué música hay que escuchar”) podrán reflejar una porción de su grandeza.

El gurú estadístico es un personaje algo molesto pero poco peligroso. Su misma condición de diferente hace que, aunque muchos le expresen admiración, casi nadie le haga caso.