Pisar el amarillo

No venía tan fuerte. Venía más o menos rápido, pero no había nadie en la avenida. Estaba prácticamente solo. Entonces podía ir rápido. No era una imprudencia. Las avenidas son para ir a cierta velocidad.
Venía bien, disfrutando no sólo del escaso tránsito, sino del buen estado de la avenida. Me permitía no tener que frenar a cada rato o esquivar obstáculos varios. No sabía que se iba a generar un obstáculo de repente. Estaba fuera de mi control.
La cuestión es que yo venía, más o menos rápido, concentrado, disfrutando de la experiencia. Esperaba llegar temprano. No se me ocurrió que un tipo fuera a tirar desde la vereda una cáscara de banana. Y tampoco pensé que, al pisarla, mi auto iba a patinar de esa manera, haciendo un giro sobre sí hasta quedar ruedas para arriba sobre el pavimento.