Planetario al aire

La falta de mantenimiento finalmente hizo que la cúpula del Planetario se cayera. Las butacas originales de 1966 fueron deshechas por los cascotes curvos, que cayeron sobre la sala como si fueran meteoritos.
Sin embargo, el proyector no sufrió daños. En un testimonio a la calidad del Zeiss, sólo sufrió algunos percances menores, fácilmente reparables. Pero no había planetario donde proyectar las imágenes. El director del complejo, no obstante, declaró que “el espectáculo debe continuar”.
Se resolvió arreglar el proyector para tenerlo en condiciones para cuando se pudiera reconstruir el edificio, o para llevarlo a otro lado. El proceso de reparación demandó pruebas, y gracias a ellas el director del Planetario tuvo una idea ambiciosa.
Decidió que, después de todo, para contemplar el espectáculo de las estrellas no hacía falta el edificio. Se las podía proyectar hacia arriba. El cielo era un gran Planetario. Y, ya que las estrellas eran muy difíciles de ver en la ciudad, la asistencia del Zeiss podía permitir su regreso.
Así, los espectáculos diarios del Planetario fueron vistos por todos los que estuvieron dispuestos a mirar hacia arriba. Se proyectaba el cielo como debía verse en tiempo real, exepto que las estrellas se veían. Muchos las descubrieron por primera vez. No tenían idea de que hubiera tantas estrellas.
Pero con el tiempo el show se empezó a hacer rutinario. También se llegó a la conclusión de que poder controlar el firmamento era una herramienta poderosa. No hacía falta esperar todo un mes para ver la luna llena. Podía estar todos los días, y sin efectos indeseables sobre las mareas.
Además de corregir la Luna, desde el Planetario se empezó a modificar el cielo. Las condiciones geográficas ya no eran una barrera. Se podían ver estrellas del hemisferio norte con el mismo esfuerzo. Entonces todos los días Buenos Aires tuvo el cielo de una lugar distinto, como parte de la ciudad cosmopolita que era.
También se proyectaron firmamentos de otros planetas, lo que generaba paisajes extraños y atractivos. Cuando se proyectaba el cielo de Júpiter, el público se sorprendía al ver cuatro grandes lunas. Cuando se veía el de Neptuno, varios notaban con curiosidad que una de las estrellas era la Tierra donde ellos estaban parados.
Los espectáculos diarios generaron un gran interés por la astronomía en Buenos Aires, y atrajeron a muchos turistas, curiosos por conocer el cielo cambiante. Pero ese éxito fue lo que provocó su fin. Al ver la demanda astronómica por parte del turismo, el Estado decidió invertir en atracciones para ofrecer a los visitantes extranjeros. El proyecto más evidente era reconstruir el Planetario, porque no podía haber una gran capital que no tuviera, sobre todo una que se estaba caracterizando por la astronomía.
Entonces se liberó el presupuesto para hacer de nuevo la cúpula del Planetario, pero esta vez más moderna y espectacular que antes. El proyecto se concretó, y el edificio se convirtió otra vez en un hito de la ciudad, pero el proyector Zeiss quedó atrapado adentro, y la ciudad perdió sus cielos estrellados.