Qué tal

—Buenas.
—¿Qué tal?
—¿Qué significa eso?
—¿Eh?
—¿Qué significa “qué tal”?
—Es un saludo.
—No, un saludo sería “hola” o “bienvenido”. No “qué tal”.
—Bueno, es como si fuera un saludo. Es como preguntarte cómo estás.
—¿Y por qué no preguntás “cómo estás” en lugar de esquivarla con una frase sin ningún sentido?
—Te lo pregunté con esa frase.
—No, no me preguntaste nada. Dijiste “qué tal” y eso no es nada.
—Es un saludo amistoso.
—Nada de saludo amistoso. Claramente no te interesa cómo estoy. Si no me lo preguntarías.
—Sí me interesa.
—Mentís. Vos lo que querés es que yo piense que te interesa, pero sin tener que interesarte. Te interesa hacer ver que estás interesado. Pero en realidad ni  te gastás en preguntar, porque no te importo. Sólo querés guardar las apariencias. Sos un hipócrita al final.
—Bueno, me habré expresado mal. Empecemos de nuevo. ¿Cómo estás?
—Enojado.