Rhodesias frescas

Las ambulancias de Rhodesia salían constantemente de la fábrica de Terrabusi, para llevar las Rhodesias de la manera más rápida posible a los puntos de venta. De esta manera, se garantizaba que siempre estuvieran frescas para el máximo placer de todos.
Cuando venía la ambulancia, reconocible por los colores llamativos del envase,
la gente se corría. Todos conocían la importancia de no interrumpir el flujo de las Rhodesias hacia los quioscos. Algunos, cuando eran sobrepasados, saludaban a las obleas bañadas tocando bocina, en señal de celebración.
El esfuerzo de toda la ciudad hacía que en cada punto hubiera siempre Rhodesias frescas. Lograrlo era una operación complicada. A veces, atascos involuntarios en el tránsito privaban de Rhodesias a los lugares más alejados de la fábrica. Esto provocaba un gran malestar, y aumentaba el valor de las propiedades más cercanas al Establecimiento Modelo Terrabusi.
Con el tiempo, sin embargo, algo se rompió. La sociedad perdió el respeto que antes tenía. Las ambulancias empezaron a quedarse atrás, haciendo sonar las sirenas en vano. Había desacuerdos en los autos. “Correte, viejo, llevan Rhodesias”, exclamaban las mujeres a sus maridos. A veces ellos hacían caso. Pero ya no todos, y esta resistencia provocaba demoras, que a su vez reducían la frescura.
La razón del cambio en las costumbres podía obedecer a que, en los años anteriores, habían aparecido ambulancias de muchas otras golosinas. La ambulancia que llevaba los Shot se había hecho omnipresente, al igual que la del Marroc, el Biznike y el alfajor Suchard.
Paralelamente, se supo que las ambulancias de Rhodesia en ocasiones también llevaba otros productos, como Tita. Los conductores de las ambulancias violaban la política de la empresa, y colocaban otras golosinas en los espacios libres que se dejaban para que las Rhodesias no se golpearan contra nada en el trayecto. Esta operación significaba, además de un deterioro en la calidad de las Rhodesias, una ruptura de la confianza que la sociedad tenía en los transportistas de Terrabusi.
Los conductores de autos se sintieron traicionados, porque estaban dejando pasar a productos que no eran los que querían. Y empezaron a sospechar de todos. Tal vez la ambulancia del Marroc llevaba también Jackelín. Era imposible saberlo.
Hubo que pensar, entonces, en otras opciones para distribuir la Rhodesia. Al principio se resolvió con ambulancias más grandes. Pero la frecuencia menor que implicaba este cambio resultó perjudicial para las Rhodesias individuales. Ya no eran tan frescas como antes de la crisis.
El público las compraba igual. Se estaban acostumbrando a una Rhodesia inferior. Pero la gente de Terrabusi sabía que era cuestión de tiempo para que fuera lo mismo comer Rhodesia que otros productos. Era necesario tomar medidas rápido, antes de perder el valor de lo especial.
Se planteó crear una red de caños que distribuyera la Rhodesia por toda la ciudad sin intervenir en el tránsito. Había que agujerear todas las veredas, pero una vez hecho, este sistema permitiría comunicación fluida entre la fábrica y sus puntos de venta, prescindiendo del canal humano de distribución. Sin embargo, no se pudo hacer por cuestiones prácticas. El sol que daba sobre las veredas iba a derretir el chocolate que era fundamental para el sabor de la Rhodesia. Y, además, las Rhodesias no eran un producto líquido, que fluyera con facilidad. Se iban a quedar atascadas en los ductos.
Los directivos de Terrabusi, con gran pena, se dieron cuenta de que la única salida implicaba una modificación en el envase. Al incorporar un plástico sellado, la frescura de la Rhodesia se iba a poder conservar por más tiempo. Esto permitiría llevarla en las mismas ambulancias de siempre, y hasta prescindir de ellas y usar los camiones en los que se distribuía el resto de los productos. En este aspecto, la Rhodesia sería una golosina más.
Existía resistencia a la idea, porque no se sabía cómo iba a reaccionar el público ante semejante cambio, pero el tránsito pronto se hizo insostenible, y la renovación del envase se convirtió en la única opción viable.
Se trató de respetar lo más posible el diseño del envase anterior, aunque hubo que prescindir del efecto cajón que era uno de los aspectos que hacían única a la Rhodesia. Pero el cambio resultó positivo. Aunque hubo un poco de resistencia por parte de los consumidores, tarde o temprano todos razonaron que no iban a dejar de comer Rhodesia por un cambio externo a su esencia. Además, el nuevo envase permitía comprar varias y guardarlas en la alacena. De esta manera, en casos de emergencia se podría recurrir a esta reserva, sin el peligro de encontrarse con que la ambulancia todavía no llegó.
El cambio fue, entonces, un éxito. Las ambulancias fueron donadas a hospitales para trasladar a gente enferma. Las casas cercanas a la fábrica de Terrabusi perdieron un poco de valor, y eso permitió a la empresa comprar muchas de ellas para ampliar la producción y suplir la demanda extra que se había producido por los que almacenaban Rhodesias. El tránsito, en tanto, sufrió menos interrupciones, y los embotellamientos que había fueron mitigados porque cada conductor podía aprovecharlos para abrir la guantera y sacar la Rhodesia que siempre llevaban consigo.