Silencio de radio

Rocco era el conductor de un programa que ocupaba la franja de segunda mañana en la radio AM más popular. Tenía un estilo que lo distinguía de todos los otros programas con el mismo contenido que iban en ese horario. Por eso era muy escuchado.
Su técnica radial era hija de la televisión. En sus comienzos visuales, las entrevistas que realizaba incluían planos de su cara en pose de estar escuchando al entrevistado. Esa apariencia le daba un aire del que carecían casi todos los otros periodistas, a quienes se los notaba más preocupados por sus preguntas que por las respuestas que pudieran obtener.
Al pasar a la radio, Rocco debió adaptar el estilo. Optó por hacer sonidos guturales mientras sus entrevistados hablaban. De este modo podía quedar como que escuchaba atentamente.
Durante un tiempo, el programa de Rocco fue novedoso. Más tarde su estilo empezó a cansar a la audiencia, que se empezó a volcar a los competidores. Ante la baja en los niveles de público, en la radio buscaron las posibles causas del cambio de actitud. Se realizó un estudio de mercado. La conclusión fue que el público estaba cansado del estilo de Rocco, y que se prefería algo más sencillo.
Pero la radio le había hecho un contrato de cinco años, y no era fácil dar marcha atrás sin pagar una indemnización demasiado elevada. Entonces se optó por contratar un asesor de imagen como parte del equipo de producción. El asesor, Evan, tenía como objetivo adecuar a Rocco a las exigencias del público, de manera que los niveles de audiencia volvieran a ser lo que habían sido.
Evan se dio cuenta de que el problema eran las costumbres irritantes de Rocco, y procedió a desactivarlas. Primero le pidió que dejara de hacer ruidos guturales durante las entrevistas. Rocco no quería dejar de lado su marca registrada, pero accedió a probarlo durante una semana. En esos días se detectó un leve ascenso de la audiencia, y a su pesar Rocco se tuvo que despedir de los ruidos.
A continuación, Evan consideró que la voz de Rocco era también irritante. La orden fue que limitara sus intervenciones al mínimo. Que dejara hablar a sus entrevistados. Rocco se negó rotundamente, pero los directivos de la radio respaldaron a Evan y le exigieron que obedeciera.
Pero Rocco no tenía interés en disminuir su participación en su propio programa, y optó por una huelga de sonido. Decidió que iba a presentarse en el estudio, pero no iba a hablar. Los entrevistados podían hablar solos, no le importaba.
Así se dio. El programa se quedó sin conductor, porque los otros locutores y periodistas de la radio se solidarizaron con Rocco. La producción eligió poner al aire a los distintos entrevistados para que hicieran monólogos. Esta decisión no afectaba la esencia del contenido del programa, que era dejar decir a los entrevistados lo que tuvieran para comunicar.
Para sorpresa de todos, el nivel de audiencia del programa no dejó de subir. Evan estaba contento por la nueva reivindicación y decidió continuar su depuración. Realizó más estudios de mercado y determinó que la audiencia tampoco tenía muchas ganas de escuchar a los entrevistados. Pero como tenía menos ganas de apagar la radio, lo hacían. Razonó Evan que un programa de entrevistas sin conductor ni invitado era un concepto atractivo para la audiencia. La producción del programa se opuso a tal cambio, que sí alteraría la esencia, pero los directivos de la radio otra vez apoyaron a Evan. En esta ocasión, además de contar con el sustento de dos aciertos, su idea podía ahorrar muchos costos a la empresa.
Se lanzó entonces el nuevo formato del programa, que consistía en cuatro horas de silencio, sólo interrumpido por varias tandas publicitarias y el top de la hora. Una vez más el público respondió con entusiasmo, y el encendido de la radio se disparó nuevamente. La audiencia estaba encantada con un programa de radio que no tuviera locutores desagradables ni entrevistas tendenciosas, y esa novedad fue muy valorada. El programa silencioso pasó a ser lo más escuchado de toda la radio.
Rápidamente las otras radios salieron a competir, y en cuestión de semanas todo el espectro radial se llenó de silencio. Algunas personas cambiaban de radio cuando aparecían las tandas publicitarias, y por eso el ruido de los avisos disminuyó rápidamente. De repente, la publicidad radial consistía en susurros, cada vez menos audibles, sobre distintas marcas comerciales. Pronto los susurros fueron escasamente diferenciables del silencio de los programas.
De esta manera, la radio se convirtió en un medio que llevó paz a la sociedad. Los conductores de taxis se volvieron más calmos. Los oficinistas dejaron de lado los nervios. Los comerciantes comenzaron a transmitir tranquilidad a los clientes que entraban a sus negocios.
Desde entonces, las radios compiten por ser la más silenciosa. Colocan avisos en la vía pública con slogans como “nuestra radio trae a su casa el mejor silencio”. Diferentes segmentos de la sociedad preferían el silencio de distintas radios. Algunas emisoras que ocasionalmente trataban de romper la monotonía con programación sonora eran recibidas con rechazo y no podían sostenerse en el aire más que algunos meses.
La industria de la radio cambió completamente. El público seguía utilizando los aparatos, con lo cual las radios tenían encendido. Los anunciantes no querían perder espacio y continuaban pautando comerciales sin audio. El personal artístico fue dado de baja, los estudios alquilados y sólo quedaron las salas de control, donde ingenieros de sonido mantenían su atención en que la emisora tuviera un silencio parejo.
Desde entonces lo único que escucha por radio es alguna rara conversación mantenida en el control que se cuela en el aire y por un instante interrumpe el eterno silencio.