Sujeto inconsistente

Vos me decías que estabas bien, que no tenías ningún problema. Pero tus ojos me daban otro mensaje. Pensé que tal vez no te dolía el cuerpo pero sí el alma. Hasta que tus orejas me dijeron que no hiciera caso a los ojos.
No sabía entonces a quién creerle. ¿Por qué las orejas me iban a mentir? Tampoco había ninguna razón para desconfiar de los ojos, o de vos. Es cierto, tenía dos fuentes contra una, sin embargo la verdad no es democrática, vos y las orejas pueden equivocarse.
Decidí consultar al ombligo. Tuve que levantarte la remera para poder saber su postura, pero no la entendí. Era algo ambigua, o tal vez eran las pelusas que no me dejaban ver bien. Mientras tanto, yo seguía preocupado. Quería saber si realmente estabas bien.
Miré hacia abajo y vi una expresión ansiosa en tu pie izquierdo, como que quería decirme algo. Le presté atención. El pie izquierdo me informó lo que los ojos habían insinuado, que el dolor no era físico sino emocional. Y por más que el pie derecho rápidamente lo calló con un pisotón, fue evidente que tu estado no era óptimo.
Por eso decidí darle el puesto a otro. Tené en cuenta para el futuro que es importante que vos y tu cuerpo den un mensaje unificado.