Súper Pizza

De joven, Clark Kent se ganaba la vida repartiendo pizzas. Era el mejor repartidor del mundo. Con él, la pizza llegaba siempre caliente. El tránsito no era un impedimento para hacer bien su labor. Clark Kent volaba y llevaba las pizzas sobre la espalda, siempre en posición horizontal para no derramar el queso.
La eficiencia de Clark Kent le permitió a la pizzería ampliar el radio de entrega, y como consecuencia también las ventas. No había que preocuparse por no entregar en barrios peligrosos, porque Clark podía enfrentarse a cualquier peligro y sortearlo con la pizza indemne.
Los clientes siempre quedaban conformes. Incluso en los casos en los que se entregaba el pedido equivocado, la celeridad con la que llegaba el reemplazo sorprendía a todos. Clark Kent llamaba a la pizzería para informar lo ocurrido y volaba hacia ahí mientras se ponía en marcha la otra pizza. Luego regresaba al domicilio de destino en pocos instantes. Las amplias propinas que se ganaba le permitieron cumplir el sueño de construir una fortaleza en las lejanías donde reflexionar en los ratos libres.
Un día, cuando llegó a entregar un pedido se encontró con que los que habían ordenado la pizza eran policías que estaban rodeando una casa, donde un malhechor había tomado rehenes. Luego de entregar las pizzas, Clark Kent sintió un fuerte impulso por liberar a los prisioneros. Sin pensarlo dos veces, irrumpió en la casa con fuerza sobrehumana, derribó una pared y en un instante neutralizó al malvado y liberó a los prisioneros. Luego volvió a la pizzería a buscar el siguiente pedido.
Después de este episodio, Clark Kent empezó a notar que la policía le pedía pizzas muy seguido, y en cada entrega se encontraba con una situación para resolver. A Clark le gustaban esos desafíos, pero pronto el abuso jugó una mala pasada. Debido a que las pizzas para la policía eran sin cargo, llegó un momento en el que la pizzería no pudo sostenerse y tuvo que cerrar. Clark Kent, entonces, tuvo que buscarse otro trabajo.