Distrito de suicidios

El municipio ha declarado a este sector de la ciudad “distrito de suicidios”. Dentro de sus límites, quedan abolidas todas las leyes referidas a suicidio. Es, en efecto, una zona liberada para quitarse la vida.
Se solicita a los suicidas utilizar los recursos que encuentren en ese sector, y no hacerlo en ninguna otra parte. Este es el único lugar de la ciudad donde se permite dicha actividad. Hacerlo en otro lado puede resultar perjudicial para el resto de la población.
En el distrito de suicidios, se han tomado todas las precauciones necesarias para que los suicidios terminen en sólo la muerte del interesado, sin que el proceso afecte a terceros. Los puentes tienen suficiente distancia hasta el agua. Las veredas que rodean a los edificios altos han sido cerradas al tránsito. Hay líneas de puntos que delimitan inequívocamente las zonas de aterrizaje. Se solicita al suicida respetarlas, y del mismo modo se solicita a los transeúntes no cruzarlas.
Para poder utilizar las instalaciones del distrito de suicidios es necesario sacar turno a través del sitio web del municipio. Según la urgencia, se le asignará un horario. El comprobante impreso deberá ser exhibido ante las autoridades del distrito, que otorgarán los elementos requeridos. Estos elementos se otorgan en calidad de préstamo, y serán recuperados al concluir su uso.
El aspirante a suicida gozará, a su vez, de un boleto gratuito en transporte público, sólo de ida, desde su domicilio registrado hasta el límite del distrito. Una vez ahí, será recibido por un equipo de expertos, que le tomarán los datos propios, los de los herederos, y le preguntarán de diferentes maneras si está seguro. En caso de tener dudas, los psicólogos del distrito estarán a disposición para aclarar sus pensamientos y darle ánimo.
Cuando el aspirante confirma el deseo de realizar el acto, puede entrar en la zona y es libre de elegir el método. El suicidio se realiza bajo su exclusiva responsabilidad, y bajo su propio riesgo. El municipio no asumirá los costos médicos devenidos de un suicidio fallido. El aspirante deberá estar preparado para esta eventualidad.
El distrito de suicidios está abierto los días hábiles, de 9 a 18. Al finalizar, se realizarán las tareas de recolección. Se ruega no excederse del horario estipulado. En caso de duda, puede llamar al teléfono gratuito del municipio, donde le responderán con mucho gusto.

El último diploma

En los actos de fin de año, toda la escuela observa orgullosa a los egresados. Es su último acto. Atraviesan un momento que vieron ocurrir varias veces, pero nunca lo vivieron en persona. Están vestidos formalmente, con sus familias entre el público, esperando el momento en el que subirán al escenario a recibir los diplomas que conmemoran la finalización del camino escolar.
Muchos están nerviosos. Algunos se comportan como si no lo tomaran en serio, pero son arrastrados por la marea de los que sí. No es momento para andar con rebeldías: es el final del ciclo escolar. El momento previo al comienzo de lo que la escuela los ha preparado para enfrentar: “la vida”.
Tratan de escuchar con atención el himno nacional y los discursos de los directivos. Tal vez también el de algún representante de los docentes o padres. El ceremonial sólo incrementa los nervios. A veces hay algún número musical en el medio. Es la última espera antes de terminar la escuela.
Tarde o temprano arranca la entrega alfabética. El mismo alumno que era nombrado primero cuando se tomaba lista pasa al escenario a recibir su diploma. Es entregado por uno o dos docentes de su elección. El momento recibe un estruendoso aplauso. Todos los presentes muestran su orgullo por el logro obtenido. El tiempo para sacar una foto arriba del escenario, y es momento de bajar, a unirse a los compañeros, con el diploma enrollado.
Al mismo tiempo sube el segundo egresado, que recibe un aplauso similar. Y luego el tercero, y el cuarto. La escena se hace algo repetitiva. El público empieza a mostrar arrepentimiento por haber aplaudido tan efusivamente al primero. Ahora, piensan, tendrán que aplaudir igual a todos. Son decenas. Es posible estar media hora aplaudiendo.
Entonces, algunos integrantes del público desisten, o reducen la fuerza de sus manos. Sólo volverán a aplaudir con ganas cuando le toque el turno a quien fueron a ver, o a alguien que les caiga bien. El acto de egresados se convierte en un concurso involuntario de popularidad.
Mientras, tras bambalinas, algunos de los que reciben el diploma ceden a la tentación de abrir el rollo, aun sabiendo que luego no lo podrán volver a enrollar tal como estaba. Y ven el contenido del diploma. Grande es su sorpresa al darse cuenta de que ése no es el diploma oficial. Es un papel que emite la escuela, felicitando al alumno por haber completado el último año. Todos tienen claro que el diploma oficial es emitido por el ministerio de educación.
Es lógico, dice alguien, todavía hay varios que tienen que rendir materias e igual están recibiendo el diploma como si hubieran egresado. La ceremonia, antes de terminar, se revela como una farsa. Los diplomas no valen nada. En algún momento tendrán que ir a buscar el diploma verdadero. Será entregado en un acto administrativo, sin glamour, por un burócrata.
La escuela no se deja terminar tan fácilmente.