Todos para el mismo lado

Está bien que somos todos individuos distintos, pero no vamos a llegar a nada si no vamos todos para el mismo lado. Es necesario que la humanidad tenga una sola dirección, no siete mil millones de direcciones distintas. Tenemos que estar todos juntos, sabiendo qué es lo que nos conviene y actuando en consecuencia, para poder, en el futuro y en el presente, vivir mejor.
Los desacuerdos son inevitables, por eso es necesario un liderazgo que nos lleve, que nos convenza de lo que tenemos que hacer. No hay que forzar a nadie, eso está claro. El liderazgo tiene que ser tan bueno que todas las personas decidan espontáneamente seguirlo. Así podremos estar unidos, de una vez por todas.
Claro que es difícil. Pero podemos. Tenemos que mirar la naturaleza. Los animales no hacen grandes debates. Migran en masa, todos juntos, recorren continentes enteros, cruzan mares. Llegan juntos a su destino, y mientras tanto van resolviendo los conflictos individuales, sin perder por eso la dirección general.
Tenemos que seguir el ejemplo de los lemmings. Ellos van todos para el mismo lado, con gran entusiasmo. No les importa el precipicio que viene adelante. Saben que para el bienestar de todos es necesario ir ahí. Entonces, cuando se produce el momento, todos corren hacia donde van todos los demás. Algunos llegan antes que otros. Y después su sociedad queda más saludable.

El país donde se usa la luz de giro

El país donde se usa la luz de giro es un país algo predecible, sí, pero qué lindo. Los parpadeos permiten ver el futuro, y adecuarse a él. Todos marcan el camino, no para que los sigan, sino para que los otros elijan qué hacen. Es porque es un país en el que la gente piensa en los demás. Todos se acuerdan de que existen los otros, y lo tienen en cuenta. No dejan de hacer lo que pensaban hacer. Sólo avisan cuando es adecuado. Así deja de ser necesario adivinar. Uno se puede manejar mejor en la sociedad. Y al no tener que ocuparse de saber qué van a hacer los otros, queda el cerebro libre para dedicarlo a actividades que le permiten florecer.

Hoy es mañana

Mañana, hoy, es mañana. Mañana será hoy. Pasado mañana, mañana será ayer. Ayer, ayer era hoy, anteayer era mañana, hoy es ayer y mañana será anteayer. Por otro lado, hoy ayer era mañana y mañana será ayer.
Sin embargo, hace cinco años, hoy era dentro de cinco años, y hace cinco años en esa época era hoy. Pero hace cinco años también ayer era dentro de cinco años, y mañana era, del mismo modo, dentro de cinco años. Sin embargo mañana y ayer no son hoy, aunque el primero lo será y el segundo lo fue.
El presente, que ayer era futuro, más tarde será pasado, pero en ese momento el futuro, que ahora es futuro y luego será pasado, será presente. Del mismo modo, el pasado en épocas remotas era futuro y, más adelante, cuando esas épocas remotas ya eran pasado, el pasado era presente. Y el presente era futuro, pero el futuro también era futuro.
Algunas cosas ocurrían en el pasado y no ocurren más. Otras cosas ocurrirán en el futuro y no ocurrían en el pasado. Sin embargo, las cosas que ocurren en el presente por definición ocurrían en el pasado y seguirán ocurriendo en el futuro.
Debido a estos fenómenos, para evitar confusiones se inventaron los relojes y los calendarios. Desde entonces, la gente puede ubicarse en el tiempo sin tener, cada vez que habla, que pasar horas explicando a qué momento se está refiriendo.

Fútbol robótico

Llegará el momento en el que la tecnología permitirá una evolución trascendente en el deporte más popular del mundo. Ese día se podrá prescindir de los jugadores y reemplazarlos por máquinas, en lo que resultará un espectáculo mucho más atractivo que el actual.

Las posibilidades son casi infinitas. Dos equipos de robots humanoides, 11 contra 11, pueden jugar sin temor al cansancio, a las lesiones, a los problemas del campo de juego, a los cambios de hora o a la falta de oxígeno en algunos lugares de la Tierra. Sólo bastará con cargar las pilas de cada jugador y programar la táctica.

Los entrenadores tendrán un rol mucho más decisivo que el actual, porque los robots obedecerán a la perfección todas las instrucciones. Estarán capacitados para detectar a los robots del mismo equipo y a los rivales, analizar las posiciones y calcular en tiempos sobrehumanos la precisión y fuerza necesarias para cada pase.

Los robots no quedarán nunca en offside gracias a la presencia de un chip exclusivo para ese propósito. Siempre se mantendrán atrás de la pelota o atrás de dos defensores contrarios, pero buscarán sorprender a los rivales. Las defensas, en tanto, serán casi inexpugnables por perfección táctica y técnica, pero siempre quedará un agujero que los atacantes deberán descubrir. Igual que en el fútbol humano.

La adopción de robots permitirá abolir los árbitros y jueces de líneas, y reemplazarlos por computadoras que darán fallos inapelables al instante, y siempre justos. Las mismas computadoras podrán oficiar de tribunal de disciplina, si fuera necesario sancionar a algún robot.

No hará falta cambiar jugadores. Los técnicos podrán tener varios perfiles programados y cargarlos en cada jugador robótico con sólo presionar un botón. ¿Me expulsaron al arquero? Ningún problema, un jugador de campo es programado como arquero y el partido sigue. Mientras tanto, el mainframe del club calculará las mejores posiciones para cubrir los espacios de ese partido con un jugador menos y se las transmitirá a los jugadores, que las adoptarán de inmediato al menos que el entrenador disponga otra cosa.

La labor del director técnico será muy distinta a la actual. No será necesario entrenar a los jugadores durante la semana. En su lugar, el DT y su equipo de analistas de sistemas proveerán la creatividad del equipo al probar variantes. Claro, los equipos grandes correrán con la ventaja de tener computadoras más potentes que analizarán más datos en menos tiempo, y eso puede verse como una injusticia. Pero siempre decide la creatividad, y las máquinas nunca serán creativas.

Los mejores entrenadores serán los más estudiosos, los que estén todos los días investigando formas nuevas de ubicar a los jugadores, catalogando todas las maneras posibles de pasar la pelota, calculando jugadas básicas irreductibles y sus variantes aplicadas. Quienes tengan esa capacidad serán los más exitosos y, por lo tanto, los más cotizados. Y serán bien cotizados, porque de su capacidad dependerá exclusivamente la suerte de cada equipo.

Los equipos robóticos serán inmunes a los proyectiles que puedan ser tirados desde las tribunas. En caso de que un jugador se averíe, no se reemplazará a todo el robot sino sólo la parte averiada. Cada club contará con un taller donde se repararán futbolistapartes.

El problema de los jugadores enviados a las selecciones se solucionará haciendo una copia exacta del jugador convocado. De esta manera, podrá actuar en la selección y seguir en su club al mismo tiempo.

Las tribunas verán inútil el aliento, porque los robots estarán programados para dar todo siempre, aunque no transpirarán las camisetas. Por lo tanto el público se quedará tranquilo. Para generar ambiente se instalarán robots en las tribunas que responderán de forma preprogramada ante cada acción del juego, de modo de enganchar a los espectadores reales. Para los partidos televisados, se reemplazará a los relatores y comentaristas por robots que también invitarán en cada momento a la emoción apropiada.

A medida que la tecnología vaya evolucionando, aparecerán máquinas que permitirán predecir los resultados de los partidos sin necesidad de jugarlos. Tendrán en cuenta las tácticas empleadas, las características de hardware y software de los jugadores y las condiciones del clima para determinar cada una de las incidencias del encuentro. Luego producirá una síntesis que pasará a engrosar las estadísticas. Claro que este método no será muy popular, porque no tiene mucho sentido simular un partido, así que los robots van a seguir saliendo a la cancha por más que no sea estrictamente necesario, aunque es posible que se recurra a las simulaciones cuando el calendario esté apretado.

El fútbol con robots mostrará unos cuantos contrastes con los partidos jugados por humanos. Se destacará la precisión táctica y disciplina del fútbol moderno en oposición a las limitaciones físicas que podían quitarle dinamismo al antiguo. Se producirán debates sobre si los mejores futbolistas de carne y hueso podrían jugar contra los robots, y quién ganaría entre un equipo robótico y uno humano. Al principio no habrá una respuesta clara para todo el mundo, pero la tecnología se seguirá desarrollando hasta que no quede la menor duda de la superioridad del fútbol robótico.

Mientras tanto, el fútbol jugado por seres vivos se convertirá en una añoranza de tiempos dorados. Quienes quieran despuntar el vicio podrán hacerlo de manera amateur, e incluso podrán imitar a los robots en sus partidos. Se completará de esta manera el círculo que empezó cuando a un programador se le ocurrió simular en una computadora las acciones de los futbolistas.