Indique su Destino

Subí al colectivo. Lo primero que vi fue un cartel que decía “indique su Destino al chofer”. Y yo sabía adónde me tenía que bajar, pero no mi Destino. No estaba seguro de que nadie lo supiera. Uno puede tener toda la vida planificada, pero cualquier imprevisto cambia todo. Tal vez alguien que ya vivió casi toda su vida conoce la generalidad de su Destino, aunque no sepa exactamente cómo va a ser el tiempo que le queda. Pensé que tal vez el cartel se refería a los jubilados, y era para poder adjudicar algún tipo de descuento.
Iba a decirle todo esto al chofer cuando vi un cartel que decía “prohibido conversar con el conductor”. No especificaba monologar, es cierto. Pero yo necesitaba una respuesta, porque toda mi ponderación era para poder saber los pasos inmediatos a seguir. Esos pasos podrían, incluso, marcar mi Destino. No podía descartarlo. Sin embargo, lo que podía descartar era que el chofer me fuera a dar alguna respuesta útil, justamente porque tenía prohibido conversar.
Entonces hice trampa: le dije dónde me iba a bajar. El chofer marcó el valor del boleto y pagué. Después fui a sentarme atrás. Había resuelto el dilema pequeño, pero me quedé pensando en mi Destino, y en la posibilidad de conocerlo.
Tal vez, pensé, uno puede tener cierta visión. Tal vez podemos ver el presente, y por qué no el futuro inmediato, y hacernos una idea. Podemos ir pispeando el Destino de nuestra vida tal como es ahora, y corregir la vida de acuerdo a lo que nos da. Tal vez nos podemos asomar al Destino.
Pero cuando pensaba eso, otro cartel despiadado terminó con mi esperanza: “prohibido asomarse”