Miguel de Palermo

Miguel de Palermo se llama Miguel y vive en Palermo. No es el único Miguel que vive en Palermo, pero es el único Miguel de Palermo. Es su marca registrada. Siempre se presenta como Miguel de Palermo, por más que su apellido es Gómez. Lo que pasa, explica, es que hay muchos Miguel Gómez, incluso hay varios en Palermo. Entonces necesita un alias más abarcativo.
Pero, ¿cómo lograr que los otros Miguel que viven en Palermo no se identificaran igual que él? Miguel de Palermo urdió un plan. Empezó a llamar a todas las radios para participar en los programas que invitaban oyentes al aire. No llamaba porque tuviera algún interés en el contenido de esos programas. Sólo le interesaba imponer su nombre. Y funcionó: no hay otro Miguel de Palermo que no sea él.
El método se popularizó. Muchas personas vieron la necesidad de registrar su nombre con su barrio, de manera que nadie se los pudiera usurpar. Se inició así un registro que incluyó nombres célebres como Diego de Martínez, Andrés de San Cristóbal, Romina de Once, Pedro de Pablo Nogués y Rosario de Córdoba.
Los que se llaman igual que ellos y viven en los mismos barrios ya no pueden hacer nada. Tienen que buscarse otro nombre, o vivir para siempre en el anonimato.

El gato Perro y el perro Gato

Tengo un perro que se llama Gato, y un gato que se llama Perro. Uno puede pensar que esto causa confusiones, pero es mucho menos grave que lo que parece porque ni el perro, Gato, ni el gato, Perro, saben que son perro y gato. Sólo fueron adiestrados para reconocer sus nombres, Gato y Perro.
Los animales no tienen consciencia de la especie a la que pertenecen. Ni siquiera saben que pertenecen al reino animal. Es posible que se den cuenta de la diferencia entre ellos y las plantas, pero es difícil que se separen mentalmente de otros objetos animados como los autos.
De manera que, cuando yo exclamo “vení, Gato”, muy obediente viene el perro. De la misma forma, el gato a veces se acerca cuando llamo a Perro. Esto no ocurre tan seguido porque los gatos tienden a ser más reservados en su comportamiento.
Los que sí se confunden son los vendedores de alimento para mascotas. Ocasionalmente voy a la veterinaria con mi gato. Varias veces me pasó pedir alimento para Perro y que me trajeran alimento para perro. Esa gente no funciona bien cuando uno la saca de su esquema.
Más grave fue cuando a Perro le dieron las vacunas que correspondían a Gato y viceversa. Pero eso se solucionó, ya pertenece al pasado.
Gato es muy peleador con los otros perros. Cree que la calle es su territorio. A veces al pasearlo encontramos otros perros y Gato se pone a ladrar como loco. Yo trato de apaciguarlo, lo acaricio detrás de las orejas y le digo “tranquilo, Gato”. Pero suelo tener que arrastrarlo con la correa hasta que se pierde de vista, o de olfato, el perro que Gato considera invasor.
Al que tampoco puedo enseñar bien la diferencia entre nombre común y nombre propio es a mi loro, Sultán. Si alguien visita con su perro, Sultán cree reconocerlo y exclama “Gato, Gato”.
Hoy estoy tratando de que disfruten sus últimos momentos juntos. Voy a tener que separarlos y quedarme sólo con Gato porque mi novia se viene a vivir conmigo y ella es alérgica a los pelos de Perro.

Diálogo con un americano

—¿De dónde sos?
—Soy americano.
—¿Sos de Estados Unidos?
—No, ¿por qué habrías de pensar eso?
—Porque acabás de decir que sos americano.
—¿Y qué tiene que ver? ¿Desde cuándo son los dueños del continente?
—Está bien, pero es un uso corriente. Convengamos en que el país se llama igual que el continente, así que el gentilicio es razonable que sea el mismo.
—¿Cómo es eso?
—Es que a los nativos de los Estados Unidos Mexicanos los llamamos mexicanos, es lógico que a los de Estados Unidos de América los llamemos “americanos”. Y si los llamamos “estadounidenses” también estamos en problemas porque podríamos confundirlos con los mexicanos y, antes, con los brasileños.
—Es lo que pasa cuando los países no tienen nombre.
—Es que sí tiene nombre, se llama igual que el continente. De la misma manera que Sudáfrica queda en el sur de África, por lo que podemos llamar a sus nativos sudafricanos, y podemos hacer lo mismo con los que nacieron en Lesotho.
—OK. Igual hacete la idea de que no sólo los que nacieron en Estados Unidos de América son americanos. ¿Está bien?
—Está bien. Y, seré curioso, ¿de qué parte de América sos?
—Soy de Argentina.
—Ah, qué bien, de las Provincias Unidas. ¿De dónde?
—De Buenos Aires.
—OK, sos porteño entonces.
—¡No! Soy de la provincia de Buenos Aires, no te confundas la ciudad con la provincia. No seas ignorante.
—Bueno, está bien. Lo que pasa es que estamos ante el mismo caso que antes, la ciudad y la provincia tienen el mismo nombre. ¿De qué parte de la provincia sos entonces?
—De una ciudad chica en el partido de Rivadavia.
—¿Y cómo se llama la ciudad?
—América.

Nombres descriptivos

Cuando se inventó el automóvil, no se usó demasiada creatividad para ponerle un nombre. Sólo era una descripción de lo que la máquina hacía: moverse sola. Resultó un nombre exitoso porque precisamente ésa era la novedad. Aunque lo que fue exitoso no fue necesariamente el nombre sino el invento. Seguramente hubiera vendido la misma cantidad si se hubiera llamado “sinequino”, “terteo” o “Rodolfo”.
La costumbre de ese nombre siguió siendo adoptada en muchos artefactos de uso cotidiano, como el lavarropas o el quitaesmalte. Aunque no sea creativo, es innegablemente un recurso muy práctico.
Otra consecuencia de la invención del auto fue que la velocidad alcanzada generaba una corriente de aire molesta para el conductor y los acompañantes. Entonces se incorporó al invento un vidrio transparente, que permitía ver adelante y, además, paraba esa inconveniente brisa. Se le puso, entonces, el nombre “parabrisas”.
El parabrisas, sin embargo, pronto tuvo sus propios inconvenientes. Se ensuciaba, sobre todo los días de lluvia. Fue necesario inventar un dispositivo para limpiarlo. Y así como el lavarropas lava la ropa, para limpiar el parabrisas se usa el “limpiaparabrisas”.
Todos estos inventos fueron muy exitosos, porque eran necesarios. Nadie quiere comprar un limpiaparabrisas, pero para tener un auto se necesita parar la brisa y ver a través del dispositivo que lo hace. Entonces el limpiaparabrisas se volvió estándar en todos los autos.
Pero no se terminaron con él los problemas. El limpiaparabrisas también se ensucia. Entonces los autos empezaron a venir con un dispositivo para lavarlo. Se denomina “lavalimpiaparabrisas”, pero se lo conoce informalmente como “sapito”.