La lucha por el asiento

Los contendientes no se hablan. No se miran. Ambos saben que están. Anticipan la apertura de la vacante, y se fijan quiénes son sus rivales. Entonces se posicionan, de la manera que anticipan más práctica para poder sentarse una vez que el asiento esté libre.
Pero hay demasiadas variables. Si el colectivo está lo suficientemente lleno, una frenada brusca en un momento inadecuado puede hacer perder la batalla. Del mismo modo, el ocupante anterior del asiento deberá levantarse y ocupar un lugar hasta entonces ocupado por otras personas. Esto llevará a una reorganización del vehículo en la que pueden aparecer rivales inesperados.
Cuando el asiento queda libre, es cuestión de velocidad. Debe encontrarse un camino allanado hacia el sentarse. No vale correr, no vale apartar a otras personas. La lucha es breve, intensa y tácita. No se produce un combate explícito. La situación misma lleva a la resolución. Quien esté peor ubicado, aceptará su derrota con hidalguía y viajará parado, hasta que logre mediante otro combate secreto conseguir un asiento.