Querer ser artista

Ser artista es lo más normal del mundo. El arte está en todos lados. Y si bien es cierto que es necesario que a uno se le ocurra hacer arte, el hecho de estar siempre expuestos al arte nos proporciona un incentivo muy claro para ser artistas. No hay que ser brillante para tener esa idea.
Querer ser artista es poco original. Casi todas las personas quieren serlo en algún momento de sus vidas. Algunas lo dejan de lado porque dejan de considerarlo buena idea, o porque no se animan, o porque se dan cuenta de que no sirven. No tiene nada de malo. El mundo necesita no artistas. Alguien se tiene que ocupar de fabricar asfalto, por ejemplo. Si no, las calles por las que andan los artistas serían más difíciles de transitar, y el arte se vería en dificultades.
Pero es más difícil que a cualquier persona se le ocurra fabricar asfalto que hacer arte. Las escuelas de asfalto, si existen, tienen menos ingresantes que las de arte. Y eso que el asfalto está en todas partes. Los consultores de recursos humanos, en cambio, no están en todas partes. Existen, sí, y para existir es necesario que a alguien se le haya ocurrido que podía serlo. Y son muchos menos los que dicen “cuando sea grande voy a ser consultor de recursos humanos” que los que dicen “cuando sea grande voy a ser actor”. El aspirante a consultor claramente pensó más que el aspirante a actor, y eso constituye un mérito.
A menos que el camino lo haya llevado. Es muy posible que muchos consultores de recursos humanos hayan querido ser actores, y su carrera artística se haya visto frustrada, hasta que encontraron la oportunidad de desempeñarse en el campo de los recursos humanos. Tomaron entonces esa decisión, que bien puede haber sido un acierto. Pero ésos son los consultores por accidente. Los otros, los consultores por vocación, han tenido que pasar por muchas frustraciones hasta poder darse cuenta de que ésa era su vocación. Una vez que lo supieron, tal vez el resto les fue un poco más fácil, sin embargo eso no les quita mérito. Al contrario. Buscaron lo que quieren ser, sin quedarse con lo primero que se presentó ante ellos.  Tuvieron que hacer funcionar su creatividad, al contrario que los artistas.

El plagio final

La carrera musical de Albino Cucarach estaba en pleno ascenso cuando fue demandado por plagio. Esto lo sorprendió, porque Albino sabía que no había plagiado a nadie cuando había escrito la canción en cuestión. Pero nada impedía que hubiera hecho una canción igual a otra preexistente que no conociera. Y como la demanda podía dañar su reputación eligió pagarle al demandante una suma de dinero para que la retirara de los tribunales sin hacer ruido.
Luego de sortear ese obstáculo la carrera de Cucarach continuó su ascenso, y cada vez se hacía más famoso, más rico y, él creía, más talentoso.
Pero de repente le llegó otra demanda por plagio. Y pocos días más tarde otra más. Y horas después otra. De repente empezaron a lloverle demandas por plagio, sin que él supiera cómo era posible que las canciones que escribía fueran todas plagiadas. Le pidió entonces a su abogado que negociara con los que lo demandaban, y también que se fijara qué estaba pasando.
Por consejo de su abogado tuvo que pagar grandes sumas de dinero a los que lo demandaban por plagio, debido a que las canciones originales efectivamente se parecían a las suyas. Pero no le alcanzaba su fortuna para pagar todo eso, y debió endeudarse para lograrlo.
Albino no entendía nada de la situación en la que se encontraba, y quería evitar que le siguiera pasando eso. Pensó que tenía que verificar con un experto todas las canciones que escribiera desde ese momento, porque no podía permitirse gastar tanta plata en evitarse juicios. Fue a hablar al sindicato de músicos y pidió que le consiguieran a alguien. Le entregaron una carpeta con varios nombres.
Examinando la carpeta vio que había muchos musicólogos y un ingeniero informático. Y ahí se le ocurrió que se podía desarrollar un software que verificara cualquier canción que se le ingresara con la totalidad de las registradas. Y contactó al ingeniero, quien puso a trabajar a su equipo y en unos meses le tuvo el software y le consiguió los datos que necesitaba.
Grande fue su sorpresa cuando vio que todas las canciones que había estado componiendo en ese tiempo le daban como ya registradas en el software. Y no cabía duda de que la situación era así y no había un error de programación, dado que se notaba que la pieza que él ingresaba y la que el software le reproducía no eran iguales pero eran reconocibles como la misma.
Empezó a pasar el tiempo y no lograba escribir nada que no hubiera sido escrito previamente. Albino se empezó a desilusionar y pensó en convertirse en cantante de covers. Hasta que vio un artículo en una revista de la industria musical que hablaba de la cantidad anormal de demandas por plagio que había habido en los últimos tiempos.
Ahí se le ocurrió algo, y llamó al ingeniero para ver si le podía modificar el software para verificar una corazonada que tenía. El ingeniero le dijo que era posible y algunas semanas después la nueva versión estuvo lista. Albino al usarla demostró que ya no quedaban combinaciones de notas y duraciones de ellas sin registrar. Se había terminado la música nueva.
Albino preparó meticulosamente su demostración e hizo el anuncio al público, que, como era de esperar, se decepcionó con la noticia. A partir de ese momento todo lo que la imaginación de un músico podía aportar eran versiones nuevas e híbridos de canciones previamente separadas, además de letras. Pero no habría más canciones nuevas.
Albino quedó deprimido por este descubrimiento, y por pasar a la Historia como quien había llevado luz a esa cuestión tan triste. Pensó que era muy feo que se hubiera acabado la música antes que el petróleo.
Lo que no esperaba era recibir, meses después, la medalla Fields, llamada “el premio Nobel de la matemática”, por haber hecho ese aporte a la sabiduría humana. Eso le trajo orgullo pero no le sacó la tristeza de lo que implicaba su descubrimiento. Pero, por lo menos, con el dinero del premio pudo cancelar las deudas en las que había incurrido para pagar las demandas por plagio.