Ola de gotas

El parabrisas para también la lluvia. Las gotas se estrellan contra el vidrio, y se acumulan, una a una, en el campo visual. Toman el protagonismo. El agua que las componía ahora es un lente, y deforma la imagen de lo que está fuera del auto. Llega un momento en el que no se puede distinguir ni siquiera a las gotas, y es necesario tomar medidas drásticas.
Se enciende entonces el limpiaparabrisas. Dos escobillas largas, que normalmente permanecen inmóviles, dormidas, en la base del vidrio, pasan a la acción. Barren con fuerza ajustable todas las gotas que se cruzan en su camino. Gracias a su acción, la visibilidad vuelve a ser la que fue, al menos mientras no arriben gotas nuevas a arruinarla otra vez.
No se notaba, pero las gotas habían dejado sucio al vidrio. Se ve en los cuatro bordes, que siguen sucios como testimonio del trabajo hecho por las escobillas. Se ha formado una ventana de limpieza dentro del parabrisas. Su acción purificadora es eficaz contra las gotas nuevas, que no llegan a hacer el daño que habían logrado sus antecesoras, porque el limpiaparabrisas está alerta.
Sin embargo, hay un sector que no tocan. Un triángulo de lados curvos, con forma de ola, permanece intacto, conspicuamente asomado a la ventana desde los confines de la base inferior. Este sector es sistemáticamente excluido por la acción barredora.
El problema es la escobilla situada a la derecha. Al ir hacia la posición vertical, forma un semicírculo casi perfecto. Permanece durante un breve instante, hasta que la escobilla izquierda hace su trabajo y elimina la mitad izquierda del semicírculo, dejando la otra mitad para su compañera. Pero la escobilla derecha reproduce el movimiento que había hecho al principio, y vuelve a pasar por el contorno.
El triángulo de gotas, en cada movimiento, genera la esperanza de que sea limpiado y pase a formar parte de la nueva gran ventana que se crea en el parabrisas. Las escobillas se acercan, se acercan, se acercan, hasta que pasan de largo. Es excluido todas las veces. Nunca desaparecerá.

Nombres descriptivos

Cuando se inventó el automóvil, no se usó demasiada creatividad para ponerle un nombre. Sólo era una descripción de lo que la máquina hacía: moverse sola. Resultó un nombre exitoso porque precisamente ésa era la novedad. Aunque lo que fue exitoso no fue necesariamente el nombre sino el invento. Seguramente hubiera vendido la misma cantidad si se hubiera llamado “sinequino”, “terteo” o “Rodolfo”.
La costumbre de ese nombre siguió siendo adoptada en muchos artefactos de uso cotidiano, como el lavarropas o el quitaesmalte. Aunque no sea creativo, es innegablemente un recurso muy práctico.
Otra consecuencia de la invención del auto fue que la velocidad alcanzada generaba una corriente de aire molesta para el conductor y los acompañantes. Entonces se incorporó al invento un vidrio transparente, que permitía ver adelante y, además, paraba esa inconveniente brisa. Se le puso, entonces, el nombre “parabrisas”.
El parabrisas, sin embargo, pronto tuvo sus propios inconvenientes. Se ensuciaba, sobre todo los días de lluvia. Fue necesario inventar un dispositivo para limpiarlo. Y así como el lavarropas lava la ropa, para limpiar el parabrisas se usa el “limpiaparabrisas”.
Todos estos inventos fueron muy exitosos, porque eran necesarios. Nadie quiere comprar un limpiaparabrisas, pero para tener un auto se necesita parar la brisa y ver a través del dispositivo que lo hace. Entonces el limpiaparabrisas se volvió estándar en todos los autos.
Pero no se terminaron con él los problemas. El limpiaparabrisas también se ensucia. Entonces los autos empezaron a venir con un dispositivo para lavarlo. Se denomina “lavalimpiaparabrisas”, pero se lo conoce informalmente como “sapito”.