Intención o suerte

Tiene que ser a propósito. Debemos tener el control de lo que hacemos. Saber lo que vamos a hacer, de qué se trata, qué es lo que vamos a desafiar, qué vamos a romper, cómo va a ser el camino. No necesariamente hay que empezar sabiendo todo eso. Pero sí hay que tener una decisión de no dejarse llevar así nomás por todo lo que pasa. Hay que tomar decisiones creativas. Si no, no vale la pena, no estamos haciendo nosotros las cosas. Es el mundo exterior el que se expresa a través de nosotros. Y no debemos prohibir esa expresión del mundo exterior. Debemos abrazarla, controlarla, enfocarla. Darle un toque nuestro.
Porque también tiene que ser accidental. Tenemos que saber cuáles son las variables que no controlamos, y aprovecharlas. Presidir sobre los accidentes. Ver lo que pasa, tomar lo que ocurrió sin que lo planeáramos y usarlo. Cuando lo usamos es cuando viene el control. Pero lo que usamos puede ser un imprevisto. Incluso podemos buscar que sea un imprevisto. A veces vale la pena ir por el azar, siempre que sea lo que queremos hacer.
Es necesario encontrar el equilibrio adecuado entre lo que nos pasa y lo que hacemos. El resultado tiene que ser al mismo tiempo a propósito y accidental. Tiene que ser sin querer queriendo.

Usted está aquí

Siempre admiré la coordinación que hay que tener para colocar carteles de “usted está aquí”. En todo parque grande, o espacio más o menos complicado, hay mapas colocados estratégicamente. Son necesarios varios pasos para que estos mapas funcionen bien.
El primero es tener un mapa. Una buena representación gráfica, que al prestar atención pueda dar una idea de los caminos que hay para llegar a los diferentes destinos. No es fácil, aunque es razonablemente simple.
El segundo requisito es elegir bien los lugares donde serán colocados los mapas. Muy juntos es un desperdicio. Muy lejanos y es inútil. Debe elegirse lugares donde estén visibles, donde el público pueda tener algún tipo de confusión, y donde no sean bloqueados por nada que se coloque adelante.
Cuando se eligen los lugares, es hora de mandar a hacer cada mapa con el lugar ubicado impreso. El punto donde el visitante se encontrará cuando lea “usted está aquí”, y que hará verdadera esa frase (aunque sólo dentro del sistema de representación de un mapa). Si los lugares están mal elegidos, los mapas impresos se desperdiciarán.
Por último, es importante que el equipo que coloca los mapas sepa lo que está haciendo. Para esto es necesario que se ubique. Puede ser con un GPS, si se trata de un lugar abierto, aunque en otras épocas no había GPS y los mapas igual estaban bien ubicados. Los colocadores, que están especializados, pueden incluir a alguien que conozca el lugar de memoria, o pueden llevar un mapa de mano, que les permita discernir dónde están para colocar el cartel que indique para siempre que allí es donde están los demás.
Deben también tener mucho cuidado. Como lo lógico es que varios mapas sean colocados en el mismo acto, es necesario fijarse bien que cada uno esté puesto en el lugar correcto, de manera que los visitantes no se vean confundidos por mapas que indican que usted está donde no está.
Es por eso que admiro a los equipos que logran colocar bien estos mapas. Me pregunto cuántos intentos les tomará. Cuántos mapas impresos, o pintados en chapa, han debido ser descartados porque no fueron a parar al lugar correcto.
También quiero hacer notar que hay otro método más fácil: hacer varios mapas iguales y colocar stickers que digan “usted está aquí”, una vez que son colocados. Pero este método carece de planificación. Por temor a errores en esta cadena de información, el cartel se hace más débil, dependiendo su exactitud directamente de los operarios que los colocan. Es una salida inelegante. Y cobarde.

Baños del subte

La ciudad se caracterizaba por una gran limpieza. Los baños del subte no eran la excepción. Todos estaban acostumbrados a encontrar instalaciones relucientes en los lugares donde iban, y por más que el transporte público no pudiera ser demasiado elegante, había una gran inversión en limpieza. Fue fácil obtener el título de la ciudad con mejores baños en su sistema de transporte público.
Sin embargo, pronto el sistema de transporte empezó a tener problemas para financiarse. Era difícil encontrar maneras de expandir los servicios, porque en esa ciudad eran conscientes de que inaugurar nuevas estaciones de subte implicaba un costo de operación permanente. Cada tanto había aumentos en la tarifa, que no llegaban a cubrir todos los costos.
Hasta que el intendente dio con la solución. La propuesta fue clausurar los baños del subte que eran orgullo de la ciudad. Pero el análisis económico era contundente: había tanto esmero en el mantenimiento de los baños que, con los mismos fondos, se podría pagar la operación de estaciones nuevas para cubrir un 25% más de la ciudad.
Lo que se implementó fue una contrapropuesta que permitía una expansión del 20% en lugar del 25%, pero contemplaba dejar un mantenimiento mínimo en los baños. Ya no sería política de la ciudad encerar los pisos diariamente, pero sí se planificó limpiar con detergente, una vez por semana, el baño de cada estación. Además, se implementó el programa “adopte un baño”, según el cual los ciudadanos que estuvieran interesados podían auspiciar la limpieza del baño de alguna estación para que se hiciera con el estándar anterior.
A pesar de la reducción de la limpieza, el hecho de que las demás ciudades no tenían baños limpios en los subtes, o directamente no poseían esas instalaciones, hizo que la ciudad no perdiera el codiciado título de tener los mejores baños en su sistema de transporte público. Los turistas que iban para mirar esa limpieza, aunque no eran muchos, continuaron llegando, y pudieron disfrutar, junto con los residentes, de una red ampliada.