El atraso no es nuestro

Sí, es cierto. Ustedes, gente del futuro, tal vez no se dan cuenta. O lo consideran algo tremendamente atrasado. Pero no, les voy a explicar, nosotros tenemos una herencia cultural que nos hace ser como somos. Por eso todavía usamos QWERTY.
Ustedes, allá lejos en el futuro, seguramente no pueden creer cómo usamos esa disposición de letras. Algunos de ustedes, más avanzados, tal vez tengan dificultades para aceptar que usemos teclados, o incluso letras. Pero si fueran a usar uno, elegirían los que están bien hechos, no los que, como el nuestro, están armados expresamente para dificultar la escritura.
¿Qué somos, estúpidos? No, lo que pasa es que aprendimos así. Estamos acostumbrados a esos teclados, a apretar con los dedos más débiles las letras que más usamos. Es casi una forma de explotación. Lo sabemos. Pero para cuando nos dimos cuenta, ya era tarde. Nuestros padres, nuestros abuelos tipeaban así desde que en el siglo XIX alguien decidió que la máquina no se le iba a trabar tanto si ponía un teclado para escribir lento. Después se desarrollaron técnicas de velocidad que serían aún mejores si se aplicaran a teclados buenos, pero nadie los usa.
Claro, alguien en el medio entre nosotros y ustedes tomó la iniciativa y tuvo éxito. Se hizo la reconversión. De repente una generación empezó a tipear con teclados eficientes. Tal vez ayudaron esos teclados virtuales que se pueden convertir fácilmente en otro. Y ahora (el ahora de ustedes) a nadie se le ocurre que alguien pueda usar el QWERTY más que para molestar. Pero no, durante mucho tiempo se usó, muchas grandes obras fueron escritas con él. No se rían, es así. Qué quieren que haga.
En realidad, estoy asumiendo que ustedes resolvieron ese asunto. Pero tal vez no. Tal vez siguen con el QWERTY, por la misma razón que nosotros. En ese caso, ustedes están mucho más atrasados, así que no nos pueden decir nada. Culpen a los del siglo XIX. Pero fíjense, ésos inventaron la máquina de escribir, algún mérito tenían.
¿Y si lo que asumo está mal? En una de ésas no modificaron el teclado, pero sí el lenguaje. Tal vez ahora las letras que más se usan son DFGHJK. Así, el teclado que a ustedes les parece calculado para ser lo más eficiente posible, en realidad es producto de una especie de selección natural lingüística, que fue lentamente modificando lo que se escribía hasta que cambió la manera de hablar.
Podría ser. En ese caso, nuestras culturas actuales serán responsables de esos cambios. Espero que sean para bien.

La conversación

Estábamos conversando. Mejor dicho, yo estaba ahí, pero ellos estaban conversando. Yo seguía la conversación. Iban saltando de un tema a otro. Primero hablaron de cómo hizo cada uno para llegar. Se intercambiaron consejos para llegar más rápido. Después pasaron al clima, porque justo ese día se había dado un fenómeno climático que algunos habían visto en el camino. Otros lo habían visto en el noticiero, y eso provocó que la charla pasara a ser sobre otra cosa que habían visto en el noticiero: las novedades sobre un hecho policial del que se venía hablando hacía tiempo, y justo esa semana se había producido un acontecimiento decisivo. En eso, uno de los que estaban ahí comentó que se había visto envuelto en otro hecho policial, de envergadura menor. Contó cómo consiguió que no pasara a mayores. Rápidamente todos intercambiaron relatos de las últimas veces que sufrieron robos, vieron el riesgo de ser asesinados o vieron cómo a algún tercero le pasaba lo mismo.
En el medio de lo que se decía, volaban chistes, que eran recibidos con distintos grados de risa. Cuando terminaron las anécdotas policiales, alguien asoció la palabra “ladrón” con un futbolista en particular, que había protagonizado una jugada curiosa en un partido jugado pocos días atrás. La charla viró hacia lo acontecido en ese partido y en los otros que se habían jugado en esos días. Pronto la perspectiva se concentró en los que se jugarían en las jornadas siguientes. Se produjo un intercambio de opiniones firmes sobre lo que pasaría. Algunos de los participantes tenían razón, y en pocos días se sabría quiénes. Las mujeres participaban de esta parte de la conversación, aunque su parecer no era tenido en cuenta como especialmente válido por los hombres.
Pronto las mujeres llevaron la conversación hacia temas de farándula. El puente fue una modelo que estaba saliendo con un futbolista, que justo esa semana había protagonizado una pelea pública con otra modelo, de la que se había hablado bastante en la televisión, en los momentos en los que no se hablaba del hecho policial. Todos estaban al tanto de lo que había ocurrido, pero no duró mucho ese segmento. En su lugar, pasó a hablarse de un comercial que protagonizaba la otra modelo, la que se había peleado con la novia del futbolista.
Comenzó en ese momento el segmento de comerciales, que duró unos cuantos minutos, muchos más que un corte comercial típico. Comentaron los avisos que más les habían llamado la atención en los últimos meses. Pero algunos no los habían visto todos, entonces los que los habían visto se los contaron y explicaron que, en realidad, era mejor verlos que escucharlos contados. Luego alguien cantó un pedazo de un jingle de algunas décadas atrás, pero equivocó la marca que promovía. Se produjo entonces una polémica. Algunos decían que era de una marca de detergente, otros que eran de su competencia. Unos pocos pensaban que se trataba de un yogur. Es posible que alguno tuviera razón, aunque la cuestión no se llegó a aclarar porque alguien se acordó de una película que había visto el fin de semana anterior, y preguntó si alguien más la había visto. Los dos que compartían la experiencia empezaron a comentar el film, y a recomendar a los demás que fueran. Entonces los otros, que no habían visto esa película pero habían visto otras, mencionaron cuáles habían visto, y también adónde habían comido después, y el precio del estacionamiento. Esto derivó en una charla sobre los precios en general, que desembocó en comentarios de la actualidad política. En ese momento la conversación adoptó un tono más fuerte. Se produjo un debate caluroso, en el que dos bandos rápidamente diferenciados se acusaban mutuamente de no entender cómo funciona el mundo. Encontraron un poco más de consenso cuando se pasó a la actualidad internacional, ámbito en el que justo esa semana se había producido un conflicto entre dos países, que amenazaba con escalarse. Todos acordaron que era preciso asegurarse de que hubiera paz, aunque no a cualquier precio, pero no hubo acuerdo sobre qué precio era aceptable. En ese momento uno de los participantes me vio, notó que hacía mucho que no hablaba y me preguntó mi opinión.
Le dije que no sabía. Yo era sólo el narrador.

Progreso y Armonía

El 15 de noviembre de 1889, Brasil dejó de ser imperio y pasó a ser una república. Sé muy bien la fecha porque vivo a media cuadra de la calle que tiene como nombre justamente esa fecha, con año y todo. Una rápida búsqueda me permite saber que fue viernes. Esta información que no figura en el nombre oficial de la calle, a pesar de que es tan completo que, durante muchos años, en la señalética figuraba con letra más chica que las otras calles.
No tengo nada contra Brasil. Estoy a dos cuadras de la avenida con su nombre. Tampoco tengo nada contra su forma de gobierno. Me parece muy bien. Pero no sé si me gusta tanto tener como entrecalle a la conmemoración de la fecha en la que se estableció esa forma de gobierno, en lugar de conmemorar a la forma en sí. No está la calle Repúblicas Limítrofes, ni la calle Abolición de Imperios. Sólo esa fecha, que hay que buscar meticulosamente para saber a qué corresponde. Sólo me enteré porque en una visita a Brasil (el país) encontré una calle llamada como la misma fecha. Los lugareños me supieron decir.
No sé si está bien celebrar con una calle la forma de gobierno de un país. Está la calle Chile, que sigue siendo así independientemente de las circunstancias políticas de la vecina nación. Homenajea a ese territorio, sus habitantes y su hermandad con nuestro pueblo, o algo. Por otro lado, la calle República de la India no parece homenajear a la India, sino a la república fundada en 1948. En el mismo año fue establecido el Estado de Israel, que tiene también su calle, sólo llamada así una vez que ese estado fue reconocido internacionalmente, a pesar de que el territorio ya existía.
No hay ninguna calle llamada 1948, a pesar de que dos países de larga data establecieron sus repúblicas en ese año. Posiblemente se decidió hacer un doble homenaje al país y a su forma de gobierno en el mismo acto. Las calles sin nombre no abundan.
Pero eso no impide cambiar los nombres de las calles que ya están. Por ejemplo, mi otra entrecalle se llama Cátulo Castillo, en homenaje al poeta y autor de tangos. No sé mucho sobre él, ni tengo nada en su contra. Puedo suponer que ese homenaje es merecido. Pero pronunciar ese nombre siempre me hace un poco de ruido, porque me acuerdo cuando la calle se llamaba Pedro Echagüe. Con ese nombre la conocí, y para mí es su nombre “verdadero”. Muchos todavía la llaman de esa manera, y a veces yo también, por más que el cambio fue hace más de veinte años.
Pero hace poco me enteré que no ése no fue primer nombre. Antes de ser Pedro Echagüe, esa calle se llamaba Progreso. Y resulta que 15 de noviembre de 1889, antes de llamarse así era Armonía. O sea que, de no haber sido por esos cambios, yo en este momento viviría entre Progreso y Armonía. No puedo evitar sentir que me sacaron un poco de magia.

La isla de la tentación

Roy Cervezo fue el afortunado ganador del concurso para pasar una semana en la Isla de la Tentación, la isla donde todos cumplen sus fantasías más deseadas. El premio incluye actividades de cualquier índole en la semana de estadía en la isla, sin cargo alguno.
La isla cuenta con las siguientes instalaciones que estarán a disposición de Roy:

  • Cantidad ilimitada de plástico de burbujas, para ser explotadas cuando el visitante así lo desee.
  • Frascos de cola vinílica en cuyas paredes laterales hay cola solidificada chorreando, que permite ser arrancada.
  • Charcos permanentes para saltar encima, llueva o no.
  • Ventanas desde las cuales escupir.
  • Campana de hotel y bocinas de bicicleta para hacer sonar en cualquier momento, del día o la noche.
  • Amplio surtido de comidas crudas, como ñoquis o bizcochuelo, aptas para el consumo tal como están.
  • Plomo para fundir.
  • Recepcionistas que se dejan reventar los granos.
  • Lupas para encender fósforos.
  • Globos de chicle listos para ser destruidos con el dedo del visitante.
  • Pintura y paredes adecuadas para hacer graffitis.
  • Tapas de botellas de Gatorade.
  • Hielo seco y agua para sumergirlo.
  • Paquetes de papas fritas con la obligación de ser consumidos enteros.

Demanda del público

A pesar de que cuando anunciamos que la siguiente era nuestra última canción hubo protestas, cuando la terminamos el público no pidió bis. Nos figuramos que era porque todos sabían que en realidad el bis es parte del programa, y siempre los hacemos. Por lo que hubo aplausos cuando volvimos al escenario, pero no sorpresa.
Tocamos un par de temas y nuevamente saludamos. Era la despedida definitiva. Pero el público no estaba conforme, quería que el recital continuara. “Una más, y no jodemos más” gritaba el público.
Los pedidos tan efusivos nos persuadieron de hacer otro tema. Nuestro segundo regreso al escenario fue más festejado que el primero, porque confirmaba un triunfo de la demanda popular.
Hicimos el tema, uno de nuestra primera época que todavía nos sabemos pero no solemos hacer más en vivo, y cuando terminamos volvimos a saludar para irnos. Pero el público seguía exigiendo más. “Una más, y no jodemos más” gritaba otra vez el público.
Nuestro cantante se acercó al micrófono, generando expectativa. Sin embargo, lo que quería era protestar. “Ya habían dicho lo mismo antes, hicimos una más, ¿dónde está su parte del trato?”
El público no hacía caso. “Una más, y no jodemos más” seguía gritando. Pero ya no teníamos más temas ensayados. Habíamos dado todo en el recital más los bises. Entonces saludamos nuevamente, ignoramos los pedidos del público y nos fuimos. Se apagaron las luces del escenario y se encendieron las de la sala, para no dejar dudas de que el adiós esta vez era final.
Luego de esperar un tiempo prudencial por si queríamos sorprenderlos con un tercer bis, el público captó la idea y se retiró de la sala lentamente, entre protestas. Se sentían traicionados por nuestra falta de voluntad de obedecerlos. El hecho arruinó la percepción de un recital que habíamos disfrutado todos.
Es una lástima, pero está claro que con el público entusiasmado no se puede razonar.

Dicotomías

¿Realidad o ficción?
¿Tarde o temprano?
¿Lennon o McCartney?
¿Ortega o Gasset?
¿Local o visitante?
¿Marido o mujer?
¿Diéresis o crema?
¿Venado o tuerto?
¿Navarro o Montoya?
¿Paseo o Colón?
¿Conan o Brien?
¿Alfa o mega?
¿Ipso o facto?
¿Barack o bama?
¿Paño o lency?
¿Juegos o límpicos?
¿Eme ene o pe cu?
¿Pityrosporum o vale?
¿Vamos a la playa o oó-oó?
¿Daguerre o tipo?

Mafaldaland

En Mafaldaland, el Lugar Más Triste de la Tierra, los niños del mundo aprenden con humor a desesperanzarse. Llegan desde todas partes para disfrutar con los entrañables personajes de aquellas cosas de las que todavía es posible disfrutar.
El espacio, réplica de una ciudad, permite ser recorrido de diferentes formas. Se puede visitar una réplica del Almacén Don Manolo, donde es posible observar en tiempo real el aumento constante de los precios de los productos de calidad pésima. Actores entrenados improvisan excusas ante las protestas de los clientes, y responden a cada pregunta sobre la calidad de los productos con “dátis decuéstion”.
Se puede visitar la plaza del barrio, y comprar elementos para jugar a ser cowboys que están simulando la masacre de los pueblos originarios. Se debe estar atento a hacer sonar las pistolas con “bang”, no “pum”, y a tirarse en el suelo si uno es asesinado.
La escuela, toda rota, es el lugar donde los alumnos van a prepararse para un mundo que no los quiere. La atracción estrella es la simulación del sueño de Felipe, el alumno más aplicado, de la demolición accidental del establecimiento educativo.
Al mediodía, el patio de comidas sirve un menú a base de sopas, aunque siempre está la alternativa de comer un cadáver de pollo.
Después de comer es el mejor momento para visitar la recreación del departamento de Mafalda, lleno de plantas a las que se les puede hablar con suavidad. En el living funciona un televisor que muestra las diferentes guerras y conflictos que se desarrollan en el mundo en ese momento. Para ubicar los países de los que se habla, se puede usar el globo terráqueo. Aunque por disposición de las autoridades, está prohibido invertirlo.
Por todos lados aparecen personajes con los que se puede interactuar. Debe tenerse en cuenta que son actores disfrazados, y es alta la probabilidad de que los actores cuenten a los visitantes, en clave de humor, las penurias por las que pasan en su vida real, y los salarios bajos que cobran. Es un servicio de Mafaldaland para aumentar el realismo del mundo que se crea.
Los niños reirán mientras aprenden que el mundo está lleno de penurias que ellos son incapaces de arreglar, y también de evitar notar. Experimentarán el genuino amor que siempre existe entre los semejantes, a pesar de estar todos sometidos a los caprichos de gobernantes despóticos, de su propio país o de otro.
Los niños aprenderán a soñar con el desarme, con el fin de las guerras, con el entendimiento final de los países a través de intérpretes maliciosos en las Naciones Unidas. Pero aprenderán que ninguna de estas cosas es probable que ocurra. Saldrán, así, más sabios, más aptos para enfrentar el mundo que, lo supieran o no, se empeña en perjudicarlos porque el amor es contraproducente para los negocios.
Pero no se preocupen, señores padres. Si sus hijos son demasiado sensibles a estas verdades, siempre puede pasar por la heladería de Mafaldaland y comprarles un escapismo de vainilla y pistacho.

Vidente natural

No se deje engañar. Elija un vidente natural. No contrate videntes de laboratorio. No tienen la sinceridad de lo natural. Están llenos de hormonas y preconceptos. Un vidente artificial le otorgará visiones preprogramadas, según lo que le hayan informado a la persona en la Facultad de Ciencias Paralelas.
Un vidente natural, en cambio, le entrega espontaneidad. Es una persona que nació con el don de la videncia, no lo obtuvo en el mercado en forma impura. Es alguien que no se sorprendió al ver la luz, porque ya desde entonces veía más que la luz. Sabía lo que iba a ocurrirle en ese día, y lo enfrentó con toda su sabiduría fetal. Un vidente natural no tiene más remedio que ver, todo el tiempo lo hace, es lo que mejor le sale. Un vidente artificial, en cambio, lo eligió como profesión, como podría haber sido médico, arquitecto o verdulero. ¿En quién prefiere confiar?

Artesanía insólita

En un tranquilo rincón del Ártico, el señor Santa Claus realiza una extraña artesanía. Con viejos pinos en desuso, ayudado por su plantel de duendes, fabrica los espléndidos juguetes que estamos viendo, y que no parecen tener diferencia con los reales.
El ingenio de este simpático anciano, que fabrica juguetes durante todo el año, le permite repartirlos durante la madrugada de la Navidad a los niños de todo el mundo, diferenciando incluso a los niños buenos de los que se han portado mal.
Vemos al señor Claus sonriendo satisfecho junto a sus juguetes recién salidos de la fábrica. Dice: “este método ha sido refinado durante siglos y siglos y sólo es posible porque los duendes se ocupan de todos los detalles con amor al trabajo, dedicación, paciencia, entrega y dedicación. Jo Jo jo”.
Nos alejamos asombrados, sin comprender de qué se ríe.

Pauls

“I only had myself to ask for a decision, and I agreed with me”.
Paul McCartney, 1970

El problema de ser un talento superior es que los demás no están a la altura. No es un defecto de ellos, simplemente no pueden. Y eso a veces es contraproducente para un músico del calibre de Paul McCartney. Alguien que tiene tan claros los conceptos de composición e interpretación no puede dejarlos librados al azar de las decisiones de los músicos que lo acompañan.
Durante muchos años, la decisión fue dar estrictas instrucciones. Sus temas se tenían que tocar como él quería, porque ya había hecho las pruebas correspondientes, y sabía que eso era lo mejor. Los otros integrantes se resistían. John Lennon no tenía la paciencia como para lograr lo mismo con las canciones propias. George Harrison no tenía ganas de que alguien le dijera cuándo tocar y cuándo no. Sobre todo si era alguien que, en caso de impacientarse, era capaz de agarrar su instrumento y tocarlo él.
Después de la separación de los Beatles, Paul decidió grabar un disco él solo.; Construyó los temas tocando todos los instrumentos en su estudio. Además de la interpretación musical, realizó las tareas correspondientes de grabación e ingeniería de sonido. El disco, titulado McCartney, le dio la confianza como para pensar que podía haber una vida después de los Beatles.
Pero a él le gustaba estar en una banda. Tocar en vivo, volver loco a un público. Y eso no era algo que pudiera hacer solo. Necesitaba gente que lo acompañara. Músicos externos, contratados para que aceptaran de entrada que había que tocar lo que Paul quería.
La solución funcionó bastante bien. Wings tuvo, sin embargo, varias formaciones distintas, a causa de los integrantes que repetidas veces se iban de la banda. Pero alcanzó a tener éxito masivo, que convirtió a McCartney en el músico más rico de la historia.
Se podía permitir, entonces, financiar un objetivo superador: su clonación. Un desarrollo rápido de copias de sí mismo, que compartieran las características físicas y también la memoria. Que fueran indistinguibles del Paul primigenio.
El proyecto avanzó sorprendentemente rápido. Los científicos trabajaron duro ante la presión de Paul de que terminaran de una vez. El resultado fue la creación, en 1981, de unos cuarenta Pauls.
Cuando se los presentaron, el Paul original no lo podía creer. Ahí estaba lo que siempre había soñado: una banda completa compuesta sólo por él mismo. De inmediato los Pauls empezaron los ensayos. Fueron muy exitosos porque se entendieron de inmediato. Y además, ninguno podía creer que estaba tocando en una banda con Paul McCartney.
De inmediato anunciaron una gira mundial. En realidad fueron varias giras simultáneas. Ocho grupos de cinco Pauls se lanzaron a hacer distintos circuitos alrededor del mundo. Llenaron estadios de todos los tamaños. En el espectáculo de tres horas de duración los distintos Pauls se alternaban en los instrumentos. También hacían las voces secundarias. Y todos tenían un notable manejo del público. Hacían sentir especiales a las audiencias que los estaban viendo, incluso cuando McCartney hacía varios recitales en distintas partes del planeta el mismo día.
La abundancia de Pauls hacía risible al rumor de que había muerto en 1966 y sido reemplazado por un doble, aunque al mismo tiempo lo hacía menos sorprendente. No interesaba, de todos modos, cuál era el original. Todos eran Paul por igual. Lo importante era que uno podía ver un recital donde tocaban cinco Beatles, y eso hacía muchos años que no era posible.
Pero gradualmente las giras fueron perdiendo fuerza. No porque el público dejara de ir. Los Pauls empezaron a preguntarse cuál era el sentido de seguir haciendo lo mismo. McCartney nunca fue alguien a quien le gustara repetirse, y ése es uno de los secretos de su éxito. Cuando se aburrió de las giras, entonces, decidió suspenderlas por un tiempo. Y se concentró en profundizar sus conocimientos en distintos aspectos de la música.
Quedaron, sin embargo, decenas de Pauls redundantes. Ya no eran necesarios, entonces todos se independizaron, y cada uno se interesó por actividades distintas. Uno se dedicó a la música clásica. Otro aprendió a tocar el ukelele. Otro hizo música ambient. Otro tomó las riendas del imperio comercial. Uno produjo discos para otros artistas. Otro escribió poemas. A uno le agarró por pintar cuadros. A otro por hacer radio. Un solo Paul ya era un artista completo. A cuarenta Pauls nadie les puede ganar, ni siquiera alguien también multiplicado por cuarenta, porque Mozart se había muerto antes de poder ser clonado.
Algunos decidieron grabar juntos, varios discos que salieron muy rápido porque casi no tenían que ensayar. Contaban con gran cantidad de material. Paul siempre fue un compositor muy prolífico. Algunos de los Pauls decidieron colaborar, aunque la canciones McCartney-McCartney no resultaron más memorables que las escritas por McCartney solo.
Mientras tanto, como no hacían giras, tenían mucho más tiempo libre y se fueron mezclando con la sociedad. Los distintos Pauls se encontraron con diferentes personas y se fueron haciendo amistades. Ganaron lugar en círculos sociales muy disímiles, gracias a la facilidad de Paul para la diplomacia.
Con el tiempo, algunos de los Pauls, inevitablemente, empezaron a tener desacuerdos entre sí. Hoy es muy difícil juntar a todos en una sola habitación. Además de que hay Pauls que no se pueden ver, en general todos tienen agendas muy ocupadas. A los setenta años todavía se mueven como si tuvieran treinta.  Cada tanto a alguno le da por hacer alguna gira. Ya no se acompañan entre sí, pero se pusieron de acuerdo en tener una banda muy bien entrenada que está lista para viajar con cualquiera de los Pauls.
Los Pauls se preocupan por mostrar que son siempre el mismo en un recital, por eso nunca dejan el escenario. Sólo lo hacen al final, cubiertos por estruendosos aplausos de públicos que en ese momento se preguntan si será la última vez en su vida que ven a un Paul.