El retorno del colectivo

Los colectivos de la ciudad de La Plata se dividen en cuatro líneas básicas: norte (identificada con el color celeste), sur (verde), este (amarillo) y oeste (rojo). Cada línea circula en la dirección que su nombre indica, y cuando alcanza el destino que le ha sido asignado, jamás regresa. Los pasajeros vuelven en la línea de la dirección opuesta.
Sería razonable pensar que las unidades individuales cambian a la línea opuesta cuando llegan a la terminal. Sería una medida sensata para el bolsillo de la empresa estatal que opera el transporte público. Pero está muy claro que no es así, porque cada colectivo está pintado con el color de su única dirección posible.
Esto deja a La Plata con tres opciones:

  1. Pintar cada unidad cuando llega a la terminal. Esta opción tiene la ventaja de garantizar la limpieza de todos los colectivos en circulación, aunque tiene un gran costo diario de pintura.
  2. Acumular las unidades en las terminales y después moverlas subrepticiamente hacia la terminal opuesta. La operación debe realizarse preferentemente por la noche y por las afueras de la ciudad, porque de otra manera los habitantes de La Plata verían circular a los colectivos en la dirección contraria a la que deberían llevar, y no podrían orientarse a partir de ellos. También requiere una inversión en personal para realizar el traslado, aunque pueden existir grandes camiones portacolectivos que lleven de a varios y simplifiquen así la operación.
  3. Eliminar de circulación cada unidad al completar su primer viaje. Esta variante implica fabricar un colectivo nuevo cada vez que deba salir uno nuevo, a un ritmo que permita mantener las frecuencias de transporte urbano. Es decir, calculando una frecuencia promedio de cinco minutos durante la jornada y de 30 minutos de 0 a 6, da que cada línea necesita 360 unidades cero kilómetro por día (los fines de semana circulan algunas menos). Debe tenerse en cuenta que cada una de las cuatro líneas abarca varios ramales, por lo tanto la producción es mucho mayor que los 1440 que parecen ser.

Sabiamente, las autoridades han adoptado esta última alternativa. De esta manera, a partir de la reforma del sistema de colectivos a mediados de los ’90, el área metropolitana de La Plata se ha convertido es el líder regional en producción de transporte automotor, con flujo diario de varios miles de unidades.
Se genera el problema de qué hacer con los colectivos que ya arribaron a su destino. La solución es muy simple: son vendidos a otras ciudades del país y del exterior que necesitan unidades nuevas. El precio es muy conveniente, porque se trabaja con un volumen altísimo y eso permite minimizar los costos. Además, los colectivos, que técnicamente son usados, pueden ser vendidos como nuevos, porque sólo tienen unas pocas decenas en su haber.
Otras ciudades han intentado copiar este modelo, pero el impulso de La Plata, que ya tiene aceitado un ritmo de trabajo, es tan productivo que a los demás no les dan los costos para iniciar una competencia.
En algunos casos se ha propuesto reducir costos incorporando en forma moderada algunas de las otras opciones, y algunos funcionarios fueron descubiertos cuando estaban a punto de llevar a cabo una operación que implicaba convertir colectivos de la línea “Sur” en “Norte”. Pero felizmente los conductores, que se alternan entre ambas líneas, reconocieron los restos de pintura y se negaron a circular con esas unidades. La ciudadanía de La Plata está contenta con el sistema, que aporta fondos deseables a las arcas de la ciudad, y permite mantener servicios de excelencia con impuestos bajísimos, además de generar un nivel de ocupación nunca visto en la historia. Es por eso que desde que se realizó la reforma siempre se han encargado de reelegir al partido que la inició, y que les trajo prosperidad a partir de la hábil observación de las leyes del mercado, las necesidades urbanas y los puntos cardinales.