La música de los continentes

Todo el mundo está feliz, muy feliz, y no deja de bailar. Están muy contentos cuando toco. Mi música les da una gran alegría. Me gusta traer alegría a la gente. Lo que no me gusta es tener que hacerlo permanentemente, porque todo el mundo pide pis cuando dejo de tocar.
Entonces, si no quiero generar un problema sin precedentes en las cloacas mundiales, tengo que tocar sin parar. No puedo esperar a que todos tengan que hacer pis a su debido tiempo, porque después vuelven, y nunca son suficientes como para poder hacer una pausa. De esta manera, tengo que tocar todo el tiempo, sin siquiera hacer pausas entre canciones, porque de tanto aplaudir las personas pueden perder el control, y queda toda la platea mojada, un asco.
Pero tarde o temprano voy a tener que parar. Trato de hacerlo más o menos sutil, tocando temas cada vez más despacio, de la manera más aburrida que pueda. Ya no me importa traerles alegría. Me gustaría volver a traérselas, sólo después de descansar un poco, sin traer además problemas a la infraestructura cloacal. Y no puedo.
En algún momento, de todos modos, voy a parar. Está claro. Llegará un punto en el que nada me va a importar, o me voy a morir, o lo que sea, y los pueblos del mundo pedirán pis. Espero que, al menos por un rato, sepan aguantarse. Y así la alegría durará más.